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Lletra menuda

Las estadísticas del despiste

El coronavirus es muy suyo. Aparte de ello, bastante desconocido todavía, dos factores que le dan sobrado margen de maniobra y gran capacidad de camuflaje. Por eso hace lo que quiere, con quien quiere y cuando quiere. Es un virus caprichoso y selectivo, sabe que actúa con ventaja y capacidad. Se recrea en ello. La intriga podría ser divertida si no fuera tan excesiva, disminuyera sus efectos letales y prescindiera de sus medios invasivos en vidas particulares y comportamientos colectivos. El covid-19 es el administrador de todos. Lo hace a su antojo y sin lógica posible.

El estudio del Servicio de Epidemiología de Salud Pública refleja solo diferencias insignificantes del comportamiento del coronavirus en Balears con respecto al resto de España. Sus resultados son incluso equiparables a los que se manifiestan a nivel internacional. Por lo menos no nos ha tratado como bichos raros y diferentes.

Con lo observado por los analistas sabemos que la pandemia que el lunes nos instala en la "nueva normalidad" es muy tolerante y permisiva con niños y jóvenes, que se ocupa en especial de personas situadas en la cincuentena de edad, pero que su letalidad aumenta a partir de los 60. En Balears se han contabilizado 2.162 casos sintomáticos de los que 1.879 corresponden a Mallorca. En conjunto, significa una distribución de 209 por cada 100.000 habitantes.

Al hablar de esta gran pandemia que ha irrumpido en nuestras vidas y en nuestros bolsillos hasta condicionar por completo ambas cosas, topamos con una complejidad que obliga a mirar anverso, reverso, laterales y entorno del panorama devastado.

Desde esta perspectiva global observamos que hay más casos sintomáticos entre mujeres que hombres, pero los varones se ven abocados en mayor medida a los ingresos hospitalarios y a permanecer en la UCI. Los especialistas dicen haber encontrado la razón de esta desventaja masculina. La sitúan en la mala alianza que hace el covid-19 con la hipertensión, la enfermedad pulmonar obstructiva y la diabetes.

En resumidas cuentas, solo quienes han pasado por el trance de convivir con el coronavirus y han adquirido inmunidad pueden campar a sus anchas y aún deben hacerlo a la espera de noticias o novedades, porque en esta pandemia lo que hoy es blanco mañana se vuelve negro o cuando menos, gris. Ni siquiera los asintomáticos pueden prescindir de la precaución porque no han sido liberados de la potestad transmisora.

Así que aquí, en el alegre verano mallorquín que se autoengañará con apariencia de normalidad turística, está el coronavirus. No es bienvenido. Nadie le ha llamado, es tan invisible como impertinente y siempre acaba imponiendo su dictadura caprichosa. La única victoria posible es la de asumir esta realidad y actuar en consecuencia responsable. Mascarilla, distancia y gel son las únicas armas disponibles. Usarlas adecuadamente ha sido un aprendizaje de urgencia del que nadie se libra mientras todos esperamos la vacuna.

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