El pasado 11 de abril fue un día aciago en la lucha que se libraba contra la Covid-19 en Mallorca. Se registraron diez muertes en solo una jornada; había casi 400 hospitalizados; las unidades de cuidados intensivos (UCI) se encontraban al 75% de su capacidad; y la cifra de positivos detectados ya alcanzaba los 574. De ellos, seis de cada diez eran usuarios o trabajadores de una residencia de ancianos.

El pánico se adueñó de la conselleria de Salud del Govern balear, cuyos profesionales constataban que los geriátricos eran un foco de contagio supremo: 31 fallecidos hasta entonces. Ante la gravedad, el día antes (10 de abril) se había ejecutado la drástica e insólita decisión de intervenir dos residencias en la isla, Domus Vi y Oasis, ambas en Palma. Junto a Domus Vi en Costa den Blanes, "se comprobó que eran lugares mortíferos, había que actuar o sería una catástrofe", relata una fuente conocedora de la gestión.

En el contexto previo de muertes en cascada de ancianos, la cúpula de Salud decidió adoptar un "plan de contingencia" para evitar la propagación y frenar los exitus. Había que ser más rápido que el virus -en tan solo una semana, en Domus Vi de Palma se pasó de dos a 40 infectados-, por lo que se ideó una "clasificación" masiva en todos los centros de día, tanto públicos como concertados y privados, para identificar el deterioro cognitivo y funcional de los internos, y a partir de ahí discriminar su atención sanitaria en caso de dar positivo por Covid-19.

Como un semáforo

La Conselleria ordenó a todas las residencias que su personal sanitario evaluara a los mayores y los clasificara por colores. En rojo, aquellos con un deterioro cognitivo muy elevado, poca o nula movilidad y autonomía. Si estaban contagiados o lo resultaban con posterioridad, había que descartar el ingreso en un hospital de agudos y especialmente la UCI, por considerarla "un castigo inútil". En su lugar debían ser derivados a los centros de atención intermedia: el Hospital General (La Sang); el Juan March (Caubet), y los dos concertados de Sant Joan de Déu. "Requieren confort y control de síntomas con cuidados paliativos", recalca la instrucción relativa al rojo.

Clasificación tricolor. Arriba se reproduce parte de uno de los centenares de listados que guarda cada residencia con la clasificación por colores de cada anciano interno, que determina su futuro sanitario en el caso de dar positivo en Covid-19.

El verde significaba que los pacientes gozan de "buena calidad de vida" y "gran nivel de autonomía". Es el grupo más escaso dentro del colectivo, y al igual que la población joven, se determinó que podían ingresar en el hospital y/o en la UCI si así se requería. En el caso de los ancianos reseñados en naranja, "con enfermedades complejas y problemas de autonomía sumados a deterioro cognitivo moderado", su atención sanitaria dependería de una valoración en el momento.

Grosso modo, rojo se considera enfermo terminal y se le asignan paliativos; verde, hospital o UCI; ámbar, hay que calibrarlo. Para llegar a este resultado tricolor, se realizaron tres pruebas a los ancianos: El Índice de Barthel, que mide la capacidad de la persona para la realización de diez actividades básicas de la vida cotidiana, obteniéndose una estimación cuantitativa de su grado de dependencia. En segundo lugar, se les realizó el test Mini Mental Lobo, utilizado para detectar una posible demencia en cribados sistemáticos de pacientes geriátricos. Finalmente, se aplicó la Escala de Deterioro Global (GDS) y la FAST (del inglés Functional Assessment Staging), para una evaluación del Alzheimer.

Del análisis de los resultados, se determinó el grado y color (1=verde; 2=naranja; 3=rojo) de unos 5.000 ancianos de Balears. Cada residencia tiene su listado, hecho de espaldas a las familias y a la sociedad, en pleno debate bioético sobre la eutanasia en España.

Elaborado en tiempo récord, en Salud respiraron aliviados al disponer de este triaje masivo en las propias residencias, plasmado en miles de folios y que clasifica tanto a internos sanos como con síntomas de Covid-19. La Conselleria no facilita los datos de cuántos enfermos de Covid en residencias necesitaron UCI, ingreso hospitalario o en paliativos. Se limita a asegurar que "a día de hoy todos los casos activos están hospitalizados", y añade que "siempre que se ha necesitado, bajo criterio sanitario", se ha derivado a los ancianos "al recurso oportuno, porque no han faltado camas en planta ni en cuidados intensivos en ningún momento". La pregunta es ¿qué hubiera ocurrido también con los verdes y naranjas, de llegar el colapso en las UCI?