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Análisis

El piloto llega después que los pasajeros

El piloto llega después que los pasajeros

El piloto es el primero en llegar, una verdad incontrovertible hasta que el Govern y el Gobierno se inventaron los planes piloto, que se desarrollan cuando los pasajeros ya han desembarcado. El próximo lunes, sin ir más lejos, centenares de miles de alemanes estarán en condiciones económicas, sanitarias y salivadoras de viajar a Mallorca, con la autorización expresa de Berlín para practicar el turismo de riesgo en la era del coronavirus.

Pues bien, La Moncloa y el Consolat zancadillean este ímpetu germano en lugar de estimularlo. El plan piloto tendría sentido para amortiguar las reticencias en origen, que son inexistentes por lo que la peregrina iniciativa queda desactivada. El aparente regalo del PSOE consiste en prohibir el viaje a Mallorca de miles de turistas alemanes, más sanos estadísticamente que los madrileños y predispuestos a arrostrar el peligro de viajar a una isla donde la pandemia ha matado mucho más que en su país prusiano de origen. Aunque tampoco los viajeros están sanos del todo, dicho sea para inquietar a los receptores mallorquines ayunos de euros.

La primera condición para realizar un experimento es aceptar que su resultado puede ser positivo o negativo. En cambio, el Govern del cien por cien de aciertos no ha determinado qué criterios de evaluación determinarán el éxito o el fracaso de la prueba con los once mil cobayas. Por ejemplo, estableciendo el número de contagios o de seropositivos que obligarían a mantener el confinamiento de la isla, y a desaconsejar el turismo. O imponiendo la prueba de PCR en origen, que disminuiría el embarazoso riesgo de aislar a un pasajero a su llegada. No se especifican ni los materiales y métodos a utilizar, mucho menos se precisa si se trata de proteger de la infección a los nativos o solo a los turistas.

Con cientos de miles de alemanes dispuestos a migrar al sur en aviones repletos, el plan piloto es un contrasentido autocelebratorio. Cacarear a los seis mil conejillos de indias como un triunfo, insulta a los centenares de miles de mallorquines en paro total o parcial. La feria de los piloto equivale a uno de aquellos saraos promocionales con periodistas alemanes que desembocaban en el mítico y místico Mustang Ranch, todo ello regado con los inevitables fondos autonómicos.

El plan piloto es tan estéril que a Madrid no le supone un dispendio reseñable. Mientras el Gobierno insulta a Mallorca y a los turistas, que son una misma cosa, Italia acuerda un cheque de quinientos euros para todos sus ciudadanos que destinen esa cantidad al turismo interior. Y Corea del Sur incluye una asignación turística en su renta básica para las víctimas de la pandemia. Intente convencer a un político mesetario de que las vacaciones responeden a una necesidad esencial.

Un avión con un pasajero contagiado en Alemania puede aterrizar en Son Sant Joan con media docena de infectados. Pilotar esta incertidumbre epidemiológica es más importante que enredarse en juegos de prestidigitación de laboratorio, bajo pretensiones tranquilizadoras. Y si los tardíos planes públicos invitan al desasosiego, de la iniciativa privada todo se ignora con la temporada ya iniciada. La aportación en inventiva de la industria turística mallorquina a la recuperación de la pandemia tiende a cero, el Govern no le va a la zaga.

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