Mallorca no sólo inspiró los negocios de los Mahmudov, también la incursión artística de la menor de la saga, Khuraman Mahmudova. Una ilustradora de origen búlgaro, afincada unos años en Mallorca, recibió en 2013 una curiosa propuesta, ilustrar un cuento infantil de alguien de Azerbaiyán. No tenía ni idea de quién era el cliente. Tras contactos telemáticos, acordaron que se desplazaría durante dos semanas al país con gastos pagados para preparar el trabajo. Le pidieron que enviara su pasaporte a la embajada en Madrid. El mismo día se lo devolvieron sellado con el permiso. Quedó sorprendida por la premura.

En marzo de 2014 aterrizaba en Bakú sin saber muy bien qué se iba a encontrar. Para su sorpresa, dos hombres enormes con uniforme de como de cuerpos especiales le esperaban en las escalerillas del avión. "Dame tu pasaporte, ¿cuál es el color de tu maleta?". "Es pequeña y lila", respondió ella, sin entender mucho qué pasaba. Uno entregó el pasaporte al agente de aduana, le dio un teléfono para usar durante su estancia y le condujo a un coche oficial, grande, con asientos de cuero. Allí le esperaban un chófer y una asistente. La dejaron en el hotel y cada día pasaban a buscarle para hacer visitas a museos, edificios históricos, lugares emblemáticos de la ciudad... Todos estaban cerrados porque coincidía con el cumpleaños del presidente, según le explicaron, pero los abrían sólo para ella. Era la única visitante en todos los lugares, con personal en las plantas que no tenía nada más que hacer que aguardar su visita. La ilustradora, que prefiere preservar su identidad, se llegó a sentir incómoda, no daba crédito de tanto boato para un libro infantil. Se empapó de historia, arte, religión, poesía, tradiciones€ Nadie le explicaba qué tenía que hacer con todo eso. Cada día, sobre las siete de la tarde le devolvían al hotel. Pasada una semana, Khuraman dio señales de vida, le llamó por teléfono y le citó en un bar. También estaba abierto solo para ellas y con seguridad vigilando.

Eldar Mahmudov y su esposa Tahira, en el acto de presentación del cuento de su hija en Bakú, que incluso fue representado con actores.

Descubrió que su mecenas era una chica joven, menuda, finita, acogedora, que hablaba bien inglés. Tenía estudios en finanzas. Le dijo que su padre era un alto cargo del Gobierno, sin mayores detalles. Se vieron varios días para tomar el té y charlar del proyecto en lugares diferentes. Hicieron algún paseo, siempre con alguien de seguridad y armado detrás, apartando del camino a quien pasaba a menos de dos metros. Un día le llevó a la casa de los abuelos, donde pasaban los veranos en familia. El abuelo era ingeniero. La abuela, farmacéutica. Era la casa que inspiró las láminas del cuento, donde se relataba las aventuras de cuatro niños que en realidad eran Khuraman, su hermana Nargiz, su hermano Anar y un primo (Hura, Nargiz, Tima y Azik), a los que su abuelo cuenta un cuento antes de irse a dormir. Un rey viudo, una hija sola, una madrastra mala... Un clásico. Hura, que es Khuraman, se despierta en la noche a beber agua, ve una luz en la puerta que conduce al sótano y se adentra. Los otros le siguen y viven aventuras en lugares mágicos, que en realidad son lugares emblemáticos de un Bakú ancestral. Para inspirarse, le enseñaron fotos de la familia en esos veranos de infancia. La creativa se sintió bien acogida en la casa, aunque al abuelo, que ejercía de patriarca de la familia, no le gustó que avanzada en la treintena, estuviera soltera. "Tienes que casarte", le dijo.

La ilustradora regresó a Mallorca y empezó a pintar. Recreaba las habitaciones de la casa del abuelo, llenas de objetos, los lugares que había visitado, todo muy detallista. En verano, cuando seguía en plena faena, Khuraman le llamó para decirle que quería ver cómo iba el trabajo. Se verían en la isla, donde desde hacía años pasaban unos días en familia. Le mandó una ubicación de una urbanización de la zona de Calvià, con casas de lujo. Otro día la citó a comer con su hermana Nargiz y su marido. "Esta noche iré con mi marido a cenar a París", le comentó Nargiz, una mujer distante y amante del lujo.

El verano anterior, en concreto el 13 de septiembre de 2013, Nargiz había adquirido el edificio Cassasayas en Palma , un edificio emblemático del modernismo mallorquín. Durante esa visita a la isla, en julio, su hermano Anar montó la sociedad Macent, con la que el 10 de octubre de 2014 compró en Mallorca cinco locales comerciales en las Avenidas de Palma y una parte del edificio conocido como Teatro Balear, frente al céntrico Mercado del Olivar. Poco después, el 9 de diciembre de 2014 adquirió dos viviendas en un complejo residencial de Calvià, tres parkings y dos trasteros. Al año siguiente, el 24 de junio de 2015, compra el Hotel K Portals, en Calvià, con la sociedad Sociedad Vaquer Bendinat 22, que luego vendió a terceros para hacer viviendas.

Unos días antes de esta última adquisición, en mayo de 2015, el cuento infantil se presentó en Bakú. La ilustradora fue invitada al evento y de nuevo se sorprendió por el despliegue de la acogida. Un coche oficial le condujo a un lujoso edificio de congresos, con suelo de mármol, escenario y un salón con una mesa en forma de 'u' ocupada por una treintena de hombres de la alta esfera política y económica, junto a sus esposas. En el centro de la mesa, Eldar Mahmudov dio un discurso elogiando el cuento porque estaba hecho a mano, no con ordenadores, y era una exaltación de Bakú, de su historia y su cultura. Luego, cada comensal dijo unas palabras. La ilustradora, relegada en uno de los extremos de la mesa junto a Khuraman, seguía atónita por semejante espectáculo suntuoso y surrealista para la presentación de un cuento, que fue incluso recreado por actores. Pero vio que lo importante allí no era el cuento, sino la exhibición del poder en un país donde política y negocio se entremezclan sin pudor. Mientras aquellos hombres hablaban, sus esposas se limitaban al papel de acompañante bella y muda. Hasta que sonó la música folclórica de Azerbaiyán y todos se pusieron a bailar. Le pidieron que no hiciera fotos. Ella no entendía tanto frenesí por un cuento y más cuando vio la mísera recompensa económica por su arduo trabajo, muy por debajo de los honorarios profesionales de mercado. Khuraman decía que el dinero salía de su bolsillo y no podía pagarle más. El cuento no tuvo promoción alguna ni se vendió aunque tiene una entrada en Amazon, que reseña que no hay ejemplares. La menor de los Mahmudov le comentó que era para donaciones que hacía con una princesa de Arabia Saudí.

La ilustradora se llevó la impresión de que había tratado con gente oscura que ha hecho uso de servicios del Estado para este trabajo. El pasado diciembre Khuraman, la más afable de la familia, le llamó para otro libro. Le respondió que no.