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En estado de alarma

Una pandemia desde el mar

Un mallorquín vive la emergencia en un velero en Fiji después de navegar por todo el mundo - Come lo que pesca, recoge plástico del agua y ayuda en temporada de ciclones

El joven mallorquín con los pequeños de una tribu en Lamotrek, Micronesia

La célebre novela de Daniel Dafoe, Robinson Crusoe, basa su historia en la de un marinero escocés, Alexander Selkirk, que pasó cuatro años en una isla remota de Chile hasta ser rescatado y devuelto a su país. George Whetter, de padre inglés y madre australiana, aunque nacido y residente en Mallorca hasta los 16 años, estaría en la parte contraria a Selkirk, ya que lleva seis años viviendo en el mar. Primero hizo media vuelta al mundo con su familia a bordo de un velero, después la completó trabajando en otro velero de un multimillonario, y desde el 22 de marzo se encuentra en Fiji, un archipiélago del Pacífico Sur, viviendo solo en el navío familiar, donde está pasando la actual pandemia.

Según explica, Fiji ha tenido 18 positivos por coronavirus, aunque solo cuatro de ellos siguen activos. El Gobierno ha anunciado que el país está libre de COVID-19, después de 26 días sin registrar ningún nuevo caso. Aun así, esta región vive mucho del turismo y muchas familias se han quedado sin ingresos. "Sigo la situación en Mallorca y España y los casos no son comparables a los de aquí, pero si hubiese llegado a todas las islas sería el final para muchos, en Fiji el sistema sanitario no lo hubiese soportado", relata.

En ese archipiélago siguen habiendo restricciones de movimiento, sobre todo para entrar y salir del país. De hecho, el joven volvía de un viaje a Indonesia a mediados de marzo, que hizo con amigos llegados desde Mallorca, hizo escala en Sydney y al no ser local de Fiji no le dejaron pasar. "Llamaron a inmigración y finalmente me dejaron regresar al velero", recuerda.

Desde entonces, come lo que pesca durante el día, recoge plástico del mar durante horas y se dirige a toda vela, nunca mejor dicho, a las islas que necesiten ayuda, ya que están en temporada de ciclones y hace poco que sufrieron uno de categoría cinco. "Hemos hecho lo posible para ayudar a todos con la destrucción, pero ha habido muchas limitaciones para hacer llegar comida, agua potable y tiendas de campaña", lamenta. Aun así, destaca que ha organizado la fabricación de filtros de agua para las familias afectadas, además de hacer distintas donaciones para reconstruir las casas.

¿Qué le ha llevado a vivir de esta manera después de 16 años en Mallorca? Whetter nació en Alaró y vivía en Santa Eugènia junto a sus padres y sus tres hermanos. En el 2012 a su padre le diagnosticaron cáncer, una enfermedad a la que venció después de un año de lucha. "Él vio lo corta que puede ser la vida y las sorpresas que te puede dar, así que decidió que quería cumplir su sueño: vivir en un barco", cuenta el joven mallorquín.

Así, lo vendieron todo y en 2014 empezaron "una experiencia inolvidable". Zarparon desde Mallorca y visitaron el Mediterráneo a través de Grecia e Italia. Se dirigieron a Gibraltar para pasar por Marruecos y las Islas Canarias antes de atravesar el Atlántico, llegando así al Caribe después de 19 días sin ver tierra. "Hubo momentos duros, estuvimos días seguidos con grandes tormentas que rompían las velas y dificultaban mantenernos en pie para hacer funcionar el barco", relata Whetter.

Pasaron por diferentes enclaves del Caribe como el territorio francés Martinica o la región dependiente de los Países Bajos, Aruba. Panamá fue la última parada americana, ya que cruzaron el canal del país que separa el Atlántico del Pacífico. "Aquí empezó el verdadero viaje", cuenta el joven. En el Pacífico Sur estuvieron una semana de travesía desde Panamá hasta llegar a las Islas Galápagos, y de ahí otros 19 días sin ver tierra hasta llegar a las Islas Marquesas, territorio ya de la Polinesia Francesa. En este conjunto de archipiélagos de Oceanía pasaron por Tahití, Bora Bora o Tonga hasta llegar a Fiji. "De verdad que estuvimos por tantas islas que no puedo decir todos los nombres, los tuvimos que apuntar", recuerda Whetter.

Después de unos meses en Fiji la familia decidió volver a Australia por la escolarización de los dos hermanos más pequeños. "La idea era ir a Australia, de donde es mi madre, para volver a empezar la vida, pero yo no lo veía así, después de dos años navegando quería seguir haciendo lo mismo para explorar más lugares". Por esta razón, se embarcó en un velero de más de 60 metros para trabajar como tripulante.

Con este navío terminó la vuelta al mundo que empezó con su familia. Hicieron todo el sudeste asiático y llegaron al Mediterráneo a través del Canal de Suez, que separa el propio Mediterráneo del Mar Rojo, en Oriente Medio. Así, el año pasado George volvía a pisar Mallorca, el lugar desde el que zarpó cinco años antes.

"He aprendido mucha cultura en este largo viaje", cuenta el joven mallorquín. Ha estado al lado de un volcán en erupción en Vanuatu, un archipiélago del Pacífico Sur, ha nadado entre tiburones ballena en Indonesia o ha convivido con tribus en Lamotrek, un pequeño estado de Micronesia. "Ahí la gente vive con lo que tiene: cocos y peces. Si les das a elegir entre 100 euros o una máscara de buceo sin duda eligirían la máscara. No valoran el dinero pero son las personas más felices que he visto", relata Whetter en referencia a estas tribus.

"Cada día es un recuerdo más, siempre aprendo algo", destaca. "Y si en algún momento estoy aburrido, sé que al día siguiente me esperarán no uno, sino dos momentos nuevos. Por mucha pena que pase dejando atrás todo lo que he visto, sé que este camino, sea a donde sea, no tiene final, y eso es lo que me llevo de vivir así", dice Whetter.

Aun así, este largo viaje no ha sido siempre un camino de rosas. "Lo que de verdad me ha quedado impreso en la cabeza después de seis años en el mar y dar una vuelta entera es el problema del plástico. Es muy duro ver la acumulación de estos residuos", lamenta el joven mallorquín.

Esta problemática afecta mucho a la biodiversidad, ya que contamina, los peces pueden morir por ingerirlo, y los humanos podemos comer peces que lo tengan en su interior. "He recogido toneladas de plástico a lo largo del viaje, en diferentes partes del mundo. Aun así, esto no cambia nada porque la solución no es recogerlo sino dejar de comprarlo", expone.

George lleva años intentando "aumentar la conciencia" de todo el mundo por el tema del clima y la contaminación del mar. "No hay mucha gente que haya tenido la suerte de ver el mundo como lo he visto yo, por lo que me parece irresponsable no mostrar mi visión e intentar educar", destaca.

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