Miquel Castells llevaba más de un año y medio esperando para que le operaran y le cambiaran la prótesis de la rodilla. Miraba en el calendario cómo se aproximaba la fecha: 18 de marzo de 2020.

En las últimas semanas tenía ya mucho dolor y apenas podía caminar: "Ha habido momentos en que he llorado como un niño por el dolor". Tres días antes de la operación, el 15 de marzo, se decretó el Estado de Alarma en España. El sistema sanitario debía volcarse en combatir el coronavirus y la actividad asistencial debía restringirse al mínimo esencial. Así que a Miquel no le sorprendió la llamada del hospital anunciándole que se posponía la intervención.

A sus 75 años lo aceptó con resignación mallorquina: " I, què has de fer?". Así que siguió esperando, alargando un plazo que ya en condiciones normales es largo ya que traumatología es una de las especialidades con más pacientes y más tiempo de demora. Por fin esta semana le llamaron. Volvía al ruedo.

Del 18 de marzo al 18 de mayo

El viernes acudió a Son Espases y le hicieron todas las pruebas del preoperatorio. "El médico me dijo que la prótesis se estaba comiendo la tibia, me tendrán poner una placa". Mañana es el día: le operan exactamente dos meses después de la primera fecha que tenía. Casi dos años después de que empezara anotar que algo no iba bien en su rodilla.

Hace dos semanas que el sistema de salud ha empezado a encender los motores. Se ha reactivado un tercio de las consultas, las pruebas y las intervenciones quirúrgicas que quedaron en el limbo y el día 18 se prevé aumentar un 33% más la actividad.

Como era de esperar, las listas de espera reflejan la parálisis en un incremento de los tiempos de demora. El número de pacientes están pendientes de operarse no ha crecido ya que que al pararse la asistencia no han entrado nuevas personas en la cola.

Así, si el pasado febrero había 12.800 nombres con fecha para pasar por quirófano, hace tres días (último dato actualizado) eran treinta menos. Eso sí, como es natural los plazos se han alargado y si en febrero el promedio de espera (depende mucho de la especialidad) para operarse era de dos meses y medio (76 días) ahora supera los cuatro meses (133). Así, se han multiplicado casi por cuatro el número de personas que llevan más de seis meses a la espera de una intervención quirúrgica, pasando de los 817 pacientes de antes del inicio de la pandemia a los 3.000 que había registradas el pasado jueves.

Estos pacientes en teoría (si no hay cambios en el actual contexto) tienen derecho a la aplicación del decreto de Garantía de Demora, por el cual pueden solicitar ser operados en un centro concertado y que el IB-Salut asuma el coste. También tendrían derecho a reclamarlo los 26.278 usuarios que llevan más de dos meses esperando una cita con especialista,cifra que ha crecido un 400% desde febrero.

De 32 a 75 días de espera media

Al reducirse la actividad y no producirse derivaciones a consultas externas, también ha descendido el número global de pacientes en las listas de espera para ver al especialista (de 45.168 a 35.978), pero los tiempos se han estirado: si antes la demora media era de 32 días ahora es de 75.

"El sistema ya estaba sobrecargado e iba muy apurado y esto lo ha amplificado", considera un paciente que el pasado verano fue operado de un cáncer de esófago.

Estos meses de confinamiento ha visto cómo se paralizaba el seguimiento del cáncer y de las visitas con diversos especialistas que necesita para recuperarse de las consecuencias de la operación: a nivel respiratorio, digestivo, de voz...

"Me dijeron que lo que no recuperara de voz el primer año ya no lo recuperaré", lamenta este hombre, que prefiere no dar su nombre. "También me dijeron que tenía que hacer un tratamiento respiratorio porque había perdido mucha capacidad, pero nunca llegué a iniciarlo".

Otra consecuencia de la operación que ha seguido su curso estos meses sin supervisión ni tratamiento es una hernia: "Me la vieron en diciembre y el médico me dijo que estaba muy preocupado y que igual tenía que volver a operarme. La sintomatología ha empeorado, yo ahora ya no puedo levantar ni una garrafa, tengo dolores y nadie me dice nada".

Necesitaba un TAC para controlar la hernia y también hacer seguimiento del cáncer, una prueba diagnóstica que estaba pedida desde diciembre. A mediados de abril tenía que ir al hospital para que le limpiaran el dispensador de quimioterapia y aprovechó para ir a radiología y logró que le citaran para el TAC. Ahora sigue pendiente de que le den fecha para que el especialista lo revise.

Como paciente oncológico en teoría entra en los servicios esenciales que no se han interrumpido, pero solo tuvo una cita con el oncólogo por teléfono (la próxima es dentro de un mes) y con el resto de los especialistas se ha cancelado la atención (solo con los nutricionistas ha tenido un muy satisfactorio seguimiento telefónico): "Es como si no considerasen oncológicas las otras visitas, pero todo está relacionado, creo que el problema es que no están coordinados".

Ha ido varias veces a Son Espases "a pelearlo". E intentó poner una reclamación en la oficina del Defensor del Paciente pero le dijeron que no aceptaban quejas por citas canceladas "porque las agendas estaban cerradas".

Dice tener interiorizada "la gincana" que es lograr respuestas de varios departamentos del sistema de salud, pero lamenta no haber tenido más remedio que ir en persona al hospital: "Cada vez que voy me expongo al virus y soy una persona de riesgo", recuerda.

Concluye que todo le genera una cierta "ambivalencia". Lo explica: "El sistema de salud me ha salvado la vida, el médico me ha salvado la vida, pero a la vez los acuso, ahora no me atienden, ni me cogen el teléfono". Y ahí sigue, a la espera. Qué remedio. Que a nadie se les escape cuál es la etimología de la palabra paciente.

Mayte Jiménez padece tantas alergias que tiene que ir al alergólogo una vez al mes. En abril tenía una consulta conjunta con el alergólogo y el inmunólogo para estudiar si le volvían a poner una vacuna pero con la crisis sanitaria no ha podido ni hacerse las pruebas.

"Entiendo la situación, todo es muy complicado y a mí me gustaría estar mejor, pero lo mío no es de vida o muerte", razona, "y la médica me dijo que me darían prioridad cuando pudieran volver a llamar".

Celebra además con alivio que así como el año pasado "estaba fatal", esta primavera la lleva mejor. Lo achaca a cambios que ha introducido en su alimentación, pero también a las consecuencias del confinamiento: "Friego un montón, salgo muy poco y siempre voy con mascarilla... también creo que está muy ligado al estrés".

Elena Rivas tiene un problema digestivo y logró, tras más de un año de espera, que le dieran cita el pasado día 16 de marzo para realizar una analítica y la posterior revisión con el especialista este mismo día.

Tras tanto tiempo aguardando, cuando le llamaron para cancelar la cita admite que al principio sintió algo de frustración: "Pero luego en seguida entiendes que es una situación muy excepcional". Cuenta que hubo un poco de descoordinación entre el centro de salud y Son Llàtzer: le llamaron del centro para anularle la analítica, pero en el hospital decían no saber nada.

Se declara como una "gran defensora" del sistema público de salud y alaba su calidad y sus excelentes profesionales, pero apunta que en los últimos tiempos sí se ha planteado las ventajas de un seguro privado "para no tener que esperar un año para una cita". U ocho horas en urgencias antes de ser ingresada con gripe y neumococo.

"Este tiempo extra de espera de ahora te genera cierta intranquilidad", señala, "y mi problema es algo que me causa molestias cada día". Pero, aunque es cierto que la prueba era precisamente para descartar cosas y que tiene antecedentes familiares relacionados, intenta no especular ni adelantar nada y se mantiene serena. Además, cree que es momento de ser solidario: "Que atiendan primero a los que más lo necesitan".