El estado de alarma empezó mal para Francina Armengol, sumando nuevos agravios y desplantes de su líder socialista. Pedro Sánchez mandó al Ejército a desfilar por la isla desde el primer día, un postureo innecesario que enervó al Consolat, y desoyó su exigencia de cerrar inmediatamente el aeropuerto. Cuando el presidente se dignó a acceder, varios días después de iniciarse el confinamiento, Armengol salió a celebrar "el cierre" de la puerta de entrada a Mallorca, que nos garantizaba la "protección" frente al maldito coronavirus.
La presidenta, tan encantada de tirar de relato, debió llegar a creerse que en verdad Mallorca estaba a salvo del contagio extranjero. Mallorquines avispados alertaron desde el minuto cero que en el aeródromo palmesano seguían llegando a diario vuelos germanos. Así ha sido cada día, durante los últimos dos meses. Ayer mismo llegaron aviones de Colonia, Düsseldorf y Múnich.
Armengol debería explicarle a un 'inquero', un 'pobler' o un 'murero' por qué no han podido ir durante todo este confinamiento a su segunda residencia en el Port d'Alcúdia o Can Picafort, mientras otros llegaban desde Alemania a su casa en la costa de Andratx o Calvià. Por si fuera poco, entre tanto aterrizaje alemán un mallorquín ahora ni siquiera puede entrar en llegadas a recoger a un pasajero. Brutal. A eso sí se le llama tener Son Sant Joan cerrado a cal y canto. Aena, claro, ¿quién si no?