Por primera vez en tres meses, el coronavirus me arranca una carcajada. Mis contados compañeros sin teletrabajo levantan sorprendidos la vista de sus ordenadores. La vida entera es una farsa tragicómica, pero nadie hubiera extendido esa cualidad al Boletín Oficial del Estado. La Autoridad Portuaria del Govern asumía gallarda en marzo los cruceros que huían de la Italia apestadacruceros que huían de la Italia apestada, en mayo se impone una cuarentena para pisar Mallorca. Solo falta precisar si los confinados pagarán ecotasa durante el encierro, puesto que se detalla la obligatoriedad de la mascarilla. La improvisación permanente transcurre bajo las mismas siglas políticas.

Pedro Sánchez ya no solo emplaza a María Jesús Montero para afrentar a los mallorquines, ayer movilizó a dos ministerios contra la isla. Si Sanidad implantaba la cuarentena disuasoria para cualquier viajero, el ultramontano Marlaska ordenaba desde Interior que "se restablecen los controles en las fronteras aéreas y marítimas". Todo ello en el mismo día en que Balears no anotaba ni un solo nuevo caso de coronavirus. Cero enfermos, cero turistas. Un empate.

Con las disposiciones de ayer, el país con más coronavirus del planeta se proclama un templo de pureza. Imita a los Estados Unidos de Reagan, que en los ochenta prohibían la entrada de infectados de sida cuando la mayoría de seropositivos mundiales ya residían en su interior. El reaccionario Marlaska desempolva la palabra de extranjero o bárbaro, como si alemanes y británicos se comportaran igual que aquellos tártaros que catapultaban a cadáveres de fallecidos por la plaga al interior de las ciudades que sitiaban.

El problema de los ministros de Carpetovetonia (qué sería del iracundo periodismo español sin el homenaje de ordenanza a Larra) consiste en que las medidas en el seno de la acogedora Unión Europea no deberían adoptarse atendiendo a la procedencia o a la distancia, sino al riesgo de contagio.

Bajo este principio, se deberían prohibir a rajatabla los vuelos a Palma, imponiendo la cuarentena a los pasajeros de dicha filiación. En el balance actual de la pandemia, el aterrizaje en Son Sant Joan de diez aviones procedentes de Hamburgo posee menos riesgo que una sola llegada desde Barajas. Máxime cuando la orden condenatoria subraya que "la unidad territorial en el desarrollo del Plan de Transición es la provincia".

El "Solo se permitirá la entrada en el territorio nacional a ciudadanos españoles" atiende a un criterio patriótico inseparable de Marlaska, pero no adjunta una justificación epidemiológica. Si los españoles se hallan en el extranjero, comparten el riesgo de contagio del país de origen del vuelo, salvo que el ministro del Interior haya descubierto que el coronavirus ataca por nacionalidades. Y si estos pasajeros comparten las cuotas de contagio españolas, todavía peor.

La orden de Interior carga contra los falsos residentes extranjeros en Mallorca. Por algo detalla admonitoria en su introducción que "conviene recordar que el mero hecho de poseer una vivienda no acredita la residencia en España". Perfecto, salvo que esta disociación también afecta a los madrileños que volaron a refugiarse en su predios mallorquines, tan pronto como Sánchez proclamó el confinamiento en diferido. Así se propagó el veneno vírico.

La discriminación no es baladí. Si Palma efectuara una oferta exclusiva para pasajeros procedentes de Madrid o Barcelona, la medida sería anulada de inmediato por Bruselas. Véanse como precedentes el descuento para indígenas del tren de Sóller, o la multa millonaria a Meliá por seleccionar la nacionalidad de sus clientes. A propósito, Gabriel Escarrer junior acaba de aprender cómo las gasta el vengativo Sánchez a quien insultó en directo en un foro de Exceltur, cuando el turismo todavía existía. Tal vez no fuera la jugada más inteligente.

Mientras en Madrid haya un solo enfermo, España no estará curada, en la versión sanitaria del futbolístico "el partido acabará cuando marque el Madrid". La cacicada se aplica de la noche a la mañana, sin preaviso a Europa ni al Govern socialista de una comunidad que solo vive del turismo, por lo que está muerta. O intubada en coma inducido, en la imagen misericordiosa de Paul Krugman.

El Govern irredento se adelanta a presumir de democrático, porque se entera de los hachazos de sus hermanos del PSOE madrileño por el BOE, al mismo tiempo que los restantes mallorquines. A continuación debe comparecer Negueruela, quién si no, a contemporizar que la clausura del turismo y las cuarentenas tienen fecha de caducidad. Y es cierto que solo son válidas "hasta las 00:00 horas del 24 de mayo", pero solo porque en ese momento caduca el Estado de Alarma de prolongación garantizada.

De hecho, Marlaska se despide de ustedes con un prometedor cierre en activo "sin perjuicio de las prórrogas que pudiesen acordarse". Y por una vez se ve superado en sadismo por el catalán Salvador Illa, poco filosófico al precisar que la cuarentena para extranjeros "mantendrá su eficacia durante toda la vigencia del estado de alarma y sus posibles prórrogas".

A beneficio de inventario, TUI no comparte la indiferencia del Govern del PSOE ante la enésima descalificación del Gobierno del PSOE. Si Negueruela necesita más argumentos angélicos, puede presumir de que también Islandia somete a una cuarentena de dos semanas a sus visitantes extranjeros. Claro que la isla nórdica posee una densidad demográfica sesenta veces inferior a la mallorquina. La medida se vuelve por tanto sostenible, por emplear el adjetivo fetiche del socialismo, sin más que reducir a Mallorca a veinte mil habitantes. Los 900 mil restantes pueden repoblar la España vaciada, tras la oportuna cuarentena.

Subsiste una evidencia difícil de contradecir. En todo avión que cruza los cielos europeos viaja una media de un pasajero con coronavirus, en la estimación más conservadora. En fin, aislamientos y cuarentenas no modificarán la geografía urbana. Los parados sustituirán a los turistas como paseantes sin rumbo por la ciudad. La isla se ha llenado de mallorquines, merecen un respeto porque no gastan menos que los cruceristas. La operación economicosanitaria ha sido un éxito, lástima que el paciente haya muerto.

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