Paula Tugores llega [ayer] a Casa Miss y se sienta junto a su amiga Caterina Fiol. Toman su primer café del día, y comentan que hay bastante gente en la plaça Major de sa Pobla. Paula cambia de silla, porque se había sentado de espaldas a la plaza, y dice que así podrá ver “mejor” el ambiente. Pide medio pa amb oli de jamón serrano a Jaume Mir ‘Misset’, el hijo mayor de Casa Miss, y contempla una animada y alegre plaza, donde también han abierto sus terrazas el bar sa Picada y s’Àgora: “Parece que el tiempo no ha pasado”, dice emocionada. “¡Mira, mi madre con mi abuelo!”, espeta señalando la otra punta del lugar. Benditas coincidencias.

Coincidir de casualidad con alguien y reecontrarse con la gente son algunas de las pequeñas cosas que más se echaban de menos en los pueblos. Desayunando en Casa Miss también están Catalina Vallespir, Magda Pons, Magda Siquier, Antònia Company, Magdalena Vallespir y Maria José Antón. Fueron previsoras: nada más saber que los bares podían abrir a partir del 11 de mayo, llamaron a Casa Miss para reservar mesa. Comparten la ilusión por su reencuentro en plena inauguración de la fase 1: “Ya necesitábamos recuperar un poco la rutina y ver a la gente”, dicen, apurando el café, mientras en las mesas vecinas van llegando más clientes. Una imagen que no se parece a la que recuerda Magdalena Vallespir: “Algunos días pasaba por aquí para ir a comprar y me parecía muy triste verlo todo tan vacío”.

Llorenç Crespí hojea el Diario de Mallorca mientra espera, junto a su nieta Ariadna Crespí y su amiga Sandra Comas, que ‘Misset’ llegue a su mesa con los añorados platos de variat. “El café y la tertulia es lo que más echaba de menos”, dice Llorenç; pero a las más jóvenes se les hacía la boca agua cuando mencionaban uno de los platos estrella de Mallorca: “Ya me apetecía mucho estar al aire libre, coincidir con alguien por casualidad y disfrutar de un buen variat”, enumera Sandra, que busca complicidad en la mirada de su amiga.

Cervezas, cafés en todas sus maneras (cortado, con leche, largo, con hielo), copas de vino tinto, botellas de agua y platos y más platos de variat abarrotan cada dos por tres la bandeja de ‘Misset’, que entra y sale del local sin descanso, pero sin dejar de sonreír. Deja un cortadito en la mesa que ocupan las amigas Cati Cladera, Maria Cañellas, Bel Socias y Pascuala Crespí. Antes del confinamiento, señalan, se encontraban “cada día, tant si plou com si fa sol”. No comen variat, es “demasiado para estas horas”. Todas degustan su café menos Cati, que saborea una cerveza. La excusa está clara: “Esto hay que celebrarlo”.

En una de las mesas de sa Picada, un grupo de jubilados desayuna. Son Francisco Bonnín, Xisco Bennàsser, Toni Quetglas y algunos más, aunque no quieren decir su nombre ni salir en la foto “para que no se enfade nadie”. Antes del confinamiento se encontraban cada día. “Si no desayunas te mueres, y si desayunas también, pero más contento”, exclama Bonnín, provocando la risa de “sus compañeros”, tal y como se llaman entre ellos, mientras mastican pan mojado en la salsa picante del variat y dan sorbos a sus botellines.

En la suculenta plaza del municipio no cesa la demanda de comida, y las cocinas de los bares echan humo. Por fin, el olor a variat vuelve a llenar las calles de sa Pobla.

Aplausos para Ca’n Moixet

En Pollença también es habitual desayunar en Ca’n Moixet de una tapita de variat, aunque hoy [ayer para el lector], día de estreno, han preferido no arriesgarse. Aun así, a Cati Capó y Jaume Llompart (dos de los dueños del bar) no les han fallado sus clientes habituales. “Nos hemos emocionado mucho, un grupo de amigas que hace 25 años que vienen cada día nos ha aplaudido al llegar. Está siendo un día de muchos sentimientos”, dice Cati, que no olvida mencionar el esfuerzo que han echo para que todo esté en las condiciones pertinentes: “Hemos leído el BOE de palabra a palabra para tener claro cómo teníamos que hacer las cosas. Yo creo que todos necesitábamos que nuestro pequeño mundo volviera a ponerse en marcha”, apunta Cati, que afirma que lo que peor lleva es no saber cuándo podrá a reincorporar a todo el personal. “Es una situación muy difícil y a todos nos gustaría que fuera diferente. A veces no sabes si lo estás haciendo bien”, lamenta.

En la terraza de Ca’n Moixet están Maria Vives y Jordi Albis a punto de acabarse su religiosa copa de Palo que les han servido junto a unas aceitunas. “Agradecemos mucho que hayan abierto, este bar, es muy importante para los pollencins, y para todos los extranjeros que vienen aquí. Todo el mundo lo conoce, y es un placer volver a disfrutar de estar en la terraza tomando algo”, señalan. Allí se han encontrado con varios familiares que hacía dos meses que no veían. “Hay que mantener las distancias, y nosotros llevamos mascarilla por precaución, pero verse ya es algo”, dice Vives, a modo de consuelo.

En Manacor, el inicio de la fase 1 ha coincidido con el día de mercado local, lo que ha provocado que los camareros de los bares que han abierto acaben la jornada con un buen par de kilómetros andados. En el bar Mingo y s’Agrícola ha habido mucho ambiente durante toda la mañana y parte de la tarde, minvando un poco durante la hora de comer. Desde el Mingo señalan que no se esperaban tanta gente, ya que pensaban que la gente tendría más miedo.

Muy diferente a sa Pobla, Pollença y Manacor era la estampa de Sóller, donde los bares decidieron no abrir. La semana pasada lanzaron la campaña SOS Volem tornar! Així no! para exigir a las administraciones públicas “garantías” en materia de seguridad para abrir sus establecimientos.

Día agridulce para las tiendas

También ayer abrieron muchas tiendas, como DA-DA, de Cati Bennàsser, en Pollença. Mascarilla, guantes, gel desinfectante en la puerta y solo una clienta dentro de la tienda. “Ha sido muy duro asimilar todo esto, tener que cerrar y luego abrir sin saber qué pasará. Pero bueno, abres, y que entre quien tenga que entrar”, dice Cati, que ha tenido alguna visita y a la que le alegra una sensación: “Confío en la gente y creo que ahora valorará más la proximidad, será más consciente de lo que sufrimos”, expresa. En Inca, la zapatería Soho, de Catina Vallès, también abrió sus puertas, y aseguró que hoy [por ayer] había sido un buen día en cuanto a ventas: “Han venido a buscar zapatos para los más pequeños porque les habían crecido los pies. La gente ahora comprará lo que necesite, habrá una semana de movimiento, pero creo que luego parará. Tendremos que esperar unos días para ver si la caja es real y vale la pena”. Señala que si no hay turismo, los negocios de Inca también se verán afectados, pero de manera indirecta: “Aquí compra gente local. Y si no tiene dinero porque no tiene trabajo, nosotros tampoco”.