La Fundación Nacional Francisco Franco ha hecho público el fallecimiento, la semana pasada, de Carlos de Meer y de Ribera. No había órgano más adecuado para trazar la esquela formal del óbito del último gobernador franquista de Balears. De Meer era patrono de la fundación que procura lustre para la memoria del dictador, pero también el hombre que se esmeró, sin que nadie se lo hubiera propuesto, en ser más purista, en cuanto al recorte de derechos y libertades, que el propio régimen. El franquismo estaba agotado y envejecido ya a mediados de los 70, pero Carlos de Meer no. Y a Balears le tocó la mala racha de postergar la apertura de libertades con el verso libre y nada afinado de las salidas de tono, las represiones y las prohibiciones de un militar de brillante carrera, incluso civil, con currículum académico chirriante con su ideología, actitud personal y sus estériles dotes de gobierno. Porque imponer y sancionar no es gobernar. Es pánico al servicio público al que militares como De Meer juran fidelidad en nombre de una patria que ellos entienden por exclusiva.

Entre estas coordenadas de estrechez y naftalina se ha movido hasta el fin de sus días el último gobernador civil franquista de Balears. Puso tanto ímpetu en ello que acabó estrellándose contra sus propias acciones. Ser más franquista que Franco es demasiada ambición para un hombre.

El coronel de caballería Carlos de Meer y de Ribera fue gobernador civil de Balears entre abril de 1974 y enero de 1976. Sin duda superó con creces el celo para el cargo que le había encomendado el ya decadente Gobierno de Arias Navarro. Además de militar con el número uno de su promoción, De Meer era arquitecto técnico y contaba con licenciaturas en matemáticas, derecho, económicas, sociología y un doctorado en ciencias políticas por la Universidad Complutense de Madrid de la que también fue profesor. El almirante Carrero Blanco le encomendó la dirección de su gabinete de presidencia del Gobierno. Había nacido en Valladolid el 28 de mayo de 1928.

El golpe de estado de Tejero, el 23 de febrero de 1981, le pilló en el estado mayor de la división de Caballería Pavía 4. No estaba implicado, pero esperó órdenes y después, en el juicio por el alzamiento, defendió al capitán Francisco Dusmet García-Figueras. El propio de Meer también se sentó en otra oportunidad en el banquillo de los acusados, fue en 1986 en Sevilla a causa de su controvertida visita a Gaddafi, en Libia. Dijo que buscaba fondos para un periódico integrista. Fue condenado por abandono del puesto. Ya en la reserva público libros sobre Isabel la Católica, el franquismo y la influencia del Islam en Occidente. En Balears tuvo tiempo también de causar conflictos diplomáticos.