Día 35. Pasan cosas increíbles en un domicilio cualquiera durante una cuarentena. Mi hijo se va a por unos calzoncillos al cajón antes de ducharse y se encuentra con una prenda de color negro completamente cubierta de unas bolitas blancas pequeñísimas. "Esto sí que es un misterio, mami", y corre feliz a buscar una lupa. A mí me da una mala espina y una aprensión locas que intento disimular, y registro el mueble de arriba abajo. Nada. Dejo los gayumbos en la ventana para que el científico los examine, y busco posibles focos de humedad, serrín o algo. Ninguna otra ropa está afectada. Cero pistas. Cuando voy a dar la vuelta a los calzoncillos para seguir investigando asoma la cabeza una mariposa marrón enorme, que se ha debido meter por la pernera mientras estaban tendidos secándose. Suelto un grito y los zarandeo por la ventana, para consternación de los niños, que me presentan una enmienda a la totalidad. "¿Qué haces? La has sacudido tan fuerte que igual la has matado", critica él. "Lo que pasa es que a ti no te gustan los insectos, ya les has puesto una trampa a las hormigas de la cocina y echas de casa a esas moscas pequeñas. Ni quiera me dejaste tener un moscardón como mascota, y la mariquita que me encontré en el terrado estaba seca". Se va muy enfadado a por Mi primer gran libro de los bichos. Luego ataca ella. "¿No te da pena de esa mamá? Es una mamá como tú y la has separado de sus propios huevos, ya no tendrá bebés", me fustiga mientras cojo con dos dedos los calzoncillos y los meto en la lavadora. Le digo que si los dejamos vivir tendremos en el armario una plaga, pero no le convence y me cruje a preguntas sobre la maternidad de los insectos y si esa mariposa en concreto podrá formar otra familia. "¿Te gustaría a ti que viniera alguien y se nos llevara y quedarte sola?" "Vale, pero solo un ratito", me río y ella se va muy enfadada abrazando a su muñeco.
Diario de una madre teletrabajadora