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Diario de una madre teletrabajadora

La legalidad del chándal

Por Pilar GarcésLlevan media hora de extraño silencio, después de un rato largo de hostilidades. Así que aprovechando que la aplicación de actividad me recuerda que llevo muchos días sin conseguir mi propósito de mantenerme de pie un número irrisorio de minutos...

La legalidad del chándal

Día 30. Llevan media hora de extraño silencio, después de un rato largo de hostilidades. Así que aprovechando que la aplicación de actividad me recuerda que llevo muchos días sin conseguir mi propósito de mantenerme de pie un número irrisorio de minutos abandono la lectura de un artículo sobre la apocalipsis económica que se avecina y me acerco a su guarida sigilosamente.

Ella juega con sus bebés en la alfombra, se afana con comidas y ropas, y les dice cariñitos en los que me reconozco. "Uy, chicos, que ya no me puedo ni levantar del suelo", suelta mientras se pone de pie trabajosamente y con mucho aspaviento. "Qué fuerte, me estás imitando. Pues yo no hago eso", le interrumpo muy mosqueada. "Un poco sí, mami", interviene él, mientras hace una plancha lateral con un solo brazo como quien no quiere la cosa. "Dijiste que ibas a empezar con el vídeo de pilates y no has empezado", me recrimina mientras corretea a toda velocidad doblado, usando pies y manos como nuestros ancestros hace unos cuantos millones de años. "No he tenido tiempo", me defiendo. Ni ganas, cabría añadir. Lo vas dejando en la confianza de que se levantará la cuarentena y volverás al gimnasio por la fuerza, y tal día hizo un mes. "Pues vas en chándal para nada", remata el niño, que ahora está cabeza abajo haciendo tijeras con las piernas. Les informo de que ahora que la mujer más elegante del mundo, la editora de Vogue Anna Wintour, se ha puesto un chándal para su glamuroso confinamiento neoyorquino, todas las demás podemos enfundarnos esta prenda sin complejos, sin remordimientos y sin justificaciones.

Una persona en chándal ha dejado de ser el "bulto sospechoso" que decía Arturo Fernández. El chándal se ha convertido en el uniforme de la resistencia hogareña, pasiva, pero resistencia al fin y al cabo... Mi hijo interrumpe la disgresión. "No lo pillo. ¿Entonces te vas a poner un vaquero para el pilates?"

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