La pandemia ha cerrado templos, parroquias, sinagogas y mezquitas de Mallorca, por lo que las distintas confesiones religiosas implantadas en la isla han tenido que reinventarse para cumplir, dentro de lo posible, con sus respectivos calendarios religiosos. La combinación de fe, paciencia y nuevas tecnologías -cuando se puede- permite a católicos, musulmanes, judíos e hindús adaptar sus ritos y ceremonias al confinamiento, y seguir en contacto hasta que vuelva la normalidad.

Las restricciones asociadas a la propagación del virus ha alterado la celebración del Pesaj (Pascua judía) que dio inicio el pasado miércoles. "Es la fiesta religiosa más antigua del mundo y una de las más importantes para nosotros. Conmemoramos la huida de Egipto y normalmente lo celebramos con un ritual en la sinagoga y una cena comunitaria. Pero esta vez no podremos hacerlo", lamenta Josep Maria Molina, presidente de la asociación judía de Mallorca.

La sinagoga de Palma cerró con la entrada en vigor del decreto de alarma y las cerca de 400 familias que suma este colectivo en la isla no pudieron conectarse por Internet al estar prohibido el uso de la electricidad. "Es Yom tov y hay unas determinadas limitaciones. Pensamos hacer una conexión a través de Facebook para seguir la ceremonia, pero no podemos conectarnos a internet durante el ritual. Hicimos una consulta al rabinado y nos confirmó que, efectivamente, va contra la ley judía", subraya Molina.

Disponibilidad de pan ácimo

Pese a todos los inconvenientes, la comunidad judía en Mallorca sí ha podido cumplir con la tradición de comer Matzoh (pan ácimo) y vino kosher porque lo encargaron con antelación a la emergencia sanitaria. "Lo comemos por estas fechas y por suerte lo hemos podido repartir a domicilio entre nuestros miembros. Al final es cierto que todo esto nos está condicionando, pero todas las familias judías del mundo están en la misma situación", manifiesta.

La pandemia ha trastocado la vida de millones de personas, pero Molina no contempla una lectura religiosa de todo lo que acontece. "Esta situación nos ha cogido desprevenidos a todos y es más grave de lo que muchos pensábamos. Pero no hago una interpretación diferente a la que pueda hacer cualquier otra persona. Simplemente, que la gente sea responsable y se quede en casa", concluye.

También la comunidad musulmana en Mallorca ha visto seriamente alteradas sus prácticas religiosas. Mezquitas y centros de oración están cerrados, por lo que de momento están prohibidos los rezos colectivos. "No importa porque nuestra fe no nos permite realizar una práctica religiosa que ponga en riesgo la salud de la humanidad", valora Mahfouz Abu Mahfouz, delegado de la Comisión Islámica de España en Balears.

Preocupa más el Ramadán, fiesta a la que están convocados los 65.000 musulmanes que se estima hay en las islas y que este año empieza el 24 de abril. Es decir, todavía con el confinamiento en vigor. "Aún no sabemos cómo tendremos que hacerlo. Rezamos a Dios todos los días para que salve a la humanidad y regrese la normalidad lo antes posible", destaca Mahfouz.

A Francisco Javier Giménez rezar en su domicilio no le supone ningún trauma. Al contrario. "Hace muchos años en Palma solo éramos unos cuantos españoles musulmanes y no había mezquitas ni nada parecido, así que rezábamos en casa. Y ahora también te adaptas porque es una cuestión de salud que nos afecta a todos. Son cinco rezos al día que pueden ser cortos y basta con estar orientado a la Meca. No es nada complicado", subraya el presidente de la Liga Musulmana de Balears.

Esta comunidad ha enraizado en Son Gotleu, donde la escasez de recursos impide a muchas familias mantenerse conectados por internet. "Nos planteamos usar las nuevas tecnologías, pero solo hay un pequeño porcentaje de hogares con conexión. Participamos en una plataforma vecinal en el barrio y veremos qué posibilidades tenemos", indica Giménez.

Considera que el confinamiento no alterará el ayuno del Ramadán, pero lamenta que los musulmanes no puedan reunirse. "Las mezquitas también son un punto de encuentro social y familiar en el que todos nos ayudamos. Me preocupa porque hay familias que lo están pasando mal, a ver cómo podemos organizarnos", destaca.

Platós de televisión

Muchas parroquias de la isla se han convertido en improvisados platós de televisión para hacer llegar a los fieles la palabra de Dios en directo. Los párrocos han tenido que reinventarse ofreciendo misas en streaming, retransmitidas por Facebook y con la posibilidad de darse la paz con un mensaje de texto.

Los católicos han tenido que renunciar a las procesiones de Semana Santa y el obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, tuvo que oficiar la eucaristía del Domingo de Ramos en una Seu completamente vacía. La escena, insólita, ya es una de las imágenes icónicas de esta pandemia en Mallorca. "En general, todo el mundo ha aceptado las indicaciones que hemos dado durante estas semanas. En el caso de unos pocos que no veían clara la decisión de cerrar las iglesias, yo mismo les he detallado las razones de fondo para hacerlo, y lo han entendido", manifesta Taltavull en una carta enviada a la comunidad católica la pasada semana y en la que se dan una serie de indicaciones para celebrar la Semana Santa en confinamiento.

El obispo admite la imposibilidad de celebrar "primeras comuniones, confirmaciones, bodas y otras celebraciones cristianas" mientras no se levante el estado de alarma: "Somos, antes que nada, ciudadanos, y tenemos que ser los primeros en dar ejemplo de acatamiento a las indicaciones que nos den las autoridades sanitarias".

Y trata de animar a sus feligreses ante una Semana Santa de iglesias cerradas y celebraciones en privado: "Lo asumimos no sin dolor como un aspecto más del tono penitencial que estamos viviendo a lo largo de la cuaresma".

Rezos por los sanitarios

La pandemia también ha clausurado el templo Sij ubicado en el barrio de Pere Garau. "Ahora tenemos que seguir la normativa y todos rezan en su casa", explica Balu Ji, veterano miembro de esta comunidad en Mallorca. "Hay unos cinco mil hindúes en la isla y los Sij somos los más numerosos", afirma.

Pertenece a la misma agrupación Baljinder Singh, originario de Punjab, en India, y actualmente afincado en s'Arenal. "Llevo 20 años viviendo en este país. Desde que empezó esta crisis rezo todos los días por España, por el mundo y por todos los sanitarios", subraya este practicante Sij.

"Durante la primera semana de la cuarentena los niños se aburrían y querían salir a la calle. Yo les dije que en lugar de eso podíamos rezar y desde ese momento lo hacemos cada día. Esperamos que todo vuelva a la normalidad pronto", explica Singh.

Balu Ji no cree que esta pandemia tenga una lectura religiosa, al menos desde el punto de vista de su confesión. "Es algo surgido de la naturaleza que necesita de todos para combatirlo, no hacemos otra interpretación", argumenta. Y ya acaricia la idea de celebrar una gran fiesta en el templo de Pere Garau cuando la propagación del virus esté bajo control: "Será un día especial, rezaremos por el futuro de todos nosotros".