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Gastronomía

Una Pascua sin 'panades'

Semana Santa en cuarentena. La fiesta de este año quedará huérfana de multitudinarias reuniones familiares, peor fue la de 1940, cuando se prohibió elaborar el producto tradicional por falta de carne

La Semana Santa mallorquina de 2020 es distinta a todas las demás. Sin procesiones, sin besos al Crist de la Sang, sin reuniones familiares de tres generaciones y sin pancaritats. Sin embargo, los mallorquines podrán mantener los productos emblemáticos de la gastronomía asociada a esta celebración religiosa: los crespells, los robiols y, por encima de todos los demás, las panades.

No siempre fue así. La Semana Santa de ocho décadas atrás quedó huérfana de panades por orden gubernativa. La Almudaina y el Correo de Mallorca publicaban unos días antes del Domingo de Ramos una orden firmada el 9 de marzo de 1940 por el gobernador civil. Fernando Vázquez ordenaba textualmente: "Se prohíbe la confección y venta de empanadas. Visto el ganado disponible para el abastecimiento en esta provincia queda prohibida la elaboración y venta de empanadas y de otros artículos que entre la carne [sic], cuidándose los señores alcaldes que el sacrificio sea el mismo que en tiempo normal".

El contexto de la época explica una medida tan drástica, que debió generar una polémica soterrada -levantar la voz hubiera resultado suicida- entre los mallorquines. Hacía menos de un año que había acabado la Guerra Civil. Seis meses atrás había comenzado la Segunda Guerra Mundial, aunque entonces nadie la llamaba así. En el frente francés se libraba la drôle de guerre (la guerra falsa) con los frentes estáticos y los soldados en las trincheras. Alemania y la URSS habían arrasado Polonia. Finlandia y Moscú estaban a punto de firmar el armisticio de la Guerra de Invierno, que había comenzado en diciembre.

España pasaba hambre y, dada la situación internacional, resultaba improbable que Europa acudiera a socorrerla. Los periódicos mallorquines publicaban a diario advertencias de la Comisión de Abastos. El mismo día que se anunciaba la prohibición de las panades, se publicaba una nota de la alcaldía de Palma: "Por haber resultado escaso el número de reses que han podido recoger los abastecedores del Matadero Municipal de esta ciudad, queda suprimida la venta de carne para hoy". La denominada cuina pobre de Mallorca se había empobrecido aún más y miles de familias veían excluida durante semanas la proteína animal de sus dietas.

El gobernador intuía, o le interesaba pregonar por razones políticas, que la escasez de carne tenía un culpable: los estraperlistas. Los productores que retenían los animales para venderlos más caros en el mercado negro o conseguir una subida de precios. Fernando Vázquez les amenazaba por medio del Boletín Oficial. Atribuía la escasez de animales en los mataderos municipales a "la resistencia de los ganaderos a la venta del mismo", ponía negro sobre blanco sus pensamientos "creyendo tal vez que ocultando el ganado que tienen en condiciones de sacrificio van a subir los precios" y amenazaba con castigar con dureza a los especuladores y "proceder a un castigo o pasarlo a la jurisdicción de guerra por oponerse al abastecimiento normal de la provincia".

Eran tiempos de cartillas de racionamiento, de plato único y de mercados controlados. Se multaba con mil pesetas -una fortuna para la época- a un zapatero de la calle Sant Jaume por no exhibir públicamente lo que costaban sus calzados. Se publicaban los precios del queso: el curado a 7,25 pesetas y el semicurado a 6,75. Y también los del "pescado sobrante" para consumo interior: el raor, a 6,50; el calamar, a 6 y el rape, a 2,40. Se advertía a los elaboradores de aceite de orujo que no podían destinarlo a la producción de jabón. También se sancionaba con 500 pesetas a Salvador Barceló, del bar Güell, por permitir juegos prohibidos y al dueño del Teatro de Campanet con 150 por organizar espectáculos de varietés sin autorización.

Las páginas de La Almudaina y del Correo de Mallorca llenaban gran parte de sus cuatro o seis páginas con los actos religiosos previos a la Semana Santa. Más de 30.000 personas comulgaron en los actos finales de la Santa Misión y más de 5.000 hombres, así lo especifica la información, acompañaron al Crist de la Sang en una procesión previa a la del Dijous Sant.

El gobernador tenía problemas para alimentar los cuerpos, pero no descuidaba las atenciones del alma. En estos días publicó una dura nota contra la blasfemia que, como no podía ser de otra forma, fue muy alabada por periódicos y asociaciones.

Ya sabemos que este año no habrá procesiones del Encontre en las iglesias mallorquinas ni grandes reuniones familiares. Los vecinos de Lloseta no podrán ir de pancaritat al Cocó. Ni los de Andratx a Sant Telm. Ni los de Palma a Bellver. Sin embargo, hoy por hoy, no faltarán las panades... aunque es probable que más de un lego en asuntos culinarios tenga que recurrir a las de panadería y añorar la receta, y la buena mano, de su madre.

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