Toni Canyelles Vic está estudiando como erasmus en la Universidad de Calabria, en el campus situado en el pueblo de Arcavacata, al Sur de Italia, aunque su experiencia no es como él la había imaginado ni tiene nada en común con lo que le habían explicado otros universitarios. Este estudiante de Ingeniería Civil de la Universitat Politècnica de Cataluña, originario de Santa Maria, está confinado en su residencia y solo sale de su habitación para ir a buscar comida o para ir a comprar. Pese a todo, "será una experiencia que contaré a mis hijos y a mis nietos, si los tengo", asegura.

Toni viajó a Italia poco antes de que se decretara el confinamiento allí. "Llegué un jueves (27 de febrero) para empezar las clases el lunes y ya no se hicieron... Se aplazaron. Dos semanas después comenzaron on line, explica. En estos momentos desconoce cuándo acabará su 'aventura' italiana. En teoría, tiene exámenes programados para principios de julio.

Canyelles decidió irse a Italia porque "aún no se hablaba de confinamiento" y, aunque desde entonces alguna vez se le ha pasado por la cabeza regresar (ha tenido oportunidades para ello), no ha querido renunciar a su beca Erasmus. "Para volver y estar confinado igual, me quedo en Italia", añade sobre su decisión.

En Santa Maria, sus padres y sus abuelas "están bastante preocupados" y desde que está en Calabria, el joven mallorquín dice que ha recibido llamadas de familiares que no le habían telefoneado durante los cinco años que ha estado en Barcelona. "Les digo a mis abuelas que yo estoy más preocupado por ellas que ellas por mí", comenta sin obviar lo irónico de esta situación.

El campus de la Universidad de Calabria ha sido un fiel reflejo de cómo han ido aumentando las medidas de prevención en Italia, asegura Canyelles, quien confía en que el confinamiento en su región se empiece a levantar a mediados de este mes.

"En una semana todo cambió", recuerda de los primeros días en la universidad. Los estudiantes fueron abandonando las residencias del campus, donde solo han quedado universitarios de otros países, y los comedores de las distintas facultades fueron cerrando, dejando abierto solo uno grande y adonde ahora acuden unos 200 jóvenes a buscar la comida para llevársela cada uno a su habitación. Canyelles calcula que en todo su campus debe haber más personas, cerca de medio millar.

Mientras esperan para recoger su picnic, Toni mantiene un cierto contacto con compañeros, aunque se trate de una comunicación más visual que de otro tipo.