Domingo de Ramos, 10:30 horas de la mañana. El obispo Sebastià Taltavull camina hacia el altar mayor de la Catedral. Su solemne recorrido no tiene más testigos que el vicario general Antoni Vera, el dean de la Catedral, Teodor Suau; y el maestro de ceremonias Pere Oliver, que caminan tras él. La inmensidad de la Seu de Mallorca vacía en un día como el de ayer impresiona. IB3 televisión emitió en directo una misa de Ramos insólita y atípica IB3 televisión emitió en directo una misa de Ramos insólita y atípica. Es tiempo de confinamiento, también para la manifestación religiosa.

Austeridad en el altar que contrasta con la profusión de todos los años en que los feligreses llenan el templo y portan sus palmas y ramas de olivo. Los colores de las vidrieras sobre la piedra y la luz que se filtra por el rosetón mayor ornamentan una celebración en streaming. El obispo se dirigió a los fieles que lo seguían a través de las televisión autonómica: "Nos encontramos en el inicio de una semana que siempre había comenzado con aclamaciones de triunfo y fiesta". Irrumpió por primera vez una referencia al coronavirus. Taltavull recordó a los enfermos, a los fallecidos y sus familiares y, muy especialmente, a los profesionales de la sanidad a quienes compara a "Cireneo que ayuda a Jesús a llevar la Cruz, porque ya no puede con ella".

La misa de Ramos de ayer se caracterizó por la ausencia de los ritos propios de este día aunque sí se incluyó la lectura de la Pasión según San Mateo leída por tres personas, como es habitual.

En su homilía, Sebastià Taltavull invitó a vivir la fe de otro modo: "Acostumbrados al ritmo litúrgico que cada año nos introducía en la vivencia de la semana grande para los cristianos, esta vez, cuando ya no existe el ropaje exterior de los elementos festivos, debemos hacer todo lo posible para vivirlo sin perder el gusto de lo esencial, que lo encontramos en el Misterio más grande, que es el amor de Dios manifestado por Jesús a toda la humanidad".

Recordó que "cada espacio donde hay un grupo de cristianos reunidos, se ha convertido en una pequeña iglesia doméstica, allí donde Jesús está realmente presente", tal como lo prometió: "Allí donde dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos".

También recogió las palabras del papa Francisco en su pregaria por la pandemia para destacar el valor de las personas anónimas que llevan el peso de esta crisis: "Nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes corrientemente olvidadas, que no aparecen en portadas de periódicos ni revistas, ni en las grandes pasarelas del último show, pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy uno de los acontecimientos más decisivos de nuestra historia. Estas personas han comprendido que nadie se salva solo".

La referencias a la solidaridad y a un cambio de perspectiva fueron constantes. El obispo animó a "conocer más y más a Jesús, amarlo y seguirlo" como el primer paso que llevará a construir "una gran red de cohesión social, en una gran corriente de resurrección, esta solidaridad en acción que cada día vemos que enternece nuestros corazones y los hace ágiles y prontos para una nueva forma de relacionarnos y convivir".

La homilía finalizó pidiendo que los aplausos y repiques de campanas que se oyen cada día por aquellos que "se desvelan por todos y están haciendo un trabajo bien hecho, acogiendo, curando y sirviendo" se reconviertas ahora en oración y "con el mejor gesto de comunión y solidaridad, que es la Eucaristía, vivida y participada por todos".

Cohesión social y solidaridad

En este Domingo de Ramos atípico se rezó por los enfermos, los moribundos y los fallecidos; por los sanitarios y por el fin de la pandemia y se pidió cohesión social y solidaridad: "El individualismo no tiene lugar, no es solución a nada".

El padre nuestro, recitado por apenas media docena de voces, resonó en los muros del templo extrañamente vacío. A la hora de dar la paz, Taltavull pidió "un gesto interno de amor de los unos a los otros". Dado que los fieles no pueden recibir la comunión, el obispo propuso orar de nuevo junto al papa Francisco: "Como ahora no puedo recibiros sacramentado, venid espiritualmente a mi corazón. Te abrazo y me uno a ti". Salud, pero también bondad, amor, solidaridad y compañía fueron las palabras que destacaron en la bendición. Deseando una buen inicio de Semana Santa, Taltavull abandonó el templo después de oficiar la misa de Domingo de Ramos más atípica.