Las últimos siete días del viaje a Vietnam de Cati Terrones transcurrieron en un hospital de Hoi Chi Minh. La joven mallorquina había llegado al país asiático junto a una amiga el 10 de marzo y tenía previsto quedarse hasta el 24. Las primeras jornadas transcurrieron con normalidad.

Al llegar al aeropuerto de Hoi Chi Minh, una cola enorme de gente esperando para que les tomaran la temperatura antes de ingresar en el país.

Sin embargo, a las dos mallorquinas las hacen pasar por otro control en el que no se realiza la prueba. "En uno de los hoteles sí que nos tomaron la temperatura, pero todo fue muy bien hasta el día 15 o 16 que llegamos a Hanoi. En el hotel nos dijeron que igual nos hacían regresar".

A partir de esa advertencia, las dos amigas se comienzan a informar de la situación: "Se dice que ya no dejan entrar a más extranjeros. Fuimos personalmente a la embajada y nos dijeron que no habría problema. Decidimos tomar un avión a la isla de Phukuok para pasar allí unos días antes de tomar el vuelo de regreso". Sin embargo, en la isla se detecta algún caso de coronavirus y queda cerrada.

Terrones y su acompañante deciden regresar a Hoi Chi Minh el 18 de marzo. "La cosa se estaba poniendo fea. La gente ya no quería hablar con nosotras. Buscamos un hotel donde pasar los últimos días. El primero que encontramos dice que ya no admite extranjeros. En otro hotel me tomaron la temperatura, tenía algo más de 38º C, yo me encontraba bien, pero nos asustamos y fuimos al hospital".

Una vez allí volvieron a tomarle la temperatura y le hacen entender que pasará la noche allí y que le harán el test del coronavirus. "Si entrabas ahí, te quedabas por los menos una semana. Yo estaba segura de que no me había infectado, no tenía tos ni dolor. Me había venido la regla y seguro que por eso tenía un poco de fiebre". La prueba dio negativo, pero aun así debía quedarse en el hospital siete días, junto con otras personas que también habían dado negativo.

"No dormí en toda la noche", recuerda Terrones. Señala que gracias a sus amigos y familiares pasó esos días sin derrumbarse. "Hablé con el cónsul y me dijo que no había manera de salir de ahí antes". La mallorquina compró un billete para el 25 de marzo a las 19:00 horas, pero el vuelo se adelantó a las siete de la mañana. "Me dejaron salir del hospital a las cuatro de la mañana. El cónsul me facilitó que alguien me recogiera y me llevara al aeropuerto", rememora.

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