La pelea contra el Covid-19 también se libra en el mundo digital, donde se multiplica el desarrollo de herramientas para anticiparse a la pandemia. Cunde el ejemplo de China y Corea del Sur, que controlaron los movimientos de sus ciudadanos para frenar la propagación del coronavirus. Aunque aquí, hasta ahora, con más respeto por la privacidad de las personas.

El Gobierno anunció la semana pasada el desarrollo de una aplicación de autoevaluación para que cada usuario pueda detectarse posibles síntomas de la enfermedad. Este programa permitirá su geolocalización "a los solos efectos de verificar que se encuentra en la comunidad autónoma en que declara estar", subraya el BOE del pasado 28 de marzo.

La orden también incluye un encargo para que el Instituto Nacional de Estadística (INE) elabore un "análisis de la movilidad de las personas en los días previos y durante el confinamiento" mediante "el cruce de datos de los operadores móviles, de manera agregada y anonimizada". En definitiva, seguir el movimiento de las personas para seguir al de la epidemia.

"Este estudio aportará mucha información a las autoridades sanitarias sobre el recorrido del virus y permitirá prevenir con antelación posibles focos de contagios. La agencia de protección de datos se ha posicionado de forma positiva y ha dicho que no será un freno para que los sanitarios combatan la enfermedad. Pero evidentemente no puede haber una barra libre", afirma Eduard Blasi, profesor colaborador de Derecho y Ciencia Política de la UOC.Suspicacias

Las aplicaciones de autoevaluación y los estudios que analizan la posición de un teléfono móvil por geolocalización han despertado algunas suspicacias por el enorme tráfico de datos que implica. "En determinados casos entiendo que haya una cierta preocupación. Pero hay controles y cualquier ciudadano puede actuar si piensa que sus datos no se han utilizado para fines sanitarios", argumenta Blasi que, insiste, en la actual situación de emergencia "la protección de datos no será un freno" en esta pelea contra la pandemia.

Tampoco Jordi Morell, jurista especializado en nuevas tecnologías en el despacho Términos y Condiciones, cree que haya razones para la sospecha. "Estudios como el del INE se hacen con datos anónimos y agregados. Es decir, se fijan en grupos de cuatro o cinco mil personas que se mueven en un espacio determinado pero sin identificar a ninguno de esos individuos", señala este experto.

"Tal como está planteada es una iniciativa correcta, pero hay que evitar el riesgo de 'reidentificar'", valora Morell. "Es decir, tú ahora puedes anonimizar a todos los usuarios a los que sigues, pero es importante manejar bien esos datos para que no se crucen con otros y permitan identificarlos", advierte el jurista.

Hace casi una década que el Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos (IFISC) de la UIB utiliza la geolocalización para desarrollar sus investigaciones. Ahora están desarrollando modelos para estudiar cómo está cambiando la movilidad de las personas ante la propagación de la pandemia en una investigación de ámbito estatal coordinada por la Universidad Carlos III y el CSIC.

"Las restricciones, pero también el miedo, nos han encerrado en casa. Intentamos entender qué cambios se han producido en la movilidad y en el comportamiento de los ciudadanos. Y trabajamos en un modelo predictivo para saber qué haremos cuando se levante la alarma", explica el investigador José Ramasco.

"Los móviles te informan mejor que las encuestas, que dependen de la memoria de cada cual. Se geolocaliza a las personas en una zona borrosa, no al detalle. Las operadoras de telefonía tienen la información personal de cada cliente, pero no trasciende", subraya Ramasco.

Este investigador enfatiza las posibilidades de esta tecnología. "La geolocalización nos abre muchas opciones, como saber qué necesidades de transporte hay en una ciudad. Antes solo lo sabíamos a través de encuestas", ejemplifica.

Datos personales "Se han convertido en un activo patrimonial"

Hace tiempo que los datos personales tienen un importante valor de mercado y por eso se han convertido en una fuente de negocio para muchas empresas. Buscan la información de cada cual que les permita saber qué le gusta, a dónde se va a ir de viaje e incluso qué vota. "Los datos se han convertido en un activo patrimonial. Permiten predecir nuestro comportamiento, qué intereses tenemos y qué solemos comprar. Si sé que quieres ir a Italia, me puedo adelantar y venderte el viaje", valora Jordi Morell, jurista especializado en nuevas tecnologías.

"Se le conoce como capitalismo de vigilancia. Es decir, generar dinero a partir de ser capaz de predecir el comportamiento de una persona. Y no es tan difícil porque en internet cada vez que hacemos 'click' estamos dando pistas sobre cuáles son nuestros intereses. Y es un gran negocio para quien lo hace a gran escala", explica Morell.

Eduard Blasi, profesor colaborador de Derecho y Ciencia Política de la UOC, apunta que "nuestros datos están tasados y su precio puede ser mayor o menor". Este experto subraya que su valor nace precisamente de nuestra intimidad. "Son valiosos porque forman parte de la esfera de nuestra privacidad. Por eso se tienen que tratar de forma responsable", manifiesta este profesor. j. b. palma