Día 17. Dice el proverbio que para educar a un niño hace falta una tribu. Yo añadiría que hace falta un país de tamaño mediano para descargar a una familia del frenesí de preguntas al que puede ser sometida en un solo día por sus hijos. Los profesores, aliados en la ingente tarea de responder, se han borrado y ahí queda la madre teletrabajadora, sola ante el peligro. "¿Qué vamos a hacer hoy?", silabea ella nada más despegar los párpados. "Lo mismo que ayer". "¿Hoy toca cole?", despierta él. "No, mi amor, seguimos confinados". Qué hay para desayunar. Qué hay para comer. Qué hacemos ahora. Cuántos ojos tiene una mosca. Cuándo vas a comprar donuts para el desayuno. Cuántos años tenía yo cuando me caí y me hice la cicatriz de la frente. Cuántos días faltan para tu cumple. Cuantos meses faltan para nuestro cumple. Podremos hacer una fiesta pijama para mi cumple. A qué hora subimos al terrado. Cuándo me salieron los dientes de leche. ¿El aire y el viento son lo mismo? ¿Hay muchos virus y el coronavirus es su jefe? Qué hay para comer. "Ya te lo he dicho veinte veces: estofado". Aún no se han sentado a hacer la tarea matinal y ya empatizo con Pedro Sánchez y sus comparecencias con pocas preguntas, y además seleccionadas. Qué hora es ya. Cuándo podremos salir a la calle. Después de comer qué haremos. Después de la siesta qué haremos. ¿Has acabado? Quién creó a los dinosaurios. Quién creó a Dios. Cómo sabes si los abuelos siguen en el cielo o se han ido a otro sitio. Cómo se convierte la leche en queso. "No tengo ni idea". ¿Hoy toca ducha? ¿Hoy toca pelo? Qué hay para cenar. Por qué las ratas son tan listas. "¿Qué haremos mañana?", es lo último que dicen antes de dormirse. Pero hay preguntas y preguntas. ¿Tú imaginabas cómo seríamos cuando estábamos en la barriga? ¿Cómo sabemos si lo que estamos viviendo ahora es verdad o un sueño?
