Todas las muertes son duras, pero el dolor y la impotencia se intensifican al restringirse y prohibirse los ritos funerarios, que para algunas personas son muy necesarios para gestionar mejor el proceso de duelo. Además de prohibir los velatorios, Sanidad establece que ya no se van a 'arreglar' los cadáveres independientemente de la causa de la muerte (medida que la Empresa Funerària Municipal de Palma ya aplicaba), con lo que los familiares tampoco ven el cuerpo del ser querido fallecido, algo también importante para algunos, según explicó a este diario Carme Servera, psicóloga especializada en duelo. Si el finado tiene coronavirus, los familiares han de gestionar además algo muy duro: no poder darle el último adiós y no poder acompañarlo en el momento de fallecer en el hospital. "La tristeza, la angustia, la impotencia... se intensifican y aparece la culpa al sentir que 'se le ha abandonado'", indica Servera, que ve necesario confiar en el lado humano del personal sanitario, que suple a los familiares en este acompañamiento final. Estos días, señala, es vital el trabajo de los psicólogos y los trabajadores sociales de los hospitales para garantizar a los allegados "que su familiar no ha muerto solo". El Gobierno ha activado el teléfono 91 700 79 89 de atención a familiares de pacientes y fallecidos.