'Esta actividad es para el jueves y tenéis que responderla en un documento de texto adjunto. -¿La puedo hacer en el cuaderno? -¿Sirve una foto? -¿Para cuándo es? -No entiendo qué hay que hacer. -¿La puedo mandar el jueves? -¿Hay que copiar el enunciado? -¿La foto vale o no?' Este meme compartido por los profesores en las redes sociales refleja en tono de broma su situación actual tras el cierre de los centros educativos. También comparten un vídeo en el que un estudiante cuenta con desesperación que la de Lengua se ha hecho un canal de Youtube; el de Ciencias, un blog; las tareas de Mates le llegan por ClassDojo; las de Física, por wasap..., y así continúa hasta que el pobre chico termina reconociendo que quiere volver al colegio.

Hoy hace dos semanas que las teleclases entraron en la vida de los docentes y alumnos de la islahace dos semanas que las teleclases entraron en la vida de los docentes y alumnos de la isla, repentinamente, sin tiempo para reaccionar, prepararse y unificar canales y recursos. En el aula, la pregunta de un alumno resolvía la misma duda de otros, pero a distancia los profesores reciben cientos de emails y wasaps cada día a cualquier hora, muchos de ellos con las mismas cuestiones o cuyas respuestas ya están en el enunciado del ejercicio. A través de blogs o plataformas digitales, unos y otros se envían las tareas y correcciones o autocorrecciones. ClassDojo, Edmodo, Moodle o Google Classroom son algunas de las herramientas educativas, que la mayoría de docentes ha tenido que aprender a marchas forzadas mirando tutoriales o con cursillos a distancia impartidos por sus centros. Los más avanzados en nuevas tecnologías dan las clases por videoconferencia, mediante Google Meet, Microsoft Teams u otras aplicaciones que permiten a los estudiantes seguir el horario y el ritmo de las asignaturas como si estuvieran en el aula.

Sin embargo, no lo están, y las circunstancias son excepcionales. Por ello, el profesor de Lenguas Clásicas Pep Campillo, del IES Joan Alcover, remarca que "ahora lo importante no es terminar el contenido de la asignatura, sino mantener la calma, empatizar con los alumnos, intentar aclarar dudas y continuar con la rutina en la medida de lo posible". Echa de menos "el contacto humano y la alegría de la juventud, porque en la actual situación están tristones, como todos", pero le hace gracia de las clases por videoconferencia "ver cómo tienen decorado su dormitorio y que, a primera hora de la mañana, algunos aún llevan puesto el pijama".

Era la vestimenta de Luana Sast al principio, que añora acudir al instituto "e incluso a los profes". De lo positivo se queda con que "se puede comer mientras ves la clase", por lo que una mañana sus compañeros de Imagen y Sonido acordaron desayunar juntos. Para esta estudiante de 2º de Bachiller, lo peor de seguir las asignaturas desde casa es "la dificultad para concentrarse". "Me distraigo con facilidad y aquí tengo mis cosas, no como en el aula; y además los profesores solo ven a las últimas cuatro personas que han hablado, por lo que si no dices nada, no te pueden controlar".

Lo mismo le ocurre a Enrique Ferrer, también a las puertas de la Selectividad. "Como no estamos en el instituto, no parece una clase y se me va la atención". Reconoce que este cambio "es raro y difícil para todos", aunque le divierte ver "la situación de los profesores, ya que el de Catalán ha dejado de afeitarse y el de Imagen a veces da la clase con sus hijos al lado". Y lo que más echa de menos: "Los amigos. Nos encargaban muchos trabajos en grupo y pasábamos muchas horas juntos. Ahora todo es individual", resume.

Cada vez más centros imparten el aprendizaje por proyectos, que fomenta el trabajo colaborativo, en equipo; de ahí que los alumnos habituados a este método tengan problemas para completar fichas de refuerzo -en el caso de los más pequeños- o estudiar por su cuenta, ya que no están acostumbrados al sistema tradicional.

"¿Puedo ir al baño?"

En el colegio Ágora, las clases por videoconferencia se dan desde Infantil y Primaria, lo que provoca muchas anécdotas con los niños, como que pidan permiso para ir al baño -"una muestra de educación maravillosa", agradece miss Evansmiss- o que se dejen el micro del ordenador encendido, por lo que se oye lo que dicen por detrás los padres, como cuenta la maestra, que al principio también sufrió "algunos problemas técnicos". A la señorita Cañellas, internet le jugó una mala pasada en su sesión de tutoría semanal: "Siempre acabo con relajación, música, sin luz, con todos los niños tumbados en el suelo y los ojos cerrados... Y ya con la música preparada, pufff, me quedé sin electricidad". Lo que más gracia le hizo el primer día es que los alumnos le preguntasen si tenían que llevar uniforme.

En las clases de Secundaria, Mardjan Makhani se vuelve loca "cuando todos llaman a la vez para preguntar dudas y no sabes quién te está hablando". Por el contrario, para controlar que no se escaquee nadie, les hace "leer a todos y contestar preguntas de forma continua". La profesora se congratula de lo bien que se están adaptando, aunque tiene claro que "ningún tipo de enseñanza por internet puede reemplazar la experiencia de estar en clase con estudiantes interactuando".

Los padres son el tercer vértice del triángulo educativo y también padecen lo suyo. Muchos carecen de suficientes recursos -"hay un solo ordenador en la familia y lo debemos repartir entre cuatro"- y consideran que los profesores se están pasando con las tareas, por lo que piden "aflojar el ritmo", en palabras del estresado progenitor Miquel Àngel Aguiló en su cuenta de Facebook. Profes, alumnos y padres están deseando volver a las clases de siempre.

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