Miles de empresas mallorquinas aplican expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) para afrontar la situación de parálisis económica provocada por el Covid-19. La situación se agrava en una isla abocada al turismo, al ocio. Una actividad económica que parece superflua en un momento en el que las prioridades se centran en producir medidas de protección frente al virus, encontrar nuevos medicamentos y abastecer las tiendas de productos de primera necesidad.

Pongámonos primero en el peor de los casos y, al final, intentaremos aportar algún motivo para la esperanza.

La pandemia se prolonga hasta finales de abril o mediados de mayo. Es el tiempo que China ha tardado en dar los primeros pasos para retornar a la normalidad. Además, algunos científicos consideran que con la llegada del buen tiempo remitirá la pandemia. Ya se ha perdido la temporada media y, probablemente, es demasiado tarde para poner en marcha al nivel de los últimos años la compleja maquinaria turística: venta de paquetes, programación de vuelos, activación de hoteles, arranque de la oferta complementaria...

Otro aspecto negativo. La moral volará baja y los bolsillos no rebosarán euros ni libras en nuestros mercados emisores de turistas. La recesión económica que predicen los organismos internacionales recorrerá el mundo de Oriente a Occidente. La única duda es cuánto durará y cuán profunda será.

Por si fuera poco, los científicos aseguran que la epidemia se reactivará el próximo invierno. Resulta prácticamente imposible que exista una vacuna eficaz en seis meses -los más optimistas calculan año y medio-. Con una supuesta nueva amenaza en el horizonte, ¿cuántos ciudadanos se tomarán unas vacaciones a más de cien kilómetros de casa?

Si la evolución de los acontecimientos se asemeja a la descrita en los párrafos anteriores, miles de suspensiones temporales de empleo se convertirán en definitivas. Las consecuencias serán fatales para las cuentas públicas y privadas.

Busquemos una razón para el optimismo. El virus desaparece con los primeros calores y hacemos oídos sordos a la nueva amenaza. Entonces, millones de europeos deciden darse una fiesta. Creen que ha llegado el momento de olvidar la tragedia y divertirse. Se acuerdan de Mallorca, este lugar en el que generaciones de europeos se han tumbado al sol, han bailado y se han sentido como en casa.

Esta es la única opción de que la mayoría de los ERTE, no todos, hagan justicia la tercera letra, la T de temporal.