Se ha dicho varias veces y aun así hay gente a la que le cuesta creerlo, pero en lo que eran las islas de la abundancia y los récords turísticos viven familias que tienen problemas para alimentar a sus hijos en condiciones. Para estos padres lograr una beca para que sus hijos acudan al servicio de comedor escolar es una garantía de que al menos una vez al día tendrán una comida en condiciones (además de facilitarles la conciliación con un trabajo al que no pueden renunciar). Pero si no hay colegio, no hay comedor y si no hay comedor, no hay beca.

Cada comunidad autónoma ha solventado cómo ha podido la suspensión del comedor escolar. En Balears, la apuesta ha sido convertir las 6.150 becas concedidas por motivos socioeconómicos en tarjetas prepago cargadas con cinco euros por día para que las familias compren comida en una lista de establecimientos.

La medida, coordinada entre Educación y Servicios Sociales (que ha invertido 375.000 euros y ha firmado un convenio con La Caixa) , se anunció una semana después de decretarse el confinamiento obligatorio y la suspensión de las clases, y ayer, dos semanas después, las tarjetas llegaron a los progenitores.

Las repartieron los equipos directivos, tras una semana recibiendo instrucciones varias por parte de Educación. El viernes por la tarde los repartidores aún andaban repartiendo tarjetas a los directores, que dedicaron todo el día (y algunos parte del fin de semana) a llamar a las familias una a una y a citarlas (con intervalos de tiempo suficiente para evitar aglomeraciones) para hoy. Las casuísticas a las que se han enfrentado los directores hoy y los últimos días para organizar el reparto varían mucho: algunos lo solventaron en diez minutos, a otros no les bastó el horario de 8.30 a 14 horas.

Hay centros con un solo alumno becado: se llamó a sus padres, se acordó una cita, se le dio la tarjeta, firmó la documentación, y todos para casa. En Ariany, donde solo hay seis niños con beca, fue el policía del pueblo el que se encargó de llevarlas a sus casas. Pero en Palma la situación fue más complicada para algunos centros, como en ese que tienen hasta 136 alumnos becados. En estas escuelas han tenido que organizarse bien los turnos e incluso acotar espacios diferenciados para evitar que se juntara mucha gente de golpe.

Inspección educativa, Guardia Civil y en algunos casos Policía Nacional se pusieron en contacto con los directores ayer o se pasaron directamente por algunos para comprobar cómo estaba yendo el proceso.

Aina Picó, la directora del Jafudà Cresques, y sus compañeros del equipo directivo se pasaron el viernes "hasta las tantas" llamando a las 138 familias que tienen una ayuda de comedor concedida. A algunas no las encontraron: "Es frecuente que cambien de teléfono y no nos avisen", explicaba Picó. Además algunos de los progenitores citados (en intervalos de 15 minutos) no se presentaron.

Picó y el jefe de estudios, con guante y mascarillas, se encargaban de repartir la tarjeta y explicar el funcionamiento, hablando a los padres a varios metros.

Había cierta confusión sobre de cuánto dinero disponen. Y es que en un principio se anunció que estarían cargadas con 60 euros, que corresponden a cinco euros diarios para los días lectivos cuando en principio se decretó el estado de alarma hasta hoy. Dado que se ha alargado hasta el día 11, las familias dispondrán de hasta cien euros en la tarjeta, los 40 restantes se cargarán a partir de mañana día 1. La cantidad se aumentará si se alarga el confinamiento y el cierre escolar.

Ella no se mostró de acuerdo con que sean los equipos directivos quienes repartan las tarjetas, pero razonó que era necesario adoptar algún tipo de ayudas ya que "hay familias muy, muy desfavorecidas que realmente la necesitan, aquí eso lo podemos constatar", señaló la directora de este colegio de Pere Garau.

Entidades como FAPA, la Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos, o UNICEF insistieron en reclamar estas medidas de urgencia desde el minuto uno que se decretó la suspensión de la actividad lectiva.

En el Jafudà Cresques a las 11.30 horas de ayer cuatro madres hacían cola, guardando las distancias, y esperaban a ser llamadas. Irene, madre de un niño que estudia 6º de Primaria, estaba contenta con el sistema: "Muy bien, claro que sí, esto ayuda". Ella normalmente trabaja como ayudante de camarera de comedor pero está ahora en impass, sin saber si la llamarán para trabajar en el caso de que este año exista lo que antes conocíamos como temporada turística.

Sonia, camarera de piso, tiene un niño que estudia 4º. Está en suspensión temporal de empleo y también celebraba la llegada de la tarjeta: "Si no, no tenemos muchos medios". Picó les aconsejaba: "Mejor compradlo todo de golpe, así no tenéis que salir tantos días".

Jesús Nieto, director del colegio Jaume I de Palmanova, ha vivido con inquietud las diferentes instrucciones que ha ido recibiendo en los últimos días y el viernes le tocó también la maratón telefónica para citar a los padres de los 30 becados, pero ayer celebraba: "El objetivo era que las familias tuvieran dicha ayuda y se ha conseguido, evidentemente, el procedimiento podría haberse mejorado muchísimo, pero entiendo que la incertidumbre ante una situación desconocida es máxima por parte de todos, incluida la conselleria de Educación".

"La solidaridad con las familias por parte de nuestro colectivo es máxima, sobre todo ahora que es cuando más nos necesitan",aseguró Nieto.

En sa Pobla se repartieron 66 tarjetas entre todos los centros, informó Clàudia Darder. La mayoría de los centros habían citado a los padres de sus alumnos a horas concretas, de manera que no se reuniera mucha gente en el espacio en el mismo momento. El director del CEIP Vialfàs, Miquel Àngel Pons, explicó que a las 11 solo les faltaba repartir una tarjeta a una familia que no pudo acudir: "Tendremos que volver a entregar la última". La Guardia Civil se acercó para comprobar que se tomaran las medidas de seguridad necesarias. En la mesa donde se entregaban las tarjetas había una caja de guantes que les hizo llegar Educación junto a otros elementos de protección.

Críticas al sistema elegido

El PP criticó el sistema elegido y que "en mitad del confinamiento se haga salir de casa a familias y equipos directivos para distribuir las tarjetas".

El partido considera que se podría haber hecho directamente una transferencia bancaria a los padres, opción descartada por Educación al comprobar que hay familias que no tienen cuenta o la tienen embargada: "Claro que hubiese sido mucho más fácil, pero hay que recordar que en algunos casos hablamos de familias con mucha necesidad", explicó la directora general de Comunidad Educativa, Amanda Fernández.

Ante las posturas iniciales de algunos directores, que consideraron que debían ser los servicios sociales los que se encargaran de esta tarea, Fernández argumentó que se habló con los ayuntamientos y se concluyó que los servicios sociales, ya bastante desbordados, no podían asumir este encargo.

Ahora, repartido el grueso de tarjetas, estos servicios municipales que tomarán el relevo de los directores y se encargarán de intentar hacérsela llegar a los padres que los centros no pudieron localizar o aquellos que ayer no pudieron acudir a recogerla, por causas de fuerza mayor: "Por ejemplo, hay una familia que sabemos que no ha podido ir porque el niño ha dado positivo en coronavirus", indicó Fernández, quien indicó que también detectaron que algunos padres prefirieron no acudir para no exponerse (podrán recibir la tarjeta cuando se reanuden las clases).

¿Y encargar este servicio a las empresas que llevaban los servicios de comedor? Se estudió, pero no tenían capacidad para hacer semejante reparto gigantesco a domicilio. Más de 6.100 familias reciben beca de comedor en unas islas que antes de la pandemia ya constituían la comunidad con mayor desigualdad social.

Condiciones

La directora general, Amanda Fernández, explicó que la idea es que las familias usen la tarjeta para comprar comida, pero también pueden utilizarla para adquirir productos de primera necesidad como pañales. Fernández indicó que la lista de establecimientos dónde pueden acudir es muy amplia e incluye grandes compañías (Eroski, Alcampo...) pero también nombres genéricos como 'tienda de chuches' o 'supermercado' para evitar que los habitantes de pueblos pequeños tengan que desplazarse si no tienen un gran local de productos de alimentación.

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