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Boulevard

Nos juraron que el turismo no se acabaría nunca

¿Vendría usted de vacaciones a la Mallorca postcoronavirus, una isla que no puede garantizar una mascarilla por habitante?

La estampa de una playa desierta no es nuestro pasado, sino nuestro presente y peor todavía, nuestro futuro.

La impugnación que ha recibido esta sección durante décadas se resume en el patriótico "turismo o muerte". Admito la reconvención rutinaria, solo les corrijo en que se equivocaron de partícula. Ha sido "turismo y muerte". Un cuarto de siglo atrás escribí por primera vez el titular de "La UE reprocha a Balears su monocultivo turístico". Por supuesto, nuestros políticos y empresarios sabían más que la Unión Europea. O eso creíamos.

Participé en una mesa redonda donde el lugarteniente de una gran cadena me soltó que "antes del turismo, los mallorquines tenían que subir a los árboles para comer algarrobas". Después del turismo, también. Y conste que el repunte agrícola de estas fechas es la mejor noticia que he vivido en mi triste carrera. Ojalá haya que derribar hoteles para volver a sembrar los terrenos, ojalá que una sandía cueste más que un teléfono móvil. Un bicho minúsculo ha arrinconado a otros parásitos todavía más insignificantes, para facilitar indirectamente la única actividad noble en esta tierra.

Nos juraron que el turismo no se acabaría nunca, y el manual de instrucciones no indica cómo gestionar a un millón de personas que no sirven para otra cosa. Un cuarto de siglo atrás escribí por primer vez el titular de "La UE reprocha a Balears el escaso nivel educativo de sus ciudadanos". El informe regional europeo no podía entender que fuéramos tan incultos y tan ricos. De una de esas cualidades hablo en pasado.

Aparte de maniobras obscenas de deportistas en desuso, que se hacen publicidad a costa del virus, ¿han escuchado estos días un mensaje inteligente o aunque solo fuera inteligible de los titanes turísticos de Mallorca, que se comparan rutinariamente a un Juan March Ordinas frente a quien son meros alfeñiques? Ni una sola visión de futuro. Temblorosos y balbuceantes, encerrados en sus despachos por pánico al contagio, los liderazgos tendrán que recrearse en las nuevas condiciones.

Hace prácticamente un siglo, tras examinar la Mallorca de 1921, el achinado Josep Pla concluye que "la burgesia és cada dia més forta. La direcció política s'està lentament desplaçant, de les mans de les velles oligarquies als homes nous: plutòcrates i homes d'acció". Ojalá en esta ocasión sea cierto, y todos los mayores de 45 años seamos arrinconados a tareas contemplativas mientras florecen los nuevos condottieri.

Ahora que no nos escucha ningún suecoalemán, porque se han alejado lo máximo posible de nuestra epidemia, ¿vendría usted de vacaciones a la Mallorca postcoronavirus, una isla que no puede garantizar ni una mascarilla por habitante?, ¿quién comprará las casas de millones de euros, en una región apestada del país que peor ha gestionado la pandemia en todo el mundo?

No solo recomendarán a sus nacionales que no vengan a Mallorca, también prohibirán los viajes de los nuevos ricos mallorquines, que se creían con derecho a relajarse en otras geografías. Encumbrados en su prepotencia, no calcularon que las fronteras iban a ser cerradas desde el otro lado. Eso sí, la construcción debe continuar, por algo se ha concluido que el coronavirus es consecuencia de la superpoblación. Ya que nunca tuvimos un Tom Wolfe, ojalá aparezca un Mad Max para narrar a la isla que seguía hormigonando durante la peste.

Agradecemos la afortunada y reseñable campaña del Consell de Mallorca, pero en la imagen que hoy nos ilustra se comprueba que la estampa de una playa desierta no es nuestro pasado, sino nuestro presente y peor todavía, nuestro futuro. De continuar el goteo de muertos, podrán inspirarse en las campañas publicitarias de Chernobyl, donde se estima que murieron cuatro mil personas a medio plazo. Suena desagradable. Pues bien, esa cifra milenaria se superó en España el jueves con creces.

Y sí, hay algún atisbo esperanzador. Por ejemplo, la medida profiláctica de retirar de la circulación a la viceconsellera de Sanidad, aunque alguien deberá explicar por qué sigue cobrando un sueldo por no hacer su trabajo. ¿Cómo dice? Tiene usted razón, lleva cinco años en el cargo porque soporta a la presidenta.

Reflexión dominical escenográfica: "Las circunstancias dramáticas prohíben el dramatismo".

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