La semana pasada reflexionábamos en voz alta sobre toda esta situación (disponible en la web de la universidad), cuando la OMS también ya insistía en la importancia de detectar el máximo número de afectados, y que deben dedicarse más esfuerzos y recursos bien organizados para enfrentar posibles nuevas oleadas. Está claro que el objetivo es aprovechar lo mejor de las diferentes experiencias y estrategias para hacer frente al virus: China y Corea del Sur por un lado, Alemania y otros países de la UE por otro. La estrategia británica es dubitativa y la norteamericana, perdido su liderazgo mundial, de momento no existe.

Seguimos de acuerdo con el planteamiento actual de España, con los medios de los que se ha dispuesto, partiendo de reconocer que no estábamos tan preparados como Alemania, o como Corea del Sur, Singapur, Taiwán o Hong Kong, demostrando su capacidad tecnológica. No estábamos tan preparados, pero, de la mano de científicos y epidemiólogos, no nos ha quedado otra que centrarnos en seguir la estrategia china de distanciamiento social, confinamiento, que está siendo lo más decidido y agresivo en Europa.

Aunque nos haya tocado el peor brote, tras Italia, lo cierto es que hemos reaccionado antes que otros países de nuestro entorno, siendo conscientes de la relativa escasez de medios, pero con una decisión bien estructurada en base al análisis científico de riesgos, sin dejar mucho espacio para las dudas que siempre erosionan las decisiones y, con las medidas más duras que seguro que darán sus frutos. Este esfuerzo, aunque deba prolongarse, pero no endurecerse, no habrá sido en vano. Diría que está todo bien encaminado a que, en pocos días, veamos resultados positivos, la famosa curva, actualmente demasiado empinada, empieza a aplanarse.

Pero lo anterior no presupone que en dos semanas esté todo controlado, no, lo más duro se nos viene ahora encima, sobre todo en los hospitales; pero después ya podremos pasar a una etapa en la que vayan relajándose algunas medidas concretas, como el poder pasear tranquilamente por espacios abiertos y poco concurridos, aunque sea en solitario o en pareja. Entonces ya tendremos mascarillas. Y vendrá el buen tiempo, que esperamos nos dará un buen respiro y tiempo para organizarnos y poder así afrontar, con más garantías, con aún más Ciencia, la próxima oleada. Habrá tiempo para hablar de oleadas, pero más adelante.

Lo que sin duda juega a nuestro favor es que, en tiempo récord, la ciencia ha puesto al descubierto a este virus: su genoma, sus proteínas, sus propiedades, su organización estructural, y varios de sus puntos débiles. Centenares de estudios están en marcha, y por la vía de combinar varios antivirales, que ya están autorizados para otras enfermedades, nos llega la onda de que puede haber éxitos pronto, a corto plazo, porque esperamos que varios estudios de intervención, muy sólidos, tendrán éxito. Esperemos que las conclusiones sean convincentes y que la OMS los pueda bendecir.

En otro orden de cosas, en otra escala, tampoco olvidemos las ventajas de una alimentación y estilo de vida saludable, ahora y en todo momento, teniéndolo en cuenta cuando sea el momento de ir relajando medidas, una a una. Hay que parar los fake news, parar su circulación y desmentirlas, si podemos, pero los que podamos, no malgastemos esfuerzo en cosas menores. Y no todo es igual, por ejemplo, cuando se oye hablar de los beneficios de una buena higiene bucal, aunque se refiera a los enjuagues bucales con antisépticos también en estas condiciones, no nos apresuraremos a desmentirlo.

En primera línea, los médicos, enfermeras, profesionales sanitarios de todos los ámbitos, están demostrando que son los mejores. Con todo, está claro que la diferencia con Alemania y Corea -bastante menos del 1% de mortalidad, seguramente menos del 0,2 - 0,4% en realidad (mientras nuestras cifras multiplican por 5 o por 7 las anteriores)- nos parece una diferencia demasiado grande y no es real. Estas diferencias van a disminuir mucho cuando aquí se puedan hacer los test a todos los casos, incluso los leves. Quizás pueda pensarse que la diferencia, en menor medida, también se debe a que Alemania nos multiplica, por 3 o por 8, a veces por 10, según el caso, en casi todos los recursos, como camas de UCI, hospitalarias, respiradores, los diferentes tipos de test, etc. Influye, pero no tanto. Estas cifras están influenciadas por otros factores: número de test, sobre todo, pero también aspectos culturales, sector de edad afectado, criterios de realización de test, si se hacen o no en personas fallecidas sin testar, etc.). Haremos balance al final, notemos que en el día a día, las diferencias se están compensando, y también que si China pudo construir espacios de 1.500 camas en diez días, aquí, manu militari, hemos hospitalizado espacios con 1.500 camas (ampliable a cinco mil), en 48 horas, lo que ciertamente nos impresiona a los no expertos.

Con todo, la diferencia de recursos no perdona y en algunas ciudades veremos algunos casos extremos, en el límite de lo moralmente asumible. No será el caso en nuestra comunidad, aunque, desde luego, no podemos bajar la guardia: eramos una de las tres autonomías con el menor número de casos, y ya no lo somos, según estos números oficiales.

Ahora, con las nuevas tecnologías, incluyendo los test ultrarrápidos de reciente desarrollo (véase el esquema que publicamos junto con Francisca Serra este jueves pasado en Diario de Mallorca), que tanto hemos añorado y deseamos, podremos ir implementando, progresivamente, la estrategia surcoreana, la que también sigue Alemania, Corea, Taiwán, Singapur: “Test, test, test”, como martillea la OMS desde hace días, seguida de confinamientos más selectivos.

Y por fin nos dicen que va a haber mascarillas, porque es claro que las necesitaremos, no debiéramos seguir repitiendo hasta el absurdo que las mascarillas no protegen, cuando no tenemos evidencia de que sea cierto. Más bien al contrario. Deben proteger a la vista de lo que sabemos sobre cómo se transmite el virus. Conocemos que es una partícula bastante grande (200 nanómetros) y bastante pesado (por la envoltura externa de proteínas, sobre todo) y por esto, cuando tosemos o expiramos aire o cuando hablamos o pronunciamos la letra f, lo cierto es que no lanzamos el virus más allá de dos metros; a diferencia de otros virus como el del sarampión, que puede llegar a 8 - 10 metros. Las mascarillas protegen en parte, y sobre todo son absolutamente necesarias para el personal sanitario y los servicios esenciales que atienden, a corta distancia, a personas que pueden ser portadoras del virus. Eso sí, las mascarillas no son la panacea y pueden ser perjudiciales si no se ha enseñado cómo manejarlas. Ánimo.