"Estás loco", me dijo un amigo. Los periodistas jamás deberían ser los protagonistas de nada, pero me van a permitir una excepción. Sí, he corrido la friolera de diez kilómetros dentro de mi piso, que les aseguro que no es el Palacio de Buckingham. El hastío por el confinamiento, las ganas de hacer deporte y el aburrimiento que me producen los miles de vídeos de ejercicios para hacer en casa que pululan en Youtube alimentó mi locura. De la nevera de la cocina a la mesilla de noche de mi habitación debe haber unos doce metros como mucho, los suficientes para calzarse las zapatillas y desafiar a lo absurdo. Es clave estar motivado, como casi todo en esta vida, y estar acompañado de buena música. Era el caso, gracias a la sesión del DJ de la discoteca Regine's de la Playa de Palma

Al principio me sentí ridículo, por eso había cerrado las cortinas de mi casa, pero me animé a medida que fui sumando metros a ritmo de trote cochinero, fregando los siete minutos por kilómetro. Lo peor es la obligación de girar cientos de veces, aunque no me mareé. Sudar viendo constantemente el sofá y la cama durante una hora y catorce minutos es extraño y toda una tentación, pero cuando alcancé los diez kilómetros sentí que había ganado la carrera en mi salón.

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