Tos, algo de fiebre, pérdida de olfato y gusto, pero ninguna patología previa ni problemas respiratorios. Sufrir el Covid-19 no es sinónimo de estar ingresado en un hospital. Cientos de personas en Mallorca están pasando esta grave pandemia confinados en sus hogares, como buenamente pueden e instruidos en un máster telefónico de protocolo y sanidad impartido por sus respectivos médicos. Si el encierro no está resultando sencillo para nadie, menos aún para aquellos que padecen al dichoso virus.

Sandra Armenta estudia Magisterio en Madrid. La mallorquina, ante la expansión del coronavirus compró un billete para regresar a casa con sus padres el pasado 12 de marzo. Esa misma mañana, antes de coger el vuelo, notó que algo no iba como tocaba: "Me levanté con bastante tos, pero no le di mayor importancia. Cuando llegué a Palma". Armenta, de 23 años, recuerda que esos primeros días fueron los peores.

"Estuve tres días en cama, con dolor de huesos, cansancio y mucha tos. Llegué un jueves y no vinieron a hacerme la pruebe hasta el sábado. Luego tuve que esperar cinco días más para conocer que efectivamente había dado positivo".

En ese impasse de tiempo la joven reconoce que mejoró muchísimo, algo que a ella misma le sorprendió. "Después de todo lo que había leído y visto por las noticias, la verdad es que no esperaba encontrarme tan bien. No tuve nunca una décima de fiebre y ya al cuarto día me puse a hacer ejercicio, siempre intentando tener el máximo cuidado para no contagiar a mis padres", reconoce, algo que finalmente no pudo evitar.

"A ellos no les han hecho las pruebas. Vivimos bajo el mismo techo, yo soy portadora y ellos ya tienen síntomas, es más, mi padre sí que tiene fiebre, pérdida de olfato y gusto y me parece muy raro que aún nadie haya podido acercarse para mirarles" asegura. Si algo ha echado en falta la joven mallorquina durante estos días ha sido una voz que le transmitiera tranquilidad. "Evidentemente es mucho más grave que una gripe, pero no para todas las personas. Eché mucho en falta que alguien me transmitiera tranquilidad", admite.

"Todo empezó con una bronquitis"

Toni Alcolea lleva también unos cuantos días confinado en su hogar. Lo que empezó como una simple bronquitis derivó en coronavirus de un día para otro. "Empecé un día con una tos que parecía que me arrancaban los pulmones y fui a urgencias, pero me atendieron como el que va con un catarro. Me auscultaron y como no tenía fiebre me mandaron con un jarabe para casa. Tres días después, al no mejorar, me hicieron radiografías y me diagnosticaron bronquitis. Todo normal hasta que recibí una llamada de mi médico diciéndome que tenía muchas papeletas de ser portador del coronavirus", recuerda el mallorquín, todavía confinado en su hogar.

Nadie se ha personado en su domicilio, el que comparte con sus hijos y su pareja, para hacerle ninguna prueba, pero las directrices son claras: "No puedo tener contacto alguno con mi familia y no puedo salir de la habitación".

Alcolea mata el tiempo "encerrado en los nueve metros cuadros" de su cuarto como puede, leyendo la prensa, haciendo autodefinidos y ejercitándose con sentadillas que le "están matando". Ya sin fiebre, dice encontrarse casi perfectamente y espera que pronto le dejen salir de esa habitación que desinfecta a conciencia cada día. "Tanto mi pareja como mis hijos tienen mucho cuidado con la ropa que uso o con los cubiertos con los que como y que limpian a conciencia tras cada comida", reconoce con la esperanza de que "esta pesadilla acabe lo antes posible".