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Antes del virus y después del virus

Antes del virus y después del virus

Cuando entré el miércoles pasado a comprar el periódico, la estanquera me dijo: "¿Tú no escribes en un periódico? Por favor di algo para que las cadenas de televisión no se pasen el día metiéndole el miedo en el cuerpo a las personas mayores. En la tele no paran de hablar del maldito virus y yo cuando llego a casa casi de noche, tardo dos horas en consolar a mis padres". Poco puedo hacer yo pero lo prometido es deuda. Nuestros mayores no se merecen este tipo de abusos. Informar y alertar sí, hacer negocio con el dolor y el miedo no. La gente más joven, con capacidad de navegar en redes y relacionarse en la distancia, tenemos otros recursos para evadirnos. La mayoría de ellos no. En cualquier caso, jóvenes y mayores estamos viviendo, ahora sí, días históricos.

Me asusta nuestra fragilidad como sociedad pero ese miedo se difumina cuando veo que nuestro andamiaje democrático está funcionando y va a seguir haciéndolo.

De repente nos damos cuenta de que acatar la autoridad y el liderazgo así como cumplir con la responsable obediencia y la necesaria solidaridad, son nuestras armas más potentes. Quien nos lo iba a decir€ Sabemos que saldremos a la calle con normalidad dentro de un tiempo y también sabemos que las consecuencias económicas de la pandemia provocada por el coronavirus, serán muy graves, especialmente en nuestra comunidad, por la absoluta dependencia del turismo. Deseo lucidez y generosidad para paliar los estragos que se avecinen. Y cuando lleguen esos momentos el triple mantra quizás seguirá siendo el mismo: aceptación de la autoridad, obediencia y solidaridad.

Entiéndanme, aceptar la autoridad y el liderazgo, no significa dejar de proponer, criticar, cuestionar e intentar conducir, cada uno de nosotros desde nuestros campos del conocimiento a quienes tienen la capacidad de decisión. Buena soy yo, que me paso la vida exigiendo aquello que considero necesario desde los grupos ciudadanos en los que trabajo. Desde luego no propongo callar, pero sí valorar lo que tenemos.

Tengo ahora en un altar, aún más que antes, a las auxiliares y resto de profesionales de la residencia de Palma en la que está mi madre. Sufro por todas ellas y confío plenamente en su excelente trabajo. Sé que ha habido positivos al virus en su centro y las considero heroínas a todas. Solo puedo confiar y creer en ellas.

También valoramos más que nunca, a todos los profesionales de hospitales y centros de salud. Y yo, personalmente, también siento devoción por periodistas locales que arriesgan su salud como reporteros o fotógrafos en unas condiciones económicas más que precarias para mantener la que es quizás la esencia de la democracia: la información veraz. Creo, de verdad, que una de las futuras decisiones gubernamentales debería ser ayudar económicamente a las cabeceras históricas de la prensa escrita porque su latido es débil y su respirador no se fabrica en impresoras 3D. Una inversión pública que garantice la independencia informativa, por supuesto, igual que, por interés general se concierta con centros educativos privados de diversos planteamientos ideológicos.

Antes del virus el tema estrella era el cambio climático y el necesario trabajo para paliarlo. Parece que de rebote ha sido el gran beneficiario del parón mundial y sería bueno medir la trascendencia de este impasse para aprender algo. Por aquel entonces, antes del virus, había planeado escribir sobre la necesidad de consumir mucho, mucho más, otro tipo de productos que perjudicaran lo menos posible el medio ambiente. Sería estupendo que nuestro dinero, para mantener la rueda de la economía nos lo gastáramos principalmente en libros, teatro, cine, exposiciones, visitas a museos, excursiones culturales... además de periódicos y revistas. También consideraba importante combatir la idea del "todo gratis" que las redes sociales e Internet han favorecido impunemente. El consumo de cultura apenas contamina y no engorda ni consume territorio. Y crea riqueza de la buena. Eso lo creía antes del virus y ahora que lo repienso, creo que será aún más necesario después del virus.

Como tengo una edad, ya soy escéptica sobre aquello de que las grandes crisis pueden ser excepcionales oportunidades. Por desgracia ni los ataques terroristas del 2001 ni la crisis económica del 2008 sirvieron para corregir lo necesario, al contrario. Por lo tanto ahora no lanzaré más proclamas que las que humildemente repito: ayudas económicas a periódicos y promoción del consumo cultural. Y eso para después del virus.

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