Hasta el ahora ominoso 8 M, al que por cierto no acudió Esperanza Aguirre, el coronavirus parecía haberse olvidado de Balears. Aquel domingo no se recogió ni un solo contagio, la cifra de ocho no solo era falsa sino que parece una ensoñación desde los centenares de enfermos que acabará por contabilizar el mes de marzo.

Ahora que el cuerpo social se ha acostumbrado a las pésimas noticias, ya puede sentenciarse con frialdad que hoy empieza la semana de la gran avalancha del coronavirus. Por tanto, nunca como en estos momentos resulta necesario mantener la fe en que los expertos mantengan el porcentaje de aciertos que han acreditado durante la crisis. Si se están equivocando al alza como lo lograron en su día a la baja, remitirá la pandemia. Si solo funcionan como agoreros, Mallorca se enfrenta a un fin de mes marcado por las turbulencias.

Las tasas de propagación del coronavirus se mantuvieron artificialmente congeladas hasta mediados de marzo. La línea quebrada con vocación de horizontalidad, que medía la incorporación diaria de nuevos casos, ha enloquecido en los últimos diez días. Tras jornadas de vértigo como las 57 incorporaciones del pasado jueves, superadas por las 85 de ayer domingo, lo peor está por llegar y Mallorca se prepara para una multiplicación del número de enfermos.

La sensación premonitoria se extiende por los hospitales públicos de la isla sin excepciones. La gran avalancha es el único punto de coincidencia entre los gestores cuestionados por afrontar tímidamente un colapso global y quienes han denunciado esa pasividad. Como hospital de referencia, Son Espases detallaba el pasado viernes el nuevo régimen que encaja a la sanidad pública y privada bajo un mando único.

La unidad de acción entre hospitales y clínicas unidad de acción entre hospitales y clínicassupone otra novedad en la falsa guerra contra el coronavirus. Como de costumbre en la evolución de la pandemia, Francina Armengol la consideraba casi pecaminosa un día antes de que el Gobierno de su partido la impusiera manu militari. La presidenta de Balears respondía con obsequiosidad que no era necesario asumir la sanidad privada y que lo importante era "colaborar". La política de paños calientes está en la raíz de la multiplicación descontrolada de los casos de coronavirus.

Pese a que las órdenes de Madrid establecen el mando único, Son Espases se mantenía timorato al declarar que "se ha cerrado un acuerdo con la sanidad privada para la reserva de camas", donde se acata la perspectiva de que las clínicas privadas han impuesto sus condiciones.

Médicos de la sanidad privada se quejaban durante la semana pasada del sentimiento de tensa inactividad que precede a la entrada en combate. Si los expertos han enfocado bien el problema por una vez, a los facultativos les sobrarán oportunidades para mostrar su pericia. Repasando una tabla con treinta nuevos casos diarios durante la última semana, la cifra de un millar de contagiados no parece descabellada.

El redescubrimiento de las tablas estadísticas, relegadas a la información electoral y bursátil, confirma la fascinación que ejercen los números por encima de su contenido. Ahora se sabe que la tasa de contagios no guarda correlación con la presencia real del coronavirus, sino de un número de pruebas muy racionado.

De hecho, el crecimiento ya desbocado de la tasa de contagiados en Balears muestra una armonía que obliga a recelar de una limitación de los ensayos disponibles para no desatar el pánico, y mantener la ficción de que la situación está controlada. Por desgracia, las estrategias políticas van en detrimento de la salud de los ciudadanos. En cuanto a las exigencias de material para llevar a cabo más test, suele olvidar que se precisarán técnicos capacitados para llevar a cabo esa tarea.

"Sospechoso de infección"

La alarma colectiva ante un coronavirus que campa a sus anchas se suma a la angustia suplementaria de los enfermos que reciben el dictamen de "sospechoso de infección por coronavirus". En medio del pánico, parece inconcebible que esa sentencia no conlleve la realización inmediata de una prueba de laboratorio, sino únicamente las instrucciones para un aislamiento que multiplica la ansiedad. Si el término personas no posee la influencia suficiente, conviene recordar que se trata además de contribuyentes.

Aunque parezca inaceptable con la pasión desatada, la inmensa mayoría de los mallorquines no habrán desarrollado la enfermedad cuando finalice la semana de la gran avalancha. Las personas sanas en arresto domiciliario también se verán sometidas a pruebas que en más de una enfermedad parecerían inhumanas.

La primera semana de confinamiento parcial se ha encajado con templanza ejemplar. Sin embargo, la frontera psicológica de los siete días puede acentuar la implantación de la célebre disyuntiva de Teófilo Gautier, "antes la barbarie que el aburrimiento". El seguimiento a pies juntillas de los decretos de la autoridad incluso militar puede provocar un estallido si no se advierten resultados concretos en la curva de contagios.

Durante una semana ha funcionado el cóctel de miedo a la enfermedad, de coacción policial y de persuasión política a excepción del Jefe de Estado. Sin olvidar, como defendía Unamuno, a las personas que cumplen las leyes por un impulso cívico que les incomoda reconocer. Sin embargo, el pacto caduca hoy lunes, y brotarán los primeros conatos de rebelión. No solo por la tendencia anarcoide hispana, también porque muchos confinados no cuentan con reservas económicas para pagarse el encierro.

CONTENIDO_RELACIONADO

  • Consulta todas las noticias del coronavirus en Mallorca

FIN_CONTENIDO_RELACIONADO