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La epidemia ataca al campo balear en todos sus frentes

El parón en la actividad de restaurantes y hoteles hace que se multiplique su dependencia de supermercados y grandes superficies

Plantación de fresas en Mallorca, uno de los productos afectados. J. Payeras

Agricultores y ganaderos están considerados como piezas clave para garantizar el suministro de alimentos a la población, y están obligados a mantener su actividad. Pero el hecho de no haberse visto empujados a parar no supone que hayan quedado 'inmunizados' ante los efectos económicos que está teniendo el coronavirus. Bien al contrario. Según destaca el secretario general de la organización agraria Asaja, Joan Simonet, al campo balear le están cayendo los golpes por tres frentes: en el corto, en el medio y en el largo plazo. Porque la paralización en la demanda de bares, restaurantes y hoteles, y la dependencia casi absoluta de supermercados y grandes superficies, puede pasar una elevada factura.

El primer impacto aparece en el corto plazo: las hortalizas y fresas sembradas hace dos meses entran ahora en fase de producción, y una parte de ellas se van a dirigir a las cadenas de distribución de alimentos para que lleguen a las familias. Pero las partidas previstas para restauración y hostelería no tienen ahora a donde ir, porque la actividad de éstos negocios ha entrado en "cero total", lamenta el secretario general de Asaja, y estas últimas pueden llegar a suponer el 60% del total en algunos de estos productos.

Eso hace que en estos momentos la dependencia que se tiene de las cadenas de supermercados y grandes superficies sea total, y que las decisiones de éstos resulten fundamentales.

"Sería triste que llegaran barcos cargados con fresas de Almería y tuviéramos que tirar las de aquí", subraya Joan Simonet, que califica esta posibilidad de "absurda".

No oculta que aunque el volumen de salida de estos productos es todavía relativamente escaso, en una semana comenzará a incrementarse de forma notable.

En el medio plazo, también hay impacto, según pone de relieve el representante del sector primario balear. Restaurantes y hoteles son claves para la comercialización de algunas carnes, como el cordero y, especialmente, la lechona. Pero su demanda, por ese motivo, ha registrado una durísima caída a causa del cierre de estos establecimientos. "A los animales hay que darles de comer, y además tienen la mala costumbre de crecer", ironiza el representante de Asaja. Eso supone que el gasto no deja de aumentar, mientras que su valor no para de descender. Porque el precio del kilo de porcella es notablemente superior al del kilo de "una cerda gorda". Esa misma ecuación podría aplicarse al cordero.

"Podemos matar al animal y congelarlo, pero eso supone también incrementar los gastos" al tener que disponer de cámaras frigoríficas para ello.

Así que de nuevo la ecuación pasa por buscar salida a esta producción a través de supermercados y grandes superficies.

Efecto en los viticultores

En el largo plazo, el problema es similar. La producción de vino que se dirigía a restaurantes y hoteles no tiene por ahora demanda, algo de especial impacto para las pequeñas bodegas, que elaboran un producto "más selecto" que muchas veces solo puede obtenerse a través de los restaurantes.

Aunque el vino se puede almacenar durante un tiempo, las uvas siguen creciendo y generando más vino. Y un exceso de stock en los almacenes puede hacer que su precio baje.

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