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Diario de una madre teletrabajadora

Netflix sabe cómo me siento

Día 6 . Ni siquiera en el postparto y la árdua lactancia dejé de leer. Mi consumo de libros cayó bajo mínimos, pero un amigo me fue acercando...

Netflix sabe cómo me siento

Día 6 . Ni siquiera en el postparto y la árdua lactancia dejé de leer. Mi consumo de libros cayó bajo mínimos, pero un amigo me fue acercando esas novelas negras que se devoran solas, y tuve mi ración de letras. Dos meses alimentando a dos bebés cada dos horas, y no lo recuerdo tan agotador como esta semana. Solo he abierto el libro tres veces, a las cuatro de la mañana, y en medio del insomnio, con el cerebro desbocado contando tápers en el congelador y años de cotización. Añoro mi libro, que no tiene la culpa de nada porque es maravilloso: Frankenstein en Bagdad, de Ahmed Saadawi. Me faltan cincuenta páginas y no avanzo. Desde que me levanto hasta que me acuesto estoy sin parar, y si me detengo me siento culpable por no estar entreteniendo a los niños. “Mi libro sí que es chulo, L’ovella que va a covar un ou”, me dice ella, y cómo no comérmela a besos y acompañarla en la peripecia de esa oveja que lucía una lana sedosa y rutilante. No me concentro y cuando cae la noche no sirvo ni para la actividad menos exigente: ver la televisión. Netflix lo intuye. Netflix sabe que me arrellano en el sofá, ceno en cinco minutos y a los diez ya estoy roncando con el cuello torcido. Netflix me ha mandado un mensaje sugerente que dice: “¿Noche de Netflix?” Qué remedio. Preferiría tomarme una cerveza en la vermutería de abajo, o ir al teatro, pero estamos confinados. Al poco recibo otro mail que me recuerda: “No te olvides de terminar Los asesinatos del Valhalla”. A este algoritmo no se le escapa una. Se ha dado cuenta de que llevo cinco intentos de ver el segundo capítulo, y que lo dejo cuando quedan minutos para que acabe. Debe flipar con mi resistencia masoquista ante el suspense islandés. Tal vez le intrigue también que, cada noche, me ponga como vacuna contra la desazón solo el principio del capítulo cuarto de Esta mierda me supera.

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