"Todo sucedió alguna vez. En un país remoto, en un bosque frondoso, en un castillo que se levanta en la cumbre de una montaña, en un desierto interminable... Estos lugares que no existen están junto a nosotros y nos acompañan. Han existido alguna vez, fluctuantes. Sabemos que existieron en el pasado, que existirán en el futuro, pero no existen en el presente. Érase una vez. Existieron en el interior de los cuentos. Y el cuento es siempre un pájaro salvaje en el dorso del cual podemos elevarnos y volar, subir hasta lo más alto del cielo y partir muy lejos hacia el norte", afirma Gabriel Janer Manila, maestro de narradores, experto en un espectáculo, el del cuento oral, que estos días se ha instalado en las casas, ya sea online o en vivo, para hacer más llevadero el encierro.

"Creo que la situación de confinamiento que nos toca vivir puede ser una ocasión inmejorable para recuperar la lectura compartida en voz alta", defiende Rosa Maria Colom. Para la autora sollerica, a quien siendo niña la lectura de Alicia en el país de la maravillas le fascinó de tal manera que toda su vida ha venerado a "unos personajes jamás superados ni siquiera por Roald Dahl", lo importante al leer o escuchar un cuento "es conectar con él, sumergirse en lo imposible, en la magia de la imaginación de quien urdió la historia con el fin de maravillar a los pequeños lectores".

Cecilia Giménez, conocida por poner voz a La Fada Despistada, un prodigio de imaginación al servicio de los niños, cree en los cuentos desde que descubrió a Tolkien. "Lo importante para mí siempre fue y es la ilusión, el poder cambiar la historia, el juego, lo que nos vino dado. Mi historia personal tiene mucho drama y si no fuera por la Fada y la imaginación estaría muy muy perjudicada.Los cuentos no solo entretienen y enseñan, los cuentos son la puerta a la creación personal, al mundo imaginario y a la libertad al fin y al cabo", subraya.

La crisis del coronavirus le ha dejado sin fuente de ingresos -"este mes tenía prácticamente una o dos actividades por día, pero al cerrar escuelas y bibiotecas, se me acabó el trabajo"- pero no ha mermado la devoción que siente por los cuentos: "Me impresiona muchísimo el efecto inmediato que tienen algunas historias, la catarsis que hacemos a través de los cuentos es mucho mejor que cualquier charla de 'mamá o papá enrollados'. Con los cuentos aprendemos todos".

En el mismo sentido se expresa Miquel Rayó. El escritor palmesano, cautivado desde siempre por las fantasías y las aventuras, advirtió de muy joven que los cuentos enseñan "a escuchar, a imaginar, a ordenar el pensamiento, a tener intimidad y a gozar de cierta soledad necesaria". Él lo supo a través de Emilio Salgari y, sobre todo, de Julio Verne. "Cuando leí La isla misteriosa descubrí el poder, la potencia vital de la literatura. En los libros puedes vivir muy intensamente grandes y pequeñas experiencias", afirma.

En opinión de Rayó, los cuentos en familia son "esenciales" porque "la unión entre el niño que escucha y el adulto que narra es permanente", y además propicia el "afecto, la atención, las miradas, las palabras, gestos, silencio, y todo junto forma el cerebro y la personalidad del niño".

Los dibujos, las ilustraciones, conforman el trabajo diario de Nívola Uyá, que estos días ha tenido que reducir su jornada a un 50 por ciento, para cuidar a su hija, y ha visto cómo se paralizaban sus actividades programadas, entre ellas su presencia en la Feria del libro de Nueva York. "Leer en familia o en grupo es un momento precioso para compartir, que nos ofrece disfrute, unión, vínculo, pasión, afición, es un canal para aprender, para reflexionar, para descubrir temas que nos gustan, para estimular nuestra imaginación, para conocernos mejor, para cimentar nuestra arquitectura emocional y espiritual", reflexiona.

Firmemente convencida de que los cuentos "son necesarios en todo momento", al tratarse de una "herramienta de construcción social y transmisión cultural, con el poder de elevar nuestros corazones", Uyá tiene claro que "en tiempos difíciles pueden ser un bálsamo que nos ayuden a sentirnos mejor, a reflexionar, a aceptar nuestra realidad de una manera sencilla y por tanto relativizar o superar incertezas, aumentar nuestra conciencia o abrir nuestra mente y corazón".

En definitiva, y volviendo al principio, un cuento narrado de forma oral "es una de las mejores experiencias que se pueden brindar a un niño. Las palabras y las historias que con ellas se cuentan tienen una enorme capacidad de despertar la imaginación del niño, de educar su inteligencia emocional, de llevarle por caminos inesperados al descubrimiento de nuevos mundos, de realidades sorprendentes", insiste Gabriel Janer Manila.