Profesora de Economía de la UIB. Es también secretaria del Laboratori Interdisciplinari sobre Canvi Climàtic de la Universitat. Centra su investigación en la economía ecológica y el análisis del papel del metabolismo de la civilización industrial en la degradación de la biosfera. Cati Torres descorcha estos Diálogos en cuarentena que brindarán a los lectores un espacio de reflexión sobre las consecuencias de una pandemia que obliga a trasladar muchos temas al debate público.

P ¿Cómo afecta esta pandemia

R Efectivamente, la enorme reducción de la actividad económica ha llevado a disminuir de forma importante la contaminación. El cierre de muchas empresas o la disminución drástica de su actividad y un uso extremadamente menor del transporte por tierra, mar y aire han permitido mejoras sustanciales de la calidad del aire. Todos hemos visto los datos de la NASA y la Agencia Espacial Europea sobre la reducción de las emisiones de dióxido de carbono y de nitrógeno en China e Italia, por ejemplo. En Mallorca, también se está apuntando a una reducción del 75% de la contaminación atmosférica en estos días. Pero también hemos visto mejoras en la calidad de las aguas de los canales de Venecia, una ciudad muy castigada por el desarrollo de la industria crucerística, muy transparentes y albergando nuevamente grandes cantidades de peces pequeños. O hasta jabalíes en la Diagonal de Barcelona? Parece que la naturaleza está recuperando los espacios que le hemos robado.

P ¿Cómo valora estas mejoras medioambientales?

R Con poco optimismo. Sin duda, la degradación ecológica planetaria debe atajarse de forma urgente. Pero cabe hacerlo de una manera consciente, planificada y consensuada socialmente. No hay que olvidar que las mejoras ambientales que estamos observando en estos días son el resultado de una paralización drástica de la actividad humana que no responde a ninguna estrategia de este tipo y que, además, va acompañada de un elevado coste social. La privación de libertad de las personas; la angustia que están padeciendo las más vulnerables por tener una salud delicada o por tener una situación económica precaria (dos características que, por cierto, muchas veces van de la mano), y que vuelve a alertarnos de que esta crisis, si no implementamos un plan de choque social ambicioso y potente, volverán a padecerla más intensamente, e injustamente, las clases populares; o la presión a la que estamos sometiendo a nuestro personal sanitario, agravada por una falta de recursos que, no lo olvidemos, es fruto del desmantelamiento progresivo de la sanidad pública que se acentuó aún más con las políticas austericidas implementadas a raíz de la crisis de 2008, son ingredientes sociales que no deben configurar la receta del camino hacia la sostenibilidad ambiental. Ese camino sólo puede dibujarse desde una sociedad cohesionada, justa e igualitaria que ponga a las personas, y no al IBEX35, en el centro de las políticas. La búsqueda de horizontes ecológicos más viables y saludables que el actual exige el respeto, el cuidado y la protección de las personas.

P ¿Qué retos medioambientales se plantean?

R Los retos ambientales son muchos e importantes. Nos encontramos en una situación de emergencia ecológica y social de la que la emergencia climática es sólo una de sus caras. El Covid-19 puede complicar esta situación si la gestión de la crisis sanitaria no se centra en proteger con contundencia a las clases populares con la implementación de un plan de choque social valiente que no sólo pueda perpetuarse en el tiempo sino que sirva de revulsivo para la reconversión necesaria y urgente del actual modelo socioeconómico, generador de importantes desigualdades sociales y gran consumidor de recursos, materiales y energía. Y es que si la gestión de la crisis vuelve a poner el acento en la protección del poder corporativo-financiero y convierte, nuevamente, a las clases populares en las clases que más la padecen, haciéndolas aún más pobres y vulnerables, el camino hacia horizontes ecológicos y sociales más viables y saludables que el actual no será posible. Es el metabolismo de la civilización industrial, depredador de vidas humanas y de la naturaleza, el que nos sitúa en la cuerda floja. No podemos demorar más su reconversión.

P ¿Hasta qué punto es responsable de estas epidemias el crecimiento económico continuo?

R La crisis del Covid-19 pone de manifiesto la fragilidad de la existencia humana. Como la del resto de especies, nuestra existencia está condicionada por el equilibrio de los ecosistemas, un equilibrio que, si rompemos, nos puede acarrear consecuencias impredecibles. Dependemos de la biosfera de la que formamos parte, algo que parece que hemos olvidado durante los últimos casi 300 años. Obviar nuestra conexión biológica con la naturaleza y pensarnos, para colmo, que podemos dominarla nos ha llevado a construir un modelo de desarrollo social que no nos ha hecho más resilientes, sino todo lo contrario, más frágiles, porque busca un objetivo imposible en un planeta finito, el del crecimiento ilimitado del uso de materiales y energías no renovables sobre el que se apoya la ideología del crecimiento económico, con la consiguiente generación masiva de residuos y emisiones, alterando para ello el equilibrio ecológico planetario. Nuestro modelo socioeconómico nos hace más vulnerables porque, entre muchas otras cosas, contribuye a romper las barreras naturales entre los animales que sirven de huéspedes a muchos virus y otros patógenos y los seres humanos. O facilita, con el aumento de la temperatura global media del planeta al que nos está conduciendo, que otros muchos virus y patógenos lleguen hasta nosotros a través de vectores transmisores propios de regiones tropicales.

P El biólogo Rob Wallace sostiene que el aumento de la aparición de virus está estrechamente relacionado con la producción de alimentos y la rentabilidad de las corporaciones multinacionales. Apunta al modelo industrial de agricultura, que conduce a la deforestación y a la liberación de patógenos que previamente estaban controlados por los ecosistemas forestales, y a la producción ganadera. ¿Nos obligará a ser más ecológicos y racionales esta pandemia?

R El Covid-19 debería servir de revulsivo para llevar a cabo la necesaria y urgente reconversión del modelo socioeconómico actual. La agricultura y la ganadería industrial son sólo una de las piezas del puzzle que debe reestructurarse. La creciente intensidad energética y material que nuestro metabolismo socioeconómico exige para su supervivencia y los elevados impactos ecológicos y sociales que se derivan de su desarrollo nos llevan a un escenario de insostenibilidad que no puede perpetuarse en el tiempo ni ecológicamente ni socialmente. Cabe empezar a planificar y consensuar entre todos una estrategia de decrecimiento en el uso de determinados recursos y materiales que se sustente en un modelo de gestión alternativo que sitúe a las personas y a la naturaleza en el centro de las políticas. Una estrategia que se vincule a un plan más ambicioso e ilusionante de saneamiento y mejora de los territorios que apunte hacia horizontes ecológicos y sociales más viables y saludables que el actual. Debe preocuparnos el Covid-19, pero también el cambio climático, la alteración del ciclo global de nitrógeno, la pérdida de la capa de ozono, la pérdida de biodiversidad, la erosión del suelo, la contaminación del aire y del agua o la sobreexplotación de los recursos pesqueros, por poner sólo algunos ejemplos de los numerosos conflictos ecológicos provocados por el metabolismo de la civilización industrial.

P Al final estamos hablando de robar la tierra y los recursos a los más débiles.

R Al final estamos hablando de un modelo socioeconómico que se sustenta sobre la base de la desigualdad social y la vulneración de derechos fundamentales. Un modelo en el que unos pocos países ricos o núcleos industriales utilizan al resto de países como áreas de abastecimiento y sumideros de residuos contribuyendo a la polarización social y territorial ya no sólo en el mundo sino también dentro de sus propias fronteras. Un modelo en el que si unos son ricos es porque otros son pobres.

P ¿Confía en que vaya a cambiar algo a partir de aquí?

R Un aspecto muy interesante que está poniendo de manifiesto esta crisis sanitaria es que existe la posibilidad real de hacer las cosas de una forma diferente. Por una parte, las instituciones están tomando una serie de decisiones que eran impensables hace tan sólo unas semanas, lo que demuestra que existe una capacidad institucional real de reacción y movilización de una gran cantidad de recursos si se cree que el objetivo merece la pena. Por otra, esta crisis sanitaria está impulsando numerosas acciones de personas y colectivos que se sustentan en los principios de reciprocidad, cooperación y solidaridad, unos principios que no son ajenos a la condición humana aunque el actual sistema socioeconómico trate de ahogarlos continuamente para convertirnos en seres competitivos, egoístas e individualistas con el fin de asegurar su supervivencia. Tenemos, pues, los ingredientes sociales necesarios para llevar a cabo la reconversión del modelo socioeconómico que demanda de forma urgente la crisis ecológica y social y, por ende, la sanitaria, que vivimos. Las personas tenemos que convencernos y convencer a nuestras instituciones de que este objetivo de reconversión vale mucho la pena. Sólo así podremos afrontar mejor el futuro nada halagüeño que se nos avecina en el que las amenazas a las que estaremos expuestos dejarán de ser la excepción para convertirse en la regla.

P El escenario mental parece que todavía no ha cambiado: China ayuda a España con material sanitario, pero no es cooperación gratuita, esperan mayores relaciones comerciales con nuestro país. ¿Es Europa el botín de la guerra comercial desatada entre EE UU y China?

R Si queremos salir de esta crisis sanitaria siendo una sociedad más resiliente, debemos centrar las medidas en la protección de las clases populares y no en la perpetuación del statu quo que nos ha llevado a ella y nos acarreará más problemas en el futuro. La gestión de la crisis del Covid-19 puede llevarnos hacia un escenario ecológicamente y socialmente más viable y saludable para todos o hacia un escenario de mayor pobreza y vulnerabilidad social. De nosotros depende. Sin duda, el camino hacia un escenario ecológicamente y socialmente más viable y saludable para todos sólo será posible desde un cambio del marco mental e institucional actual.

P Estamos en un momento en que podría abusarse del estado de excepción o de alarma y el régimen chino podría erigirse en un modelo a seguir por haber controlado el virus en pocos meses. ¿Afectará esta crisis a largo plazo a las libertades?

R La doctrina del shock nos cuenta que la confusión y el miedo a que llevan las crisis pueden ser aprovechados muy fácilmente por el poder corporativo-financiero para demandar reformas y políticas que sólo favorezcan a la minoría privilegiada de siempre. Es más, existen incentivos muy fuertes por parte de este poder para promover aún más, con la connivencia del poder político, ese miedo y esa confusión en un intento de tener a una población más controlada. Y eso es lo que hay que evitar. Hay que evitar esa manipulación y exigir transparencia a la vez que la implementación de medidas encaminadas a proteger de forma valiente a las personas garantizando sus derechos y no vulnerándolos para sumirlas en un estado de mayor pobreza y precariedad. Una población más vulnerable es una población más fácil de controlar.

P Como economista, ¿a quién cree que fortalece esta pandemia?

R Sin duda alguna, la poderosa industria farmacéutica será una de las grandes beneficiadas. Y si, también atendiendo a la doctrina del shock, la gestión de la crisis sanitaria y de las consecuencias económicas que de ello se derivan busca perpetuar, o incluso reforzar, el actual modelo socioeconómico, entonces aquellos otros sectores que son estratégicos para el desarrollo del capitalismo global, como son el sector financiero y el turístico-inmobiliario, que acostumbran a socializar sus pérdidas pero no a compartir sus beneficios, también sacarán tajada. Lo hemos visto con la gestión de la crisis financiera de 2008, con la del colapso de Thomas Cook o con la de la reciente borrasca Gloria.