"Esperamos estar muy pronto con vosotros para poder cuidaros". La enfermera mallorquina María Dolores Loro Padilla ha recibido un requerimiento para que se incorpore a su puesto en la sección de Hematología y Oncología del hospital de Son Espases, acuciado por la crisis del coronavirus y su curva ascendente.

Pero la sanitaria se encuentra a 9.300 kilómetros de distancia, en Guayaquil, Ecuador. Atrapada por el bloqueo y la situación de confinamiento decretado también por las autoridades en el país centroamericano, sin un vuelo para regresar antes de mediados de abril o principios de mayo, con muy poco dinero en metálico en el bolsillo en un país donde el pago con tarjeta de crédito no está generalizado y sufriendo el rechazo de gran parte de la sociedad por su nacionalidad española, que los nativos asocian inmediatamente con uno de los epicentros de la pandemia.

Así lo cuenta su pareja, también enfermero del hospital de Son Espases, Alejandro Sevillano, que narra el caso por si la situación de María Dolores puede encontrar una pronta solución.

Al menos no está sola, forma parte de un grupo de enfermeras españolas entre las que también se encuentran Amaya Alejandra Jiménez Ojembarrena, de Bilbao; Shi Ana Wu Yang, de Madrid; Lucía Torío Álvarez Benavente, de Zamora; Irene Pérez de Ciriza Galarza, de Zaragoza; Laura Clemente Martínez, de Teruel, y Montse Piorno Hernández, de Barcelona.

"Aprovechando sus vacaciones y con un grupo de enfermeras de toda España, María Dolores viajó a Ecuador hace un mes para participar, con la Fundación Omar Mosquera, en una estancia de cooperación sanitaria en las aldeas indígenas que rodean el volcán Chimborazo", explica Alejandro Sevillano.

"Todo iba bien hasta el 14 de marzo, fecha en la que se suspendió el voluntariado. Consiguieron un vuelo para el mismo día, pero les dijeron antes de embarcar que se habían quedado sin plaza, que la tarifa había cambiado, que su única opción era volar de Guayaquil a Quito y de allí tomar un vuelo a España, cuando ya había restricciones a los desplazamientos", detalla. "El día 18 se abrió otra oportunidad, pero el estado de alerta supuso el cierre del espacio aéreo y se frustró de nuevo la oportunidad de regresar a España, con unas imágenes de coches invadiendo la pista de aterrizaje del aeropuerto de Guayaquil que dieron la vuelta al mundo", explica. A partir de ese momento, todo fueron dificultades para la mallorquina y el grupo de enfermeras. En los hoteles de la ciudad no las aceptaban por ser españolas; tenían escasísimo dinero en metálico y tanto el consulado de Guayaquil como la embajada de España en Quito no se quisieron hacer cargo del caso. "Les han dicho que hasta el 18 de abril no tendrán la oportunidad de regresar", comenta Sevillano, pero horas después vuelve a comunicar con el diario para dar cuenta de una opción con muchas dificultades. El consulado se ha puesto en contacto con las españolas para avisarles de que el domingo parte un vuelo desde Quito con destino a España. Pero el inconveniente es que las vías aéreas están cerradas y las terrestres también.

Demasiadas trabas en el camino

"Ante la situación de atropello que sufrimos por parte de la alcaldesa de Guayaquil, solicitamos que el Gobierno español garantice nuestro traslado a Quito para poder tomar ese vuelo y regresar a casa". Si no es posible, a María Dolores Loro Padilla no le quedará otro remedio que esperar.

Una especialista en medicina familiar y comunitaria que trabaja en Mallorca vive una situación similar. Su intención es hacer caso al llamamiento de las autoridades de que todo personal sanitario que pueda trabajar se incorpore de inmediato. Esa es su intención, ayudar. Sin embargo, no puede hacerlo: lleva más de una semana sin poder salir de Perú.

Ha dedicado estos últimos meses a una expedición en la selva amazónica de Bolivia con una ONG española. Después de la misión, decidió visitar y conocer Perú. Estando allí, estalló la crisis global del coronavirus y, aunque sus planes eran asistir, a finales de mes de marzo, a un Master en San Diego (California) -que se anuló-, enseguida intentó comprar un vuelo para volver a España y, después, a Mallorca. No pudo ser: "Intentó comprar vuelos para regresar y el sistema se le bloqueaba cuando ponía que era española", cuenta su pareja, Joan Roig (Palma), cirujano ortopédico y traumatólogo del Hospital d'Inca.

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Por suerte, una compañera de la ONG vive en Cuzco (Perú) y le ofreció alojamiento, "porque sabemos que hay gente durmiendo en los aeropuertos", lamenta Roig. No hay manera de encontrar un vuelo. "Le han cerrado las fronteras terrestres y las aéreas", apunta el cirujano ortopédico, que asegura haber hablado con el ministerio de Exteriores, desde donde le dicen que no hay planificado durante este mes ningún vuelo desde allí. "Esto se arreglaría con un acuerdo del Gobierno que permitiera ciertos vuelos para que los españoles que se encuentran en otros países pudieran volver.

Mallorquines atrapados en Perú

A raíz de esto se ha creado un grupo en WhatsApp de españoles atrapados en Perú. Son casi trescientas personas". Pero esto no es lo peor: "Entre estas, hay alrededor de medio centenar que son personal sanitario", advierte Roig. Así, considera contradictorio e incoherente que Sánchez dijera en su comparecencia del martes "no dejaremos a nadie atrás", cuando las manos de estos profesionales de la salud son más necesarias que nunca y "nadie está logrando conseguir que vuelvan" cuando el Gobierno debería, al menos, "facilitar su retorno". Además, el doctor señala, preocupado, que aquellos que están fuera "no se deberían permitir tener la manifestación más grave de la enfermedad sin poder tener una cobertura sanitaria completa". El palmesano escribió ayer una carta al presidente Pedro Sánchez en la que le expuso la situación.

"Por fin en la 'roqueta'"

La historia de Adrián Ferrer, enfermero de la UCI de Son LlàtzerSon Llàtze, es similar a la de la doctora atrapada en Perú, aunque la distancia sea mucho menor y el final feliz.

Ayer pudo, por fin, aterrizar en Mallorca después de cinco días atrapado en el aeropuerto de Lanzarote, sin posibilidad de volver a Mallorca. Ninguna compañía aérea lo quería reubicar en un vuelo que le permitiera regresar a la isla. Esta situación le impidió cumplir con el requerimiento que hizo su hospital: que todo el personal sanitario esté dispuesto a acudir a trabajar, como consecuencia de la alarma sanitaria que se ha decretado debido a la pandemia del coronavirus.

Una situación, además, que cada día está empeorando porque son muchos los profesionales sanitarios que están enfermando al estar en contacto con contagiados, lo que provoca graves problemas de personal.

El enfermero, aprovechando unos días de vacaciones que tenía pendientes, viajó a su ciudad de origen y visitó a su familia, que reside en Lanzarote.

Ante las noticias del contagio masivo provocado por el virus acudió al aeropuerto para pedir que le adelantaran el vuelo de regreso, debido a que se trataba de personal sanitario, además especialista en tratamiento de enfermos ingresados en UCI.

La restricción de la mayoría de vuelos, además de todos los que se han suspendido, ha sido la causa principal por la que el enfermero del hospital de Son Llàtzer haya estado cinco días intentando que alguna compañía lo reubicara, pues él consideraba que su ayuda en el hospital podía ser importante en estos momentos.