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Lletra menuda

El reverso de los latidos sociales

Acostumbrados a estar zambullidos en el anverso de la Mallorca bulliciosa y la calle latente, ahora la convivencia y el equilibrio emocional obligan volver la vista hacia su reverso. Todo un descubrimiento. La vitalidad abunda de puertas adentro y las ventanas necesitan abrirse para airearlo. El patio de vecinos no se ha extinguido y los teléfonos vuelven a ser útiles para hablar. Ya no nos reconocíamos en estas rutinas que el coronavirus nos ha obligado a resucitar -algo bueno necesitaba tener- para el bien de una inmunidad que permite dar continuidad a la vida personal y social.

Insólito. La isla es ya una plataforma de despedida de turistas. A ella llegan solo militares provistos de equipos de desinfección, aviones con cuentagotas programado y los puertos están reservados al abastecimiento, asegurado dicen. Nada que ver con la realidad de la semana pasada. Mallorca ha mutado en un aceleramiento abrupto.

Con este panorama sobrevenido no le queda más remedio que dar sentido a su reverso, mirar qué pasa en las casas y las azoteas. ¿Intromisión en la privacidad? No, autodefensa y respaldo social. ¿Cotilleo? Tampoco, al menos en el mal sentido de la expresión, es elemental sentido de la convivencia y necesidad de certificar que no te has vuelto un bicho raro, de la noche a la mañana, por decreto gubernamental.

Es dentro de esta dinámica que los xirimiers de Petra imitan al de Bunyola en diferido y enlazan la melodía de sor tomasseta desde balcones, terrazas y fora vila. La misma que motiva al alcalde de Mancor de la Vall, Guillem Villalonga, a organizar un festival de play-back para sus vecinos y bailar con el ejemplo

Todo el mundo en casa. Significa que los amigos de lo ajeno se han quedado sin amistades ni campo de acción. Ha disminuido la delincuencia, también porque hay más vigilancia en la calle con interrogatorio permanente.

No es fácil de superar el sobresalto de la despreocupada anciana a la que interpela la Guardia Civil y al preguntarle por su destino responde "voy a una parcela que tengo aquí, al lado", "idò recordau que és a ca vostra on teniu les feines" le contesta un sonriente agente. Otra, en el mismo aprieto y que "necesitaba despejarse", ha contado con la complicidad de hijo que ya le ha proporcionado un perro para pasear un rato cada día.

Las campanas de los pueblos han recuperado el ángelus. No hay tiempo que no vuelva. El toque del mediodía y la comunicación vespertina con aplausos y cantos son otras formas de expresión y de comunicación del reverso del latido social que no se deja arrinconar por el coronavirus. Parece claro que irá incorporando nuevas vías de escape a medida que siga avanzando el confinamiento doméstico.

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