Ayer no fue un sábado normal en los pueblos. Con el estado de alarma decretado y a la espera de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciara las medidas excepcionales frente al coronavirus medidas excepcionales frente al coronavirus aprobadas por el Consejo de Ministros, parte de la Part Forana sí se quedó en casa pero fueron muchos los que aún acudieron en masa a los supermercados en busca de provisiones a pesar de que los distribuidores avisaron por activa y por pasiva que el abastecimiento está garantizado y de que las autoridades reiteran que estas aglomeraciones implican riesgo de contagio.

Pero la realidad es que los pueblos no presentaronn la vida habitual de un sábado por la mañana. Muchos comercios ya cerraron sus puertas, los bares estaban vacíos y las plazas y parques que normalmente los fines de semana disfrutan de una gran afluencia de gente, en la mañana eran un desierto.

Eso sí, muchos ciudadanos aprovecharon la primera hora de la mañana para acudir a las tiendas de comestibles de los pueblos o de los mercados, como en Alaró, donde había instaladas cuatro paradas de alimentación aunque a media mañana el número de personas que compraban fruta y verdura ya había descendido notablemente. La concurrida Plaça de Ses Verdures de Manacor tampoco presentaba su aspecto habitual de un sábado por la mañana, igual que la plaza de Sa Bassa, vacía de gente. No ocurrió lo mismo en el caso de los supermercados. Por ejemplo, en Cala Millor las colas para poder acceder a hacer la compra era kilométricas mientras que algunos grandes establecimientos se vieron obligados a cerrar sus puertas y sólo dejar entrar a nuevos clientes cuando otros salían con los carros llenos de provisiones.

Este sábado dejó estampas fuera de lo habitual. En el estanco de Son Servera la cola de clientes en busca de tabaco llegaba a la calle y en Sant Joan una tienda de comestibles se vio obligada a servir la harina a granel porque estos días de locura para repostar la despensa ante la psicosis sanitaria agotó las existencias de paquetes de harina, por ello, tuvieron que acudir a los grandes sacos y proceder a su venta a granel como ocurría antiguamente.

Así, el primer día de estado de alarma dejó colas exageradas de gente en los supermercados, bares vacíos sin el típico vermut del sábado por la mañana y parques cerrados, igual que muchos comercios que ya dejaron bajar barreras para frenar la propagación del coronavirus.

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