Koen Sevenant, psicólogo, miembro de UNICEF y experto en trabajar con niños que han pasado por situaciones traumáticas ha hablado en Palma sobre menores que han sufrido abuso o explotación sexual. Entre otras cosas, desaconseja que se junte y aísle a estos menores en un mismo centro ya que impide el trabajo necesario para ayudarles a romper el trauma.

Sevenants está especializado en salud mental y apoyo psicosocial a niños en emergencias. Ha trabajado en varios países del mundo con niños soldados, adolescentes víctimas de violencia sexual o explotación sexual e hijos de personas condenadas a muerte. Ha sido la persona que ha cerrado las jornadas Prostitució: La foscor dels drets humans, organizadas por el IB-Dona y Metges del Món.

Ha señalado que aislar a las jóvenes que han sufrido explotación sexual (como los 16 casos que se han detectado en centros de protección del Institut Mallorquí d'Afers Socials) puede servir en un primer momento para separar a estas chicas de sus abusadores y captadores, pero debe ser algo puntual y acotado en el tiempo, no una situación que pueda prolongarse. Según el experto, puede pasar como sucede en la cárcel: salir peor de lo que has entrado. “Entras con un graduado escolar de víctima de explotación sexual y sales con un doctorado de víctima”, ha asegurado.

“Puedes aislarlas un mes o así, pero no más, tienen que ir a una familia para crear otra normalidad”, ha indicado. Ha explicado que estos menores entran en una fase de disociación al ser víctimas de explotación sexual: se impiden a sí mismos sentir emociones como mecanismo de autoprotección.

En el caso de menores que vienen de situaciones de abandono o negligencia familiar, muchos ya han vivido la experiencia física de la disociación, ha recordado. Además, los niños y jóvenes que han pasado por situaciones traumáticas ven interrumpido su proceso de aprendizaje emocional normal: se supone que vamos incorporando aprendizajes emocionales a determinadas edades (como la asertividad de decir 'no', a los dos años aproximadamente; o la aceptación propia y de los demás, entre los seis y los doce años); pero las situaciones traumáticas como un abuso sexual pueden provocar que el niño no haga ese aprendizaje que le tocaría por edad, algo que tendrá consecuencias después. Asimismo, ha indicado Sevenants, estos menores que han pasado por situaciones tan duras como la explotación o la violencia sexual se construyen una nueva normalidad para “ser capaces de funcionar en ese contexto”.

Así, el trabajo con estas víctimas debe buscar acabar con la disociación, destruir esa normalidad creada por los jóvenes para autoprotegerse y tratar de que incorporen los aprendizajes emocionales que les queden pendientes por edad. Y en el caso de las menores que han sido víctimas de explotación, ese trabajo no puede hacerse si todas las víctimas están juntas y aisladas en un mismo centro, ha señalado Sevenants, que ha asegurado conocer y seguir el caso de las 16 menores que han sufrido explotación sexual mientras estaban bajo la tutela del Consell de Mallorca.

Entre otros motivos, ha indicado, estas víctimas no pueden estar todas juntas porque los chavales “no pueden soportar” ver a otro igual que está saliendo de la disociación: “Lo ven como a un traidor”. Sevenants ha razonado que dejar atrás la disociación es un proceso difícil: afloran las emociones que se estaban bloqueando y puede manifestarse a través de 'flashbacks', ataques de pánico, pesadillas, agresividad... Que una menor que ha sido víctima de explotación sexual pase por esto puede ser incomprendido y criticado por sus compañeras de centro. “En un centro no puedes trabajar para empujar la disociación”, ha insistido.

El experto, fundador de la ONG Morning Tears, con base en Mallorca, ha criticado que en Europa prime el trabajo con estos menores desde una perspectiva patológica y desde la psicología: “No están enfermos”. Ha defendido en cambio, porque él lo ha experimentado con éxito, lo que ha definido como “apoyo focalizado no especializado”, un trabajo “más social que psicológico”. Tras esta larga denominación se esconden estrategias como el trabajo a través del arte, la psicomotricidad, el teatro y la música.

Son jóvenes, ha razonado, que tienen emociones contradictorias; culpabilidad; sentimientos enredados; pueden tener síntomas psicosomáticos; desarrollar agresividad (sobre todo los varones) o trastornos de la conducta alimentaria (las chicas).

“Los adolescentes no tienen palabras para expresar lo que sienten y con el arte pueden expresarse sin hacer daño a nadie, sin nombrar a nadie”, ha explicado: “Sin sentir que quiebran una lealtad”. Además de para hacer un diagnóstico, las expresiones artísticas de los chavales pueden servir para ver cómo evolucionan: “En Mallorca se podría ir por aquí”, ha recomendado. También ha aconsejado que víctimas de aquí se escriban cartas con otras de otros lugares, un “hermanamiento” que él ha realizado entre jóvenes chinos y de EEUU y que ha visto que ha tenido buenos resultados

La música, según ha experimentado con varios niños y jóvenes, también puede ser muy útil, tanto de forma pasiva (escuchándola, ya que la música influye en el estado de ánimo y puede servir para crear mecanismos de resiliencia en el joven) como activa (expresándose a través de sonidos y ritmos, asociándolos a emociones y a personas y logrando así también que puedan expresar qué sienten respecto a determinadas personas sin necesidad de nombrarlas, evitando así un “conflicto de lealtad”).

El teatro y la psicomotricidad son otras opciones interesantes según este experto. De la psicomotricidad ha valorado que es una manera de fomentar actividad física (necesaria para cambiar tu normalidad); cooperación con otros y contacto físico sin connotación sexual.

Así, ha querido transmitir que en vez de pensar en el trabajo con estos menores como en años de terapia psicológica lo necesario es darles herramientas para que interioricen y desarrollen su resiliencia y cumplan con “los deberes de edad” que tienen (esos aprendizajes emocionales necesarios y no realizados en su momento).

El trabajador de UNICEF ha concluido su intervención mencionando de nuevo el escándalo del IMAS, alertando sobre la adopción de según qué medidas apresuradas como reacción a la aparición de la noticia en prensa y recordando que el artículo 3.1 de la Convención sobre los Derechos del Niño: “En todas las medidas concernientes a los niños que tomen las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consideración primordial a que se atenderá será el interés superior del niño”.

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