Las mujeres que sufren algún problema de salud mental tienen que estar justificándose constantemente. Si están mal como cualquier otra mujer porque han de afrontar el estrés diario, porque están mal. '¿Te has tomado la medicación?', es una de las perlas que deben soportar en su entorno familiar. Y si están bien, si están de buen humor como cualquier mujer normal, porque están bien. "Si estás contenta y lo exteriorizas te sueltan un 'uy, a ver si estás maniaca'. Estos son solo algunos de los múltiples agravios a los que deben afrontar diariamente, según denunciaron ayer cuatro activistas del programa Obertament Balears, que participaron en el club de este diario en el coloquio La Salut mental viscuda des de l'experiència de ser dona que organizó la entidad 3 Salud Mental y moderó la periodista de este periódico, Mar Ferragut. "Con este cuestionamiento y desacreditación al final dices, basta, no quiero que me trates así", proclamó Mar Abrines, miembro de Obertament.

Que vivamos en una sociedad que rinde culto al cuerpo y a la imagen les perjudica. "La medicación me hizo engordar muchísimo y la gente te pide explicaciones de por qué has engordado tanto. Te hacen sentir culpable", explicó Neus Serra, también activista de Obertament. Su compañera en la entidad, Clàudia Tomàs también ha sufrido en sus carnes que la gente se tome estas licencias. "Se sienten muy libres de opinar sobre tu cuerpo", censuró.

A la hora de buscar trabajo también lo tienen peor. "Si la discapacidad ya está estigmatizada, si es por problemas de salud mental aún más. Se piensan que somos menos capaces, que nos daremos de baja", deploró Serra. Así las cosas, muchas optan por callar su problema. "Yo pasé mi oposición como cada hijo de vecino y saqué mi plaza. Pero toda mi vida laboral lo he estado ocultando", confesó Isabel Toro, también de Obertament.

El personal sanitario que debe velar por su bienestar en ocasiones tampoco ayuda. Denunciaron que en muchas ocasiones el médico se limita a dar medicación sin evaluar su caso. "Me gustaría un trato más humano. Dos personas con el mismo diagnóstico no significa que seamos iguales ni tenemos las mismas necesidades", recordó Toro. "Cada persona es diferente. No es lo mismo romperse un brazo que tratar el cerebro", coincidió Tomàs. Un ejemplo de esta tendencia de los facultativos a solucionar problemas a golpe de pastillas lo dio Serra. Siempre había sido tratada por ansiedad, hasta que un día en una revisión casual, con un electro, le detectaron un problema en el corazón. "Y yo toda la vida tomando ansiolíticos", lamentó.

En esta constante carrera de obstáculos no podía faltar la maternidad. A Toro su problema le privó de su deseo de ser madre. "¿Qué voy a hacer con la criatura con mi trastorno, que además es genético?", se preguntaba. Eran otros tiempos. La enfermedad era un tabú y en la actualidad gracias a la labor de programas como Obertament estas mujeres ya no están tan solas y muchos estigmas han caído. "Ahora con los conocimientos que tengo de mis trastorno sí que hubiera sido madre. Me encantan los niños", se sinceró Toro.

También se alertó de cómo estas mujeres tienen mucho más riesgo de sufrir violencia de género. Ante esta lacra, lanzaron dos recetas: empoderarlas y dar más educación a los niños.

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