Caterina Fiol Siquier llegó a Verona procedente de Mallorca el pasado día 16, "antes de que saltarán todas las alarmas" por el coronavirus en el norte de Italia, subraya.

Alojada en Verona, su intención era buscar otro domicilio en Padua, ciudad ubicada a poco más de 12 kilómetros de Stra, localidad donde esta mallorquina recibe clases de restauración en tapicería en el Museo Nazionale di Villa Pisani. Unas clases que, lamenta, el pasado domingo le comunicaron que han sido suspendidas durante una semana para prevenir la expansión del nuevo agente patógeno.

"Ya el domingo nos avanzaron algo pero no fue hasta el lunes que nos comunicaron oficialmente que se suspendían las clases durante toda la semana. Han suspendido toda actividad pública en universidades, colegios y museos en las regiones de Veneto, Lombardía y Emilia Romaña", lamenta la estudiante mallorquina antes de subrayar que se encuentra "en el epicentro de la psicosis" desatada en el norte del país.

Una psicosis que se manifiesta en el agotamiento total de las existencias de mascarillas en las farmacias de estas regiones. O en el hecho de que, Caterina no sabe muy bien si se trata de una recomendación o una obligación, se pida a la población que suba a los trenes no solo con mascarillas sino también con sus manos enfundadas en guantes.

Bufandas como mascarillas

"Tomé un tren el domingo (la alarma comenzaba a extenderse por el país) y ya se podía ver a gente con mascarillas en los vagones. Bueno, había gente con mascarilla, otras personas que no las llevaban y otras que se protegían de posibles virus enrollándose sus bufandas por la cara", explica esta testigo de excepción mallorquina sin poder reprimir la risa.

Una empleada municipal preparada contra el coronavirus. CATERINA FIOL

La situación en Verona es más tranquila que en Padua, donde en dos pueblos del municipio han decretado la cuarentena y el aislamiento de sus habitantes. Pese a todo, Caterina habla de poca gente por las calles y bibliotecas y centros académicos públicos cerrados, pero no de desabastecimiento de supermercados y de limitación de acceso a ellos como está ocurriendo en la todopoderosa Milán.

"Están dando mucho bombo a un problema que no es tan grave dada la mortalidad que está provocando el virus. No dicen que todos los fallecidos tenían más de ochenta años y padecían otras enfermedades ni hablan de las personas que lo superan sin problemas", subraya esta mallorquina demostrando que no le inquieta la proliferación de infectados que se está dando en las regiones donde se encuentra estudiando. Una proliferación de casos para la que la prensa italiana ya ha encontrado explicación: Mientras sus autoridades sí están buscando activamente nuevos contagios, en otros países de Europa no se actúa de la misma manera.

Y si en Padua se vive cierta psicosis porque en esa ciudad se ha contabilizado algún infectado, en Verona solo hay una certidumbre: que hasta el próximo 1 de marzo toda actividad pública ha quedado suspendida.

Y esto genera dudas a Caterina. Si supiera que esta situación se va a alargar en el tiempo, volvería a Mallorca ya que poco puede avanzar en su formación en un país que ha entrado en pánico con todas las universidades y bibliotecas cerradas. "Aunque también tengo miedo de volver y que en Mallorca me pongan en cuarentena", admite. Salir del fuego para caer en las brasas.

"Los italianos son un poco exagerados en todo y parece que esto se lo han creído. Se respira un ambiente tenso, los centros comerciales están más vacíos de lo habitual. Afortunadamente en Verona (donde reside) las cosas están más tranquilas. Tan solo la incertidumbre de no saber qué va a pasar a partir del próximo lunes", concluye.

Deontología

Fuentes sanitarias a las que ha tenido acceso este diario revelaron que en Son Espases tuvieron problemas para hallar a personal sanitario que no manifestara temor a la hora de atender al paciente inglés infectado por coronavirus que, como se recordará, permaneció ingresado más de una semana. Este miedo inusual a un virus que no se está comportando de manera más peligrosa que el de la gripe obedecería "al miedo ancestral del ser humano ante lo desconocido", aventuraron las citadas fuentes.

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