Si Alberto Chicote visitara Mallorca con su Pesadilla en la cocina se quedaría con los pelos de punta, blasfemaría y sermonearía a propietarios, cocineros y camareros. Los datos de la información de esta página abruman. Que seis de cada diez bares y restaurantes inspeccionados presenten algún tipo de deficiencia se puede justificar porque los reglamentos son prolijos y un inspector detallista siempre encontrará algún defectillo. Que 15 de cada cien muestren un cuadro "inaceptable", es motivo de preocupación. Que se haya ordenado el cierre inmediato de 83 establecimientos porque las irregularidades eran muy graves, acongoja.

Balears es una comunidad volcada en el turismo. El sector de la restauración es tan importante como el hotelero o los atractivos naturales para satisfacer a la clientela. El turista, pero también el cliente local, deben encontrar un local limpio, una cocina que parezca un quirófano y unos baños que huelan a gloria.

Por desgracia, los inspectores podrían escribir un libro sobre los horrores que han visto en bares y restaurantes. Nada tendría que envidiar a los que narra el cocinero de La Sexta. La siguiente historia es real. Un grupo de personas entró hace unos años en un restaurante del Passeig Marítim. Una mujer decidió ir al excusado antes de efectuar la comanda. Tuvo que pasar por delante de la cocina. A los pocos segundos, y ante el estupor de sus compañeros, regresó a la mesa: "Vámonos -les dijo-, si la cocina está así, no pienso comprobar como está el retrete".

Las intoxicaciones alimentarias en bares y restaurantes saltan periódicamente a los medios. Cabe la posibilidad de que se trate de un accidente, pero en la mayoría de los casos nos encontramos ante gestores poco profesionales que son incapaces de cumplir la primera norma del buen restaurador: la higiene.