Uno de los deportes estériles del periodismo consiste en la petición de dimisiones a mansalva. Los más profesionales tienen redactado de antemano el formulario pertinente, que publican a cada escándalo sin más que añadir el nombre del dimisionario de turno sobre la línea de puntos.
Es cierto que la inmensa mayoría de políticos a quienes se reclama la destitución nunca debieron ser nombrados. Sin embargo, y una vez apoltronados, su delirante gestión se convierte en una valiosa fuente informativa a proteger. ¿Se imaginan el desastre para la izquierda si Bauzá se hubiera visto obligado a dimitir por la repulsiva compatibilidad de su farmacia, con lo cual Balears se hubiera perdido la apoteosis del TIL, que ha hundido a la derecha por los años de los años?
Durante décadas, nada se supo del Consell de Mallorca. Ahora, todo lo que se sabe es deprimente, por no emplear adjetivos de mayor enjundia. Sus pésimos gestores han quedado al descubierto, por los abusos a menores tutelados que se habían olvidado de comunicar a la población.
Por si todo lo expuesto no sacia la sed de dimisiones, el Consell en pleno dimitió ayer del escándalo de los menores tutelados, y sobre todo ante los menores tutelados. La patraña de la comisión de expertos significa simplemente que la suerte de los jóvenes no preocupa lo más mínimo a los consellers. El sector más desfavorecido de la sociedad no debe interferir en la ambición política de Cati Cladera y compañía.
Como muy bien expuso Andreu Alcover, portavoz del PSOE y de un PP que no sabe ejercer la oposición, el abuso de menores tutelados es como el narcotráfico, o quizás como el exceso de velocidad en carretera. Hay que acostumbrarse a las plagas. Este gran dialéctico ha empleado el mismo argumento que Vox ante la violencia de género, se exagera. Por cierto, ¿no son expertos el defensor del menor, los rectores del IMAS, la fiscalía y la policía que tan estrepitosamente han fracasado con los menores ahora más desamparados que nunca?
