Hace apenas 6 semanas, la autoridad sanitaria china notificó al mundo la ocurrencia de un brote de infección respiratoria en personas relacionadas con un mercado de animales vivos en la ciudad de Wuhan, en la provincia de Hubei. A los pocos días se identificó el agente causal, un coronavirus novel, denominado 2019-nCoV. En el momento de escribir estas líneas, el número de casos confirmado es de 37.198 y el número de muertes de 811. Fuera de China, en un total de 24 países, hay 307 casos confirmados y una muerte. En España hay dos casos confirmados, ambos contraídos fuera del país, uno de ellos en nuestra isla. Actualmente, con muy buen estado general, aislado, y con los estudios oportunos de seguimiento de contactos en marcha.

2019-nCoV es el tercer coronavirus que ha cruzado la barrera de las especies para infectar al ser humano en lo que va de siglo. Prácticamente uno en cada década. Los coronavirus se identificaron por primera vez en los años 60 del siglo pasado; sabemos que infectan a la población periódicamente causando infección respiratoria leve. Sin embargo, las cosas cambiaron con el nuevo siglo: Desde 2002, dos nuevos coronavirus han causado epidemias en humanos: el SARS-CoV y en 2013 el MERS-CoV . El primero de ellos, SARS-CoV afectó a todo el planeta causando infección pulmonar grave en 8.096 personas, y 774 (10%) muertes.

La trasmisión persona a persona es ahora una realidad evidente en la epidemia de 2019-nCoV y la trasmisión es lo suficientemente eficiente como para explicar el ascenso continuado y exponencial de los casos. El virus pasa de persona a persona a través de las pequeñas gotitas formadas en el momento de estornudar, toser o escupir y existe evidencia indirecta de que se trasmite también a través de contacto directo y fómites (objeto o sustancia que si se contamina por un microrganismo es capaz de transferirlo de un individuo a otro). Hay personas más capaces de trasmitir el virus que otras, son los supercontagiadores, que han sido implicados en la diseminación rápida del virus novel, como sabemos que ocurrió en la epidemia causada por el SARS-CoV.

El periodo de incubación del 2019-nCoV se estima en 5,2 días de media, con el 95% a los 12,5 días, de ahí la definición operacional de 14 días para el seguimiento de contactos y de la cuarentena.

Es tentador a la hora de estimar el número de muertes, y por ende la severidad de la infección, dividir el número de muertos por el número de los casos confirmados, pero las cosas no son tan fáciles. No sabemos la frecuencia de la infección en personas asintomáticas, aparentemente sanas, la frecuencia de las que desarrollan infección respiratoria y no son estudiadas (porque no acuden al hospital, o porque no existen las facilidades para documentar la infección) y ello hace que no sepamos con exactitud el número real global de infectados. De lo dicho se desprende la importancia de conocer el papel potencial de los casos asintomáticos y de los casos leves en la dinámica de la epidemia para calibrar con mayor conocimiento el riesgo de una trasmisión continuada, así como la efectividad de las medidas de control.

El número de casos infectados es crítico a la hora de calcular la tasa real de mortalidad. Muy probablemente, este número es mucho mayor que el de casos confirmados, por lo que la tasa de mortalidad debe ser en realidad mucho más baja de lo que las cifras oficiales indican.

La discrepancia entre la tasa de mortalidad de la población de Hubei y la tasa estimada en las otras regiones de China y en otros países, es intrigante en extremo. Así, a cifras del día 7 de febrero, de los 30,536 casos confirmados, 22,112 habían ocurrido en Hubei con una mortalidad del 2,8% (619 muertes) mientras que hubo 16 muertes en los 8.702 casos ocurridos en el resto de las regiones, una mortalidad del 0,18%. Este y otros ejemplos indican claramente la ignorancia existente respecto a muchos aspectos relacionados con la evolución de la epidemia.

La infección respiratoria que produce el virus, -vista desde la óptica del paciente hospitalizado-, afecta típicamente a los adultos, de edades comprendidas entre los 49 y 65 años (rara en el niño), más en hombres, siendo los síntomas más comunes fiebre, tos y ahogo. Un cuadro clínico que indica infección respiratoria baja, pero poco específico: otros virus pueden causar un cuadro similar. De ahí que sea crucial en el momento presente saber si la persona que presenta esta sintomatología ha estado recientemente en China o ha estado en contacto con un caso confirmado, para sospechar la verdadera naturaleza de la infección.

Dadas las características de los coronavirus, virus ARN sujetos a errores, con mutaciones y recombinación frecuentes, hechos estrechamente relacionados con la adaptación evolutiva y su capacidad de causar enfermedad, se hace necesario esperar los resultados de estudios que aclaren nuestra ignorancia sobre su capacidad de mutación, su patogenicidad y transmisibilidad, características que desconocemos por el momento. Conocerlas nos ayudará a seguir la evolución del virus y su adaptación a la nueva realidad de la infección en humanos.

La información veraz, y continuada de la evolución y características de la epidemia se revelan cruciales a la hora de conseguir la colaboración necesaria por parte de la ciudadanía. De ahí la responsabilidad de los medios de comunicación y de su capacidad para educar así a la población y conseguir su confianza. Ambas, la educación de la comunidad y el incrementar su confianza son de la mayor importancia. Mientras que la trasmisión persona a persona pueda ser consistentemente y sustancialmente reducida con las medidas de contención (cuarentena) y control de la infección (medidas de aislamiento con el uso de mascarillas, seguimiento de los contactos, etc.) es perfectamente posible que la epidemia sea controlada y eventualmente, erradicada. Mientras tanto, es esencial seguir los protocolos de prevención de la infección por el nuevo coronavirus, establecidos por la autoridad sanitaria.

Vivimos la invasión y destrucción de selvas y bosques, el sacrificio masivo de animales y/o su enjaulamiento para trasporte y venta en mercados, la disrupción progresiva de ecosistemas, el cambio climático, la urbanización masiva y abandono del campo y la expulsión de su hábitat natural de multitud de microorganismos; cuando esto ocurre, éstos buscan necesariamente un nuevo huésped. Con frecuencia el nuevo huésped es la especie humana.

Así pues, a corto plazo se impone seguir con rigor las medidas de prevención dictadas por la autoridad sanitaria aludidas más arriba y conseguir frenar y finalmente acabar con la epidemia. A un plazo más largo, nos debemos plantear seriamente si no ha llegado el tiempo de cambiar nuestra manera de estar y vivir en el mundo.