Se pierden. Desaparecen. No llegan a la meta. En la línea de salida, están en idéntica proporción que sus compañeros. Pero las mujeres investigadoras van quedándose por el camino en mayor proporción, mientras sus colegas varones avanzan por la carrera científica sin dificultades añadidas.

A Concepción Arenal, cuyo bicentenario celebramos hace justo dos días, seguramente le tranquilizaría ver que hoy hay más universitarias que universitarios (y sin necesidad de que se vistan de hombre, como tuvo que hacer ella). Pero eso no bastar. Está lejos de bastar.

A la hora de graduarse, ellas también son mayoría. En la etapa del doctorado, más o menos hay equilibrio entre investigadores hombres y mujeres y las lecturas de tesis también son similares. Pero a partir de ese momento, en la etapa ‘postdoc’, empieza a abrirse la brecha, que se va ensanchando según avanza la carrera científica.

¿Investigadores? El 65% son hombres ¿Profesores titulares? El 58% son hombres. ¿Catedráticos? En la UIB, el 78% son varones. ¿Quién recibe los premios? El 82% de los galardones científicos recaen en hombres.

La Secretaria Autonómica de Investigación y Universidad se hacía eco esta semana de algunos de estos datos recogidos por la Universitat y el CSIC (el Consejo Superior de Investigaciones Científicas): las mujeres siguen quedándose en la cuneta de la carrera científica.

¿Por qué? Hay varios factores. Por un lado, sigue habiendo menos vocaciones femeninas en el área de las STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), por falta de referentes y falsas barreras autoimpuestas: un estudio publicado en Science demostró que a los 6 años las niñas se sienten menos inteligentes que sus compañeros. También, relatan las investigadoras, sufren episodios de discriminación por parte de personas en puestos de decisión (desde la velada y sutil hasta la más obvia), lo que ha generado más de un abandono.

Medidas de conciliación

Las que siguen, se encuentran después con dificultades de conciliación, que siempre gravan más las trayectorias de las mujeres: en ciencia ni las convocatorias de becas y proyectos, ni la exigencia de resultados y artículos publicados, ni los congresos paran el reloj por una investigadora que acaba de dar a luz o tiene un bebé recién nacido. Tampoco se contempla que puedan parar o bajar el ritmo para cuidar a un padre dependiente u a otro familiar (una tarea, la de los cuidados, que sigue cayendo en mayor proporción sobre las mujeres).

Hace tres años que en Baleares se constituyó la Plataforma 11F para unirse a la reivindicación del 11 de febrero, el Día Internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia. Este grupo de mujeres investigadoras (de la Universitat, otros centros de investigación mixtos, como el IMEDEA o el IFISC; el Instituto Oceanográfico o el IDISBA, entre otros) ha logrado en estos últimos años crear masa crítica, recabar apoyos y visibilizar la causa. Ya es momento, insisten, de que lleguen las medidas para evitar que las científicas desaparezcan.

El año pasado ya presentaron una hoja de ruta con medidas (algunas ya vigentes en otros países), al director general de Innovación e Investigación, Pep Lluís Pons. Aún no se ha concretado nada.

“Hemos mejorado, hemos ganado visibilidad y apoyos y hay interés”, señala Marina Sanz-Martí, una de las portavoces de la plataforma, pero “todo va muy lento”. Va lento y de manera desigual: no es lo mismo la situación en la UIB (donde hay algo más de red y garantías y un Plan de Igualdad) que en los institutos de investigación.

El documento de la Plataforma 11F es muy completo. Define objetivos y cómo alcanzarlos y especifica el ámbito de actuación y quién debería mover ficha.

El primero bloque es de gestión y facilitación de recursos e incluye propuestas para que ni la maternidad ni la conciliación ni los labores de cuidados penalicen a las investigadoras en las convocatorias de becas y contratos. Piden también cambios en las infraestructuras, como habilitar salas de lactancia en los centros de investigación y en los congresos y conferencias.

Demandan también que se incluya la perspectiva de género en los estudios antropocéntricos para “garantizar que los resultados sean válidos y relevantes” para todos.

El segundo bloque busca atajar una discriminación que existe, así como los abusos sexuales (como los denunciados en la Universidad de Zaragoza y en la de Sevilla).

Las investigadoras tienen una lista en la que van apuntando frases que prueban que estas actitudes se dan en el campo científico: del “¡Estoy harto! Becaria que llega, becaria que se preña” que tuvo que escuchar una estudiante en su tercer año de doctorado, al “tres cosas ocurren cuando hay mujeres en el laboratorio... te enamoras de ellas, se enamoran de ti y cuando las criticas lloran”, que soltó un Premio Nobel de Medicina. Además de formación, la Plataforma 11F exige algún mecanismo anónimo para poder denunciar estas situaciones.

Marina Sanz-Martí pone el acento en la necesidad de hacer seguimiento y evaluación del proceso de dirección de las tesis, momento en el que la doctoranda depende de su director o directora. A algunas las han amenazado con que no les firmarían la tesis y otras han visto cómo los investigadores principales se apropiaban de sus investigaciones o incluso de las dietas otorgadas para el trabajo de campo.

Divulgación y educación

El tercer bloque del documento hace referencia a la necesidad de la educación y la divulgación, así como la promoción de actividades para que que las mujeres se formen y estén presentes en la ciencia y especialmente en las citadas áreas STEM, ya que si van a marcar la pauta de la sociedad del futuro, las mujeres no pueden quedar fuera.

Gracias a las Plataforma 11F Balears las próximas semanas tendrá lugar una catarata de actividades para acercar la realidad de las mujeres científicas al público general y tratar de despertar alguna vocación: de citas rápidas para que ellas mismas expliquen a los interesados su trabajo a charlas en institutos y exposiciones.

Una de las actividades es el ciclo de conversaciones Pioneras, organizado por la UIB para difundir el valor de tres mujeres que abrieron camino en las islas: Montserrat Casas, física y primera rectora; Margalida Comas, primera doctorada en ciencias de Balears y segunda de toda España; y Aina Moll, primera filóloga y catedrática de francés del archipiélago. Una de las organizadoras es la lingüista Maria del Mar Vanrell, que quiere contribuir así a romper con el sesgo de género: “Yo durante la carrera no estudié ni a una sola mujer”, recuerda, “y cuando era más pequeña pensaba que el científico era una hombre mayor blanco con una bata blanca”.

Hoy ella misma, investigadora en el Grup de Recerca Sociolingüística de les Illes Balears (GRESIB) es una prueba de que no es así, pero pueden quedar jóvenes que aún tengan en la cabeza el cliché del científico hombre como único posible.

Para evitar eso está la Plataforma 11F. Con su manifiesto no solo dicen ‘aquí estamos’, también avisan de que quieren participar en igualdad en una carrera, la científica, que ya de por sí es complicada. Quieren correr y llegar a la meta.

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