Dinero negro, aceite negro, coches de segunda mano azul oscuro casi negro y chiringuitos financieros que saquean inmersos en la oscuridad el bolsillo de los desesperados. No se trata de la descripción de un futuro distópico, es lo que se encuentran los inspectores de consumo en algunas de sus visitas. Los funcionarios van a la caza de engaños al consumidor. Lo que se encuentran, además, es que el dinero negro circula caudalosamente por las alcantarillas de la desfachatez de empresarios sin escrúpulos ni ética. La información de esta página constata un hecho irrefutable. Existe gente dispuesta a defraudar con la calidad del aceite, con el kilometraje de un coche de segunda mano o con los intereses que cobra por prestar unos miles de euros. Quien es capaz de engañar a la familia que se prepara un humilde pa amb oli, poner en peligro al conductor de un viejo turismo o sangrar al trabajador que no llega a fin de mes, no sentirá ningún remilgo al birlar el IVA a Hacienda. Es más, le embargará un oculto placer. Ha llegado el momento de que los inspectores de la Agencia Tributaria se sumen a los de Consumo. Una revisión de la contabilidad de los desalmados, sumada a una sanción ejemplar, quizás sirva de escarmiento. Pero la medida que los consumidores añoran, y que quizás se haga realidad en breve, es que se publiquen negro sobre blanco los nombres de las marcas que engañan, abusan o embaucan a ciudadanos corrientes. Entonces será posible aplicarles el castigo que se merecen: ser puestos en la picota y, sobre todo, que los compradores pasen de largo al ver sus productos en los estantes del supermercado. Las sanciones de consumo solo causan cosquillas en el bolsillo de los caraduras. La multa de Hacienda les inquieta algo más. El descrédito ante sus clientes puede hundirles. Ellos se lo habrán buscado.