La llamaremos Marina. Marina tiene quince años y ya sabe lo que es estar en un centro de acogida de menores. Y ayer, tras una adopción fallida, le hicieron volver a uno, aunque lleve un mes viviendo con una familia vecina que ha expresado reiteradas veces su disposición a acogerla y de que la menor así lo haya solicitado.

"Yo he dicho que me quiero quedar con ellos: ¿mi opinión no cuenta? No me siento escuchada ¿Por qué tengo que ir un centro si ya vivo con una familia que quiere acogerme?", se plantea esta chica, que no tiene un buen recuerdo de su primera estancia en un centro de menores y que estos días tiene pesadillas al saber que tenía que volver.

Dice sentir miedo ante los casos conocidos ahora de jóvenes que han sufrido explotación sexual cuando estaban bajo la tutela del Institut Mallorquí d'Afers Socials (IMAS).

Ella pasó a ser una menor bajo la tutela de la administración cuando tenía seis años y estuvo en un centro hasta los ocho, cuando fue adoptada por una mujer. Pronto la relación se volvió complicada y hace cuatro años, "insostenible".

Una vecina y conocida de la familia, a la que llamaremos Carla, veía que pasaban cosas raras, como un exceso de control por parte de la madre y a la vez episodios de desatención e intentos de aislar y ridiculizar a la joven, que relata además agresiones físicas.

Acudían a sesiones de mediación con un técnico del IMAS, pero a principios de noviembre la madre las canceló y, tras haberla amenazado varias veces con ello, le dijo a Marina que iba a pedir al IMAS que asumiera su guardia y que la ingresara en un centro. Tuvieron una gran discusión y Marina pidió ayuda a Carla.

Trataron de contactar con el mediador, pero no pudieron. Aquella noche se quedó en casa de otra vecina conocedora de la situación, a la que nos referiremos como Antonia. Al día siguiente, Marina presentó una denuncia en el juzgado por malos tratos físicos y psicológicos. La acompañó a presentar la denuncia otra vecina conocedora de la situación,Antonia.

En su relato en el juzgado, Marina contó que su madre la había agredido y tratado de forma brusca varias veces; dijo que no quería seguir viviendo con su madre y expresó su deseo de quedarse con Antonia o Carla, las dos vecinas que le habían estado dando apoyo.

Tras la gran bronca y la denuncia, Marina estuvo viviendo con Antonia. En diciembre, pasó a vivir con Carla ya que Antonia se iba a un viaje que ya tenía programado en Navidad.

Explicaciones confusas

Ya que su madre adoptiva había renuncia a la guardia voluntaria, una de las técnicas del IMAS sugirió el acogimiento familiar y Carla reiteró su disposición y recordó que Marina había expresado su deseo de quedarse con ellas en su denuncia. Pero a la hora de iniciar el procedimiento, cuenta Carla, solo recibía explicaciones confusas: "Me decían 'no, tú espera, no es necesario, no te preocupes'".

"Y tú les haces caso, yo no sé nada del procedimiento y quiero hacer las cosas bien", explica esta mujer, que asegura entender que tiene que pasar un proceso de valoración y que el IMAS no puede fiar un menor al primero que pase: "Claro, yo lo he dicho: que hagan lo que tengan que hacer y estudien lo que tengan que estudiar, tienen las puertas de mi casa abiertas."

Sin embargo, quizás por problemas de falta de coordinación o de comunicación en la institución nunca le llegaron a indicar qué pasos tenía que hacer para solicitar la acogida (un proceso en el que también están implicados su marido y sus hijos, que ven a Marina "como una miembro más de la familia").

Les anunciaron que Marina debía ir a un centro de menores a partir del día 2o. Luego le dijeron que el día 28. Esta semana le adelantaron la fecha de ingreso al día 24: el viernes pasado. Al recordar Carla que quiere acoger a la niña le dijeron que "mejor esperar a que entre en el centro", decisión que no puede entender habiendo una alternativa como su casa, donde la menor ya ha estado viviendo un mes.

En este tiempo Carla ha estado ejerciendo de facto de tutora de la chica, atendiendo los asuntos del instituto e incluso encargándose de concertar una cita para que fuera a visitar el centro "para que estuviera más tranquila" en caso de no poder evitar el ingreso.

"Un ambiente de confianza"

El martes se presentó directamente en el IMAS para registrar una solicitud de suspensión del ingreso y para acoger a Marina. Antes había acudido a la Oficina de Defensa de los Derechos del Menor solicitando que la joven pudiera quedarse con ella "en un ambiente de confianza" antes que ir a un "centro de menores donde estará expuesta a situaciones de fugas o explotación sexual, entre otros riesgos".

"La niña no tiene un historial de peligrosidad", exponía en su escrito esta mujer, que lamenta además que el traslado al centro implica que la niña abandone el pueblo donde vive ahora y le complica mantenerse en contacto con su ambiente actual.

Fuentes del IMAS señalaron que es su obligación ser garantistas y que aunque la prioridad es que los menores vayan antes a hogares que a centros, el proceso lógico tras una adopción fallida es que la institución recupere la tutela: "La niña no puede quedar en un limbo". El organismo, que ya ha sido contactado por la Oficina del Defensor de los Derechos del Menor por este caso, asegura que tratará de "agilizar al máximo" la valoración de la idoneidad de Carla y su familia para acoger a Marina, pero no da plazos.

Marina se derrumbó el pasado lunes. Acusa el rechazo ("me siento como un trasto"), tiene miedo y también dice sentirse decepcionada: "No me han escuchado".

CONTENIDO_RELACIONADO

  • Educadores denuncian que niñas tuteladas han sido explotadas sexualmente esta semana en Mallorca
  • Explotación sexual de menores tutelados, una realidad sin atajar
  • El IMAS admite que hay "redes organizadas de captación" para prostituir a menores

FIN_CONTENIDO_RELACIONADO