El paso de la borrasca Gloria por Balears únicamente "cortocircuitó" las conexiones marítimas con la península durante un solo día, pero bastó para que los ciudadanos de las islas se encontraran vacías las estanterías de los productos perecederos de algunos supermercados. Y para poner sobre el tapete una evidencia que confirman todos los actores de esta información: que la producción local no basta para alimentar ni siquiera a la población residente en el archipiélago ni, mucho menos, a los millones de turistas que vienen cada año.

UIB

Iván Murray, geógrafo y profesor del departamento de Geografía de la UIB, aporta un dato demoledor que confirma la excesiva dependencia de las islas de la península: Entre el 70% y el 80% de los productos agroalimentarios que se consumen en esta comunidad proceden de fuera. "Y algunas cadenas como Mercadona usan menos productos locales y se han visto más afectadas por ese desabastecimiento puntual", añade.

Pese a esta puntualización, el especialista reconoce que "lo que se produce aquí es cada vez más irrisorio. Las principales mercancías que exportamos no son ni la sal ni las patatas de sa Pobla, son las taras de los camiones que regresan vacíos a la península", lamenta el geógrafo, que considera "inviable" para los 5.000 kilómetros cuadrados de extensión del territorio insular abastecer no solo al millón de su población estable que reside en él sino también a los 16 millones de turistas que vienen cada año.

El geógrafo también sostiene que se ha pasado del dicho "con la comida no se juega a terminar jugando. Y mucho. La alimentación cotiza en la bolsa de Chicago y también se especula con ella". Este negocio estaría detrás de que en Mallorca, pone como ejemplo, se consuma cordero de Nueva Zelanda producido a 12.000 kilómetros de distancia cuando en la cercana Serra hay unos corderos de excelente calidad. "Las cosas de comer son estratégicas y no se pueden abandonar", recrimina Murray, que recuerda también el coste en términos de emisiones y cambio climático que ocasionan estas políticas.

Y si los baleares tienen un alto grado de dependencia de los productos perecederos frescos, la tienen aún mayor de los manufacturados. "Los productos locales transformados, como los vinos de denonimación de origen o el aceite de Sóller, se destinan a un consumo más elitista y a la exportación", apunta el geógrafo, que alerta de una tendencia al abandono de las actividades agrarias más vulnerables. Murray apuesta por cambiar la manera de producir y distribuir como fórmula para recuperar la producción local.

Una recuperación que pasaría por retornar a las prácticas agrícolas tradicionales más orgánicas y ecológicas, que no usen tantos fertilizantes. "Rescatar aquellos saberes útiles", sintetiza. Por último, insta a que el Impuesto de Turismo Sostenible sufrague la transición socioecológica de una economía balear "que está excesivamente especializada en el turismo, circunstancia que nos hace más vulnerables. Además, fomentar estas actividades nos reforzará como sociedad", concluye.

APAEMA

Onofre Fullana, coordinador de la Associació de Productors i Productores d'Agricultura Ecològica de Mallorca (APAEMA), admite que el peso de la producción ecológica es del 16% de la superficie agraria útil de Balears y del 15,4% de la de Mallorca y que satisface la mitad de la demanda existente en las islas hacia estos productos más naturales. La otra mitad se cubre con productos ecológicos llegados de fuera.

"Hay más demanda que oferta, por eso hemos pasado de hacer promoción de esta actividad a realizar más labores de asesoramiento, "a crear estructura porque el sector agrario lleva cuarenta años en crisis y muchas explotaciones familiares están en proceso de abandono. Mientras una parte del sector se especializa en productos gourmet de calidad, los productos hortofrutícolas de uso cotidiano están desapareciendo", lamenta.

Fullana reclama a la Administración que cree nuevas infraestructuras para mejorar la producción y la comercialización, que fomente la compra pública de productos locales y que asimismo se promuevan en el sector hotelero. "Tenemos un acuerdo con el hotel Playa Garden de Muro al que suministramos cada semana 15 corderos. Este compromiso permite al productor hacer una planificación, asumir riesgos y rebajar precios", pone como ejemplo detallando a continuación lo que en su opinión necesita el sector agrario: Más profesionales, más formación y asesoramiento y un cambio de escala dirigido hacia una mayor producción colectiva a través de cooperativas.

Asaja

El gerente de la patronal agraria Asaja Joan Simonet, aunque coincide con la fuerte dependencia agrícola de Balears, la condiciona en parte a la ausencia de grandes invernaderos que obliga a importar la mayoría de productos hortofrutícolas en invierno mientras que con la llegada del buen tiempo crece la producción local. "Ahora mismo importamos patatas mientras que en marzo exportaremos al Reino Unido una variedad de piel fina que no casa bien con nuestros gustos gastronómicos", pone como ejemplo.

El consumidor se mueve en primer lugar por el precio, seguido de la calidad y en un tercer lugar por la compra "nacionalista de producto local, de kilómetro cero con menos huella de carbono", clasifica Simonet antes de subrayar que lo importante es reducir costes de producción que en Balears, cuantifica, son entre un 20% y un 25% mayores que en la península por la limitación del territorio y la presión urbanística que soporta y por la falta de agua. "El regadío es fundamental para tener producciones agrícolas rentables", apunta.

Por eso desde Asaja reclaman una política que no ponga palos en las ruedas de la infraestructura agraria, que posibilite la construcción de invernaderos y pozos así como de centrales hortofrutícolas de transformación sin tener que esperar años para la obtención de licencias. "En definitiva, que favorezcan una reducción de costes y no solo a base de subvenciones", concluye su gerente.

Unió de Pagesos

Sebastià Ordinas, secretario general de Unió de Pagesos, se muestra más beligerante con el sector hotelero, al que reprocha "un consumo cero de producto local". Por eso sugiere a la Administración la posibilidad de ligar la concesión de estrellas hoteleras a un consumo acreditado de productos locales. "Hace año y medio tuvimos una reunión con la Federación Hotelera en la que nos aseguró que el 20% de su consumo se abastecía de productos locales. ¡Pero en ese porcentaje incluían las coca-colas que entonces se embotellaban en la isla!", se escandaliza aún. "Agromallorca nunca ha conseguido vender al sector hotelero", zanja esta cuestión.

Para minimizar esta dependencia, insta a realizar más campañas de publicidad que promocionen un producto local que, añade, pudiera ser diferenciado del resto por un sello de calidad. Pese a todo, Ordinas pronostica la defunción de los productores de hortalizas que cada vez tienen menos salida en las tiendas de barrio y la única supervivencia de los sectores del vino y el aceite que han apostado por la calidad.

El dato: ¿Bastan seis días de autosuficiencia?

Aunque Bartolomé Servera, presidente de la asociación de distribuidores de alimentos y bebidas, subrayó que para que realmente se puedan dar casos de desabastecimiento graves sería necesario que las islas permanecieran incomunicadas durante seis días y en plena temporada turística, con su población multiplicada, Murray no lo considera un plazo tranquilizador: "En caso de un conflicto geopolítico en el Mediterráneo, algo que podría ocurrir, seis días de margen es muy poco".

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