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Cierre

Los trabajadores de Es Murterar: De los nervios del Efecto 2000 a los apagones

La plantilla señala momentos de mucha tensión y de camaradería en la vieja central

La central de Es Murterar limitará sustancialmente la actividad de los dos grupos que seguirán operativos.

La plantilla de la central de Es Murterar, compuesta por unas 140 personas, esta viviendo los primeros pasos para concluir con el cierre definitivo de estas instalaciones con una cierta amargura, según reconocen sus representantes. En primer lugar por la incertidumbre que existe sobre el destino de una parte de ellos, pese al acuerdo alcanzado entre Endesa y la Administración estatal y balear para que no haya despidos, pero también al ver que se pone fin a una etapa con momentos de mucha tensión pero otros de gran camaradería.

Guillermo Sastre, representante de CCOO en el comité de empresa, no oculta que los trabajadores de Es Murterar han vivido situaciones muy difíciles, que se enmarcan en dos grupos. El primero se centra en los apagones que se vivieron durante los años 90 y principios de la década siguiente, que fueron muy numerosos. Pero señala especialmente los "nervios" que se sufrieron a finales de 1999 ante lo que se denominó el Efecto 2000. En ese momento, se temía que un error en la programación de los equipos a nivel mundial, al no tener en cuenta el cambio de centuria y solo haber previsto el de décadas, podía provocar un colapso.

Sastre recuerda ahora con una cierta ironía la tensión que se vivió, con pruebas en las que se adelantaba con carácter de prueba la fecha real para ver la reacción de los equipos informáticos. Y a la hora de la verdad "no pasó absolutamente nada".

Del mismo modo, señala los malos momentos vividos ante cada "cero" que se registró en las islas, es decir, apagones generales, durante la década de los 90 y la entrada en el nuevo siglo, ya sea por averías en la propia central o en otras instalaciones, y que daban pie a la necesidad de reiniciar la actividad en sus grupos.

Pero al mismo tiempo, destaca los momentos de camaradería que se han vivido, fruto de compartir largas guardias en una central que debe de estar en funcionamiento las 24 horas de los 365 días del año.

El miedo a los traslados

Un tema que inquieta especialmente es el futuro laboral, pese a que se ha garantizado que no habrá despidos. El problema radica es que unos 90 empleados van a seguir en Alcúdia mientras sigan operativos dos de sus grupos, y una veintena conoce ya su destino en otras centrales de Endesa en la isla, o en las futuras instalaciones fotovoltaicas que la empresa quiere crear en Mallorca.

Pero hay una treintena de personas que viven con gran incertidumbre los cambios que se están registrando, al no tener claro si finalmente se les ofrecerán puestos en la isla o se les pedirá que se desplacen hasta la península. Su esperanza está, en parte, en el acuerdo que se espera que se firme en breve para favorecer las prejubilaciones.

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