En la actualidad Mallorca es tierra de acogida, pero a finales del siglo XIX eran los mallorquines los que, empujados por la crisis, tenían que hacer las maletas y buscarse la vida en tierra ajena. En aquella transición de siglo fueron más de 23.000 los isleños que emigraron, la mayoría hacia Sudamérica, sobre todo a Argentina y Uruguay.

Ferran Vallés es presentador de De tot Color, el programa de IB3 Ràdio dedicado a la diversidad, y este año que hoy acaba ha viajado a las tierras argentinas y uruguayas para comprobar el estado de las raíces mallorquinas. Y según ha ido contando en cuatro programas especiales, la llama sigue viva.

El caso de San Pedro, en Argentina, es el más llamativo. En esta población, situada a 170 kilómetros de Buenos Aires, la ensaimada es un atractivo turístico más y tiene su propia fiesta nacional. Incluso en 2003 el pueblo logró el récord de ensaimada más grande del mundo (con 1.300 huevos y 100 kilos de harina).

Imagen de la Fiesta Nacional de la Ensaimada. A.M.S.P.

Los pueblos que más mallorquines enviaron a Argentina y Uruguay fueron, por este orden, Manacor, Pollença, Palma y ManacorPollençaPalmaFelanitx. Los felanitxers 'tomaron' San Pedro (poblaciones hermanadas desde hace 40 años) y llegaron a representar el 10% de la población. Se cree que el primero llegó en 1869 y luego se corrió la voz entre los habitantes de Felanitx, que se lanzaron en masa hacia San Pedro. Al principio, se dedicaban sobre todo al cultivo de árboles frutales. Juan Puig fue el responsable de la introducción de la ensaimada en la cultura gastronómica de allá.

Exhibición de 'ball de bot'. a.m.s.p.

Hoy, la huella mallorquina no se nota únicamente en las pastelerías que venden ensaimadas (o en carnicerías como Corti, donde además de cordero patagónico y los cortes de ternera típicos argentinos puede adquirirse una buena sobrasada, que tampoco queda mal en sus tradicionales asados). Desde 1965 la Agrupación Mallorca de San Pedro imparte clases de catalán y ball de bot, además de difundir para el público general las costumbres y la cultura de la isla.

En su visita, Vallés entrevistó a Antonia Barceló Ramón, una señora descendiente de mallorquines que, mientras hacía panades aseguraba, en un mallorquín con acento argentino, "querer mucho" a la isla: "Mis raíces vienen de allá".

A veces, ese vínculo con la tierra de los antepasados se difumina y vuelve a resurgir con fuerza en la tercera generación. Le pasó a Gustavo González Truyols, presidente de la Agrupación Mallorca. Su familia estuvo cien años sin pensar en sus orígenes, hasta que viajó con su hermana a Felanitx y los vio con sus propios ojos en los rostros de los felanitxers.

Cruzando el Río de la Plata, en Montevideo, los mallorquines también encontraron su sitio. Y también lo hicieron las ensaimadas.

"Aunque nunca van a ser igual que las de allá", opina Antonio Lladó Homar, al frente del Centro Balear del Uruguay quien le contó a Vallés cómo su padre, panadero, trató de hacer ensaimadas en la República Oriental del Uruguay, como también comenzó a producir hace treinta años la Confitería Carrera, un establecimiento mítico de allá. "Pero no sale", cuenta Lladó, "mi padre ya me lo dijo: No te rompas la cabeza, es el agua, hagan lo que hagan, no la van a sacar".

La buena noticia es que si tienen antojo y no les da para venirse hasta aquí, quizás les baste con cruzarse al país vecino y comprarse una ensaimada en San Pedro, donde sigue latiendo con fuerza un trocito de Sa Roqueta.