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Semblanza

La justicia que brota de la fe

En memoria de Bartomeu Melià, s.j.

El jesuita mallorquín Bartomeu Melià.

La última vez que pasó por Mallorca, charlamos largo y tendido en el claustro de Montesión: "Puede que esta sea mi última visita, y tengo que aprovecharla", me dijo en un tono entre irónico y dolido. Cuando me he enterado de su muerte, casi con 87 años, me he bajado a ese mismo claustro y ante la estatua de San Alonso, pilar de nuestra casa, he recordado la persona y la obra de este mallorquín universal, pero sobre todo paraguayo, nacionalidad que consiguió en 2011, uno de los grandes sueños de su vida. Sí, Tomeu nos ha dejado para encontrarse con su Señor, al que sirvió audaz y fielmente toda su vida.

Desde Porreres, donde nació en 1932, hasta la enfermería jesuita en Asunción, en Paraguay, donde deseaba morir, cercano a los guaraníes, ese pueblo al que sirvió durante la mayor parte de su vida.

Con 22 años, Tomeu llega a Paraguay, e inmediatamente una realidad le domina: la situación del relevante pueblo guaraní, con una historia presente y pasada significativa en el conjunto del indigenismo latinoamericano. Y "con todo el hombre", en expresión ignaciana, se entrega a defender sus derechos territoriales, conculcados por las multinacionales agrícolas, pero sobre todo descubre que la lengua es el mayor vínculo cultural de toda comunidad. Casi 30 volúmenes en torno al pueblo diezmado, harán de Tomeu Melià uno de los más grandes intelectuales y antropólogos al servicio del pueblo paraguayo y especialmente guaraní. Su obra magistral, La lengua guaraní: historia, sociedad y literatura, permanece como faro para cualquier estudio posterior de esta etnia. Y más tarde, tras su expulsión de Paraguay por el dictador Stroesner, profundizó sus experiencias intelectuales con largas estancias en comunidades Enawene-Nawe en pleno Mato Grosso, junto a su compañero Vicente Cañas, más tarde asesinado por las multinacionales para quedarse con las tierras indígenas. Antes, el mismo Tomeu Meliá había dejado Paraguay por haberse convertido en voz del pueblo Ache-Guayaki, una voz que Stroesner no pudo soportar.

Doctor Honoris Causa por varias universidades, entre ellas la Universidad pontifica de Comillas/Madrid, Premio Bartolomé de las Casas, comenzó a fallarle el oído y en parte también la vista, lo que dificultaba sus desplazamientos. Así, cuando vino a Mallorca por última vez, sus familiares lo llevaban en volandas con un cariño y admiración envidiables. Y nosotros, los jesuitas de Montesión, lo mirábamos como quien tiene en la familia un personaje excepcional, con resonancias a Francisco Javier. Era querido porque se hacía querer. Era admirado porque, a su vez, vivía para admirar aquello que amaba. Y como siempre sucede con personas así, fue respetado y a la vez denostado por unos y por otros. Es imposible servir a dos señores.

Tomeu Melià es un paradigma de la intuición arrupista resumida en la frase carismática "la justicia que brota de la fe". Era una persona devota, mucho más de cuanto pudiera pensarse, pero esa devoción estallaba en una acción trepidante en favor de los demás, poniendo toda su sabiduría al servicio de los más pobres y marginados de la sociedad en que vivía, hasta "hacerse uno de tantos". En nuestra espiritualidad ignaciana, todo esto se traduce en otra frase emblemática, como es "contemplativos en la acción", sin la que se hace imposible comprendernos. Tomeu Meliá resumió perfectamente este núcleo motivante de naturaleza ignaciana al conjugar su formación básica europea y española y su inculturación absoluta con los guaraníes. Una misma cosa en la contemplación y en la acción. Repito, la justicia que brota de la fe.

Desde aquí, desde el mismo Montesión en que hace algún año charlamos, reflexiono sobre su muerte y pienso que una Iglesia de puertas abiertas como la nuestra, en nuestra Mallorca, tiene en Bartolomé Meliá un referente que ya se pierde en las brumas de la eternidad. Como son referentes tantos sacerdotes religiosos y religiosas, laicos y laicas de todas las edades. Que dejaron y dejan Mallorca para "ser para los demás" en todo el mundo, aunque los desconozcamos. Espero que tanto el Consell como el Govern tomen nota de todo lo merecido por un hijo de esta tierra, a la que siempre se sintió vinculado por nacimiento y por lengua. Y a la que sirvió en los lejanos indígenas guaraníes. Un mallorquín ejemplar.

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