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Solidaridad

Siloé, 25 años ayudando a los olvidados del VIH

La Associació gestiona dos casas tuteladas con capacidad para quince infectados por el virus en situaciones de gran vulnerabilidad social

Algunos de los usuarios de Siloé, ayer en la sala de estar de la casa de acogida de Santa Eugènia. Guillem Bosch

Ciento doce árboles de diferentes especies, el último plantado hace pocos días, extienden sus raíces por la tierra de Santa Eugènia, localidad donde se encuentra una de los dos casas de acogida que gestiona la Associació Siloé, una institución que este año sopla veinticinco velas atendiendo a las personas infectadas con el VIH que se encuentran en peor situación social.

"Acompañamos a nuestros usuarios en la muerte y, cuando fallecen, plantamos un árbol en su memoria. Hay limoneros, granados... todo lo que no son pinos están ahí por alguien", explica abarcando con su brazo una densa arboleda que circunda una casa rústica en este municipio mallorquín Mar García Rullán, directora y fundadora de Siloé. Una asociación que nació para proporcionar una muerte digna a la población reclusa infectada por el VIH que, en aquellos tiempos sin tratamiento, era carne de cañón para desarrollar rápidamente una enfermedad que acababa irremisiblemente con ellos.

"Aquella época perdíamos casi a una persona por día. Hoy serán dos o tres al año", se consuela Mar García Rullán antes de presentar a sus dos ' Margas': Vidal Busquets, directora de las dos casas de acogida de la Associació; y Marga Valera, directora de gestión.

Expediente número uno

Esta última resalta la anécdota de la excepción que confirma la regla. "Todavía tenemos aquí al expediente número uno, que vino para pasar sus últimos tres meses de vida y ya lleva veinticinco años con nosotros", señala aludiendo a su primer usuario procedente del mundo penitenciario.

"Tenemos a diez personas aquí (en Santa Eugènia) y a otras cinco en un piso de es Jonquet, en Palma, pone en situación la directora de las casas de acogida.

Todos los usuarios de Siloé son derivados a estas dos casas por el Institut Mallorquí de Afers Socials (IMAS) siempre y cuando cumplan estos dos requisitos: tener reconocido algún grado de discapacidad tras una valoración realizada por esta institución insular y estar infectado por el VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana).

"Dependiendo de sus capacidades, cada uno de nuestros usuarios tiene sus tareas de limpieza y mantenimiento. También realizan talleres de reestructuración cognitiva y de la memoria con una psicóloga y de armonización psicofísica con una profesora de yoga", prosigue Marga Valera poniendo así de manifiesto el grado de deterioro físico y social de sus pacientes, la mayoría de ellos sin familia a la que acogerse y sin techo bajo el que guarecerse.

Gala en el Teatre Xesc Forteza

"Aunque también actuamos como centro de día ya que algunos de nuestros usuarios pasan algún tiempo con sus allegados, sobre todo en las fiestas navideñas, para la mayoría su única familia es Siloé", subraya. "Son gente con una vulnerabilidad social grave. De no ser por nosotros, vivirían en la calle", destaca la fundadora de la asociación que admite que rehabilitaciones han tenido pocas. "Un chico joven que vino al piso del Jonquet y que ahora vive en pareja y tiene una hija", rememora vagamente recordando que nacieron para proporcionar un lugar digno donde morir a la población reclusa afectada por esa pandemia del siglo XX llamada sida.

En reconocimiento a esta labor sorda pero imprescindible, Siloé organiza esta tarde una gala para celebrar su cuarto de siglo de actividad. La cita es a las 19 horas en el Teatre Xesc Forteza y, subrayan estas tres interlocutoras, "no es un acto institucional, no hay ninguna fila reservada para autoridades. Tan solo han sido invitadas aquellas personas que han tenido alguna relación con Siloé", concluye Mar García Rullán abriendo de esta manera las puertas a todos.

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